La sociedad de castas. Agustín Pániker Vilaplana
como una viuda. El linaje ha de transmitirse a toda costa; motivo por el cual la adopción nunca ha estado mal vista en la India hindú.
Esto es igualmente válido para los homosexuales (bien que muy pocos en India admiten serlo). Sudhir y Katharina Kakar ponen el ejemplo de un famoso activista gay que contaba que cuando era joven, ante la presión familiar para que se casara, acabó por estallar y confesar que le gustaba “follar con hombres”. A lo que su tía replicó: «Me da lo mismo si fornicas con cocodrilos o elefantes, pero ¿por qué no puedes casarte?».25 Es decir, mientras uno cumpla con el deber de prolongar la estirpe, casi que da igual el tipo de juego erótico que realice luego en sus horas de ocio. De forma similar, hace dos mil años el Manu-smṛiti recomendaba al rey arrojar a una adúltera a una jauría de perros y quemar vivo al adúltero con hierro incandescente. En cambio, la multa para una mujer que tuviera relaciones lésbicas era sólo de 200 rupias.26 Este punto es importante. La fantasía sexual y hasta el goce sexual no tienen por qué formar parte de esa institución que llamamos “matrimonio”, cuyo objetivo esencial es la perpetuación del linaje.
De hecho, el matrimonio indio está diseñado precisamente para lo contrario del amor pasional. A los no indios les choca ver la falta de romanticismo, de erotismo o de ternura en las parejas indias. Hasta que no se entiende el paradigma sobre el que se asienta la relación de pareja, para una mirada extranjera es difícil comprender esta institución. [Volveremos sobre el tema.]
Como ha visto Uma Chakravarti, es en el matrimonio donde se reproduce y se mantiene el orden social: la familia, la estirpe, la propiedad de las tierras y el estatus de casta.27 Por tanto, uno de los ejes del sistema de castas y de las reglas matrimoniales es el control de la sexualidad femenina. Para casar a una hija no basta con que la chica sea físicamente presentable, tenga estudios o se muestre discreta y recatada. Para ser una buena esposa y futura nuera-y-cuñada, la chica ha de ser pura. El honor de la familia depende del comportamiento sexual (también dietético y religioso) de sus mujeres, que son quienes encadenan el linaje. Porque «es a través de las mujeres (y no de los hombres) como la “pureza” de la comunidad de casta se asegura y preserva», en palabras de Nur Yalman.28 Si los hombres de casta inferior tuvieran acceso a las mujeres de la casta (lo cual sería la fatídica hipogamia), no sólo la pureza de las damas, sino la del grupo entero, se vería afectada. Urge, pues, controlar la sexualidad de las mujeres. [También profundizaremos en todo eso en el próximo capítulo.]
En el pasado, otros dos principios tan importantes como la endogamia servían para dicho control: que la chica se casara con un chico mayor que ella, y que lo hiciera antes de que fuera sexualmente madura. Con el primer principio –todavía activo– se reafirmaba la jerarquía de género. Con el segundo se protegía el deshonor potencial de una chica sexualmente madura que hubiera tenido contactos con hombres.29 La virginidad de la chica en el primer matrimonio es asimismo imprescindible para los musulmanes.
