El Fundador del Opus Dei. I. ¡Señor, que vea!. Andrés Vázquez de Prada
aquí desde que, con otros socios, puso un comercio de tejidos, “Herederos de Cirilo de Latorre” , que se llamaría después “Juncosa y Escrivá” . Estaba en la calle del general Ricardos, por donde pasa la carretera de Tarragona a San
Sebastián. Allí elaboraban también chocolate. Era, pues, una tienda con actividades diversas, de modo semejante a lo que solía suceder en ciudades como Barbastro. Cuando don José se casó con doña Lola —así llamábamos a Dolores Albás—, era muy conocido y tenía relaciones comerciales en toda la comarca» (Esperanza Corrales, AGP, RHF, T-08203, p. 1).
Y Adriana Corrales, la hermana de Esperanza, nos dice que «don José era poco hablador, pero destacaba su serena y afectuosa sonrisa [...]. Tenía también un gran señorío. Era hombre de porte elegante [...]. Tenía una recia vida de piedad, que se manifestaba en la práctica de las devociones tradicionales: el Rosario en familia, la Misa y la Comunión frecuente, etc.» (Adriana Corrales, AGP, RHF, T-08202, p. 4). Cfr. también: Martín Sambeat, AGP, RHF, T-03242, p. 1; y Pascual Albás, AGP, RHF, T-02848, p. 1.
36 Cfr. Apéndices VI y VII; Álvaro del Portillo, Sum. 7. Cuando de pequeño le preguntaban cómo se llamaba, respondía: José, que era también el nombre de su padre. Y, a la vuelta de los años, comentaba: ¡cómo pude ser así de tonto, no me lo explico! Porque no se puede separar a María de José, ni al revés (cfr. también AGP, P03 1974, p. 1125).
Siguiendo el rastro de las sentidas exclamaciones del Fundador en diálogo interior consigo mismo, puede comprobarse que el tiempo en que se efectuó el cambio de nombre está señalado por una anotación de final de junio de 1936 (¡Josemaría, en la Cruz!) (cfr. Apuntes, nn. 1282 y 1371). Y en su correspondencia, a partir de la Carta a Eliodoro Gil Rivera, Madrid, EF-351128-1, firmará “Josemaría” .
37 Adriana Corrales, AGP, RHF, T-08202, p. 4; Martín Sambeat, RHF, AGP, T-03242, p. 2.
38 En la Alta Edad Media era corriente administrar la confirmación a continuación del bautismo, aunque a partir del Concilio de Colonia (1280) comienza a fijarse en las iglesias de Occidente la edad de la discreción. El Catecismo del Concilio de Trento, aun admitiendo que se pueda conferir el sacramento de la confirmación a los infantes ya bautizados, recomienda que no se haga hasta que alcancen el uso de razón. En España y Portugal, y en las naciones evangelizadas por estos países, se continuó con la vieja práctica de confirmar los obispos a los niños de cualquier edad al hacer sus visitas pastorales; costumbre que el Código de 1917 no revoca ni reprueba. El Papa León XIII escribía el 22-VI-1897 al Obispo de Marsella recomendando encarecidamente que se confirmase a los niños antes de que hiciesen la primera Comunión.
39 El acta original de la confirmación se halla en el archivo de la parroquia de Nª Sra. de la Asunción. El extracto del acta, hecha la anotación del “Escrivá de Balaguer” , dice:
«En los folios 1 y 2 del libro XLIII de Sacramentos (Confirmaciones) consta que D. Josemaría Escrivá de Balaguer y Albás recibió la Confirmación, junto con otros niños y niñas, en la Santa Iglesia Catedral de esta Ciudad, el veintitrés de abril de mil novecientos dos. El Santo Sacramento de la Confirmación lo administró el Excmo. y Revdmo. Sr. D. Juan Antonio Ruano y Martín, Obispo de Barbastro, siendo padrinos D. Ignacio Camps y Dª Juliana Erruz»
40 Cfr. María Dolores Fisac, AGP, RHF T-04956, p. 28.
41 «Entre mis recuerdos de Josemaría —refiere Pascual Albás—, destaca, en aquellos años de la infancia, por habérselo oído contar varias veces a mi padre, la romería que los padres de Josemaría hicieron a la Virgen de Torreciudad, llevándole en brazos —tenía dos años—, para darle gracias porque se había curado, por su mediación, de una grave enfermedad de la que los médicos le habían desahuciado» (Pascual Albás, AGP, RHF, T-02848, p. 1).