Como el matrimonio infantil es hoy ilegal (lo que no significa que haya desaparecido [FIG. 9]), la alternativa para una chica sexualmente madura es seguir la pardā (anglohindi: purdah). Por pardā se entiende la restricción de movimientos en los espacios públicos y ciertas zonas de la casa, el uso del velo y una conducta basada en la modestia [FIG. 58]. Se trata de trabar la sociabilización con miembros del género opuesto que en potencia pudieran ser pareja sexual. La institución atraviesa fronteras religiosas, ya que se da lo mismo entre musulmanas que entre hindúes, aunque en ningún lugar del Qur’ān o de los Dharma-śāstras se menciona que la mujer tenga que velarse o cubrirse de arriba a abajo. El punto esencial es la modestia: «que cubran su escote con el chal y no exhiban sus adornos sino a sus maridos, a sus padres, a sus suegros», dice el Qur’ān.30 Para el Manu-smṛiti hindú, «día y noche, los hombres deberían vigilar que sus mujeres no actúen de forma independiente; apegadas como están a los placeres sensuales».31
Todo esto es todavía más cierto en los pactos hipergámicos. Recordemos: cuando la mujer desposa a un varón de casta superior. Eso significa que la familia de la novia va a mejorar su estatus (al equipararse a la casta o subcasta más alta de la familia del novio). Por tanto, para mejorar la elegibilidad matrimonial y el honor familiar, la pureza de la chica ha de estar fuera de toda duda. Así, el estatus de casta y el control sexual de las mujeres quedan inextricablemente ligados.32
La sexualidad se controla con el matrimonio pactado, el matrimonio infantil (o la alternativa moderna de la pardā), las trabas al divorcio, la estricta monogamia para las mujeres y la prohibición de segundas nupcias para las viudas. Cualquier chica que muestre públicamente un cierto interés sexual, no sólo está poniendo en riesgo su reputación, sino que se verá de inmediato acosada sexualmente. Es más, una chica con relaciones prematrimoniales –o adúlteras–, no sólo está barrando el paso a su matrimonio, sino al de sus hermanas.33 (Lo cual, huelga decirlo, no quiere decir que no exista adulterio en la India.)a El honor (izzat, ijjat) de la familia entera depende del comportamiento de sus mujeres. De donde la consabida y polémica costumbre en el Punjab (indio o paquistaní) de que los hermanos vigilen a sus hermanas. El concepto de biradārī cubre a las hermanas e hijas (no a las esposas), de ahí que en el Punjab el hermano sea considerado el verdadero protector de la mujer.34 Esta cultura del “honor” o izzat atraviesa castas, clases sociales y religiones. Explica tanto la proverbial hospitalidad panyabí, como la represión de las mujeres y la violencia que la acompaña. La encontramos incluso en megápolis como Delhi o Lahore. En Bangladesh, es incluso el izzat del pueblo el que puede peligrar por un comportamiento indecoroso. En todo el Sur de Asia es inaceptable que un niño nazca de una madre soltera. Leela Dube señala que los trabajadores sociales estiman que un 85% de bebés de los orfanatos de la India son hijos de madres solteras.35
No sólo la pureza, el honor y el prestigio de la familia se preservan y aseguran a través de las mujeres. Es el de la casta entera el que está en juego. De ahí la gran preocupación por ritualizar la sexualidad femenina y por impedir matrimonios inapropiados.
Pacto entre familias
No existe una definición de “matrimonio” que sea universal y atraviese particularismos culturales. Baste mirar los tipos de emparejamiento que hoy en día nos rodean para darse cuenta de que existen muchas variables. En la India sucede –y ha sucedido– lo mismo. Existen incontables fórmulas de desposorio y maneras de concebir el “matrimonio”.b
El “matrimonio por amor”, por ejemplo, se ha dado y se sigue dando en el Sur de Asia. Hace 2.000 años, el Manu-smṛiti lo describía así:
«Cuando una joven y su amante hacen el amor voluntariamente, esto es el matrimonio gāndharva, que se basa en la unión sexual que se origina en el amor».36
Poco después, Vātsyāyana, en su Kāma-sūtra, lo alababa en estos términos:
«El amor es la meta de la unión matrimonial, y, aunque el matrimonio gāndharva no es el más recomendado, sigue siendo el mejor».37
Este tipo de enlaces aumenta en la India del siglo XXI. Más con la legislación actual, que permite el matrimonio civil. Sin embargo, lo hace a un ritmo más glaciar de lo que se suponía. Tradicionalmente, los matrimonios por amor han sido más comunes entre las castas bajas y entre los círculos aristocráticos. Pero aun así, la proporción es muy baja. En una encuesta realizada entre los mālās (ex-intocables) del distrito de Chitoor (Andhra Pradesh), a principios de los 1990s, más del 95% respondió haber tenido un matrimonio pactado, sólo un 3% siguió la fórmula del matrimonio por amor y un 1% había tenido un matrimonio mixto no endogámico.38 Por lo general, se sigue desconfiando de los “matrimonios por amor”. Otro estudio realizado con hombres y mujeres de distintas castas en 15 pueblos de Tamil Nadu, reveló que sólo 5 de las 70 mujeres habían tenido matrimonios que no habían sido pactados. De esas 5 mujeres, 4 lamentaban su decisión. La hostilidad recibida por la familia del marido las había hecho muy infelices. Para colmo, tampoco habían recibido apoyo de su familia natal.39 Ni la modernidad ni la globalización han eliminado la imagen negativa que el matrimonio por amor tiene en India.
Desde hace siglos, el matrimonio más habitual en el Sur de Asia