Y Esperanza Corrales cuenta que: «Los Escrivá, y con ellos muchos de los que compartían su vida en Barbastro, tuvieron siempre la convicción de que a la intercesión de la Virgen se debía que Josemaría hubiese sobrevivido a la grave enfermedad que contrajo, cuando tenía unos dos años. Los médicos veían ya el desenlace fatal, inevitable e inmediato. Sólo quedaba la oración de su madre, acompañada de la promesa de peregrinar con el niño sano a Torreciudad. Así fue. La enfermedad hizo inesperada crisis y el pequeño Josemaría salió adelante a pesar del sombrío augurio de los médicos. Cuando ya estuvo bien, el matrimonio Escrivá, con el niño en brazos, cumplieron la promesa de ir, como romeros, a darle gracias a la Virgen de Torreciudad» (Esperanza Corrales, AGP, RHF, T-08203, p. 5). Cfr. también Martín Sambeat, Sum. 5678; y Santiago Escrivá de Balaguer, Sum. 7320.
42 Cfr. Álvaro del Portillo, Sum. 13; Javier Echevarría, Sum. 1767-1768; Francisco Botella, Sum. 5608; José Luis Múzquiz, Sum. 5792.
43 Mons. Álvaro del Portillo añade: «He oído esta frase directamente de la madre de nuestro Fundador» (Álvaro del Portillo, PR; p. 32). Otras variantes:
«Hijo mío, tú ya estabas más muerto que vivo; cuando Dios te ha conservado en la tierra, será para algo grande...» (AGP, P01 1977, p. 121). Cfr. también Javier Echevarría, Sum. 1767.
44 Apuntes, n. 122. Y en 1934, haciendo unos ejercicios espirituales, escribió una larga lista de favores recibidos, el primero de los cuales era, precisamente, su curación: Meditación. Lo que Dios nuestro Señor me ha dado particularmente a mí.
1/ Por medio de su Madre —mi Madre—, siendo niño, me devolvió la salud (Ibidem, n. 1756). Cfr. también Silvestre Sancho, Sum. 5393.
45 Cfr. Álvaro del Portillo, Sum. 56. Sobre su completa curación: Martín Sambeat, Sum. 5678; Santiago Escrivá de Balaguer, Sum. 7320; Pascual Albás, AGP, RHF, T-02848, p. 1.
46 Cfr. «Lista de oraciones que el Siervo de Dios aprendió de sus padres; oídas directamente del Siervo de Dios y fielmente trascritas» , Mons. Joaquín Alonso, PR, p. 1651, doc. 41º. Otra más, por ejemplo: Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío. Dulce Corazón de María, sed la salvación mía. Cfr. también: Álvaro del Portillo, Sum. 22; Javier Echevarría, Sum. 1796; Javier de Ayala, Sum. 7623.
47 Otras de este género: Las doce han dado, / Jesús no viene. / ¿Quién será el dichoso / que lo detiene? Cfr. Álvaro del Portillo, PR, p. 43; Javier Echevarría, Sum. 1777; Jesús Alvarez Gazapo, PR, p. 1272.
48 Cfr. “Lista de oraciones” , ya citada.
49 Cfr. Conversaciones, n. 103; AGP, P04 1972, p. 748; AGP, P04 1974, p. 114.
50 Cfr. Álvaro del Portillo, Sum. 45; Encarnación Ortega, PM; f. 27v; María del Carmen de Otal Martí, Sum. 5995.
51 Cfr. AGP, P01 XII-1957, p. 47; Álvaro del Portillo, Sum. 24.
52 Cfr. Álvaro del Portillo, Sum. 10.
53 Sobre la mancha en la pared empapelada: Javier Echevarría, Sum. 1794.
54 Sobre las mencionadas anécdotas: cfr. Carta 29-XII-1947/14-II-1966, n. 8. Cfr. también Álvaro del Portillo, PR, p.55.
55 Las citas de estos tres párrafos corresponden, respectivamente a: Carta 24-III-1931, n. 39; Meditación del 14-II-1964; y Carta 9-I-1932, n. 39. Cfr. también: Carta 6-V-1945, n. 44; Álvaro del Portillo, Sum. 10; Javier Echevarría, Sum. 1793; Francisco Botella, Sum. 5608.
56 Cfr. AGP, P04 1974, p. 433.
57 Cfr. Álvaro del Portillo, Sum. 55. Tan alta estima tenía don José del servicio, que le decía al hijo: «Josemaría, a las personas que trabajan en el servicio de la casa hay que respetarlas como a todas las almas, y como si fueran una más de la familia, porque eso son» (Javier Echevarría, Sum. 1789. Cfr. también Carta 29VII-1965, n. 26).
58 Sobre estas anécdotas: cfr. Álvaro del Portillo, Sum. 27, 28 y 29.
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