La sociedad de castas. Agustín Pániker Vilaplana

La sociedad de castas - Agustín Pániker Vilaplana


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En zonas del Punjab, la poliandria fraternal (una esposa para dos o más hermanos) ha sido relativamente común entre castas agrícolas. Entre las castas más bajas, la familia extensa es incluso rara; lo normal es la pequeña familia nuclear.

      Hoy, la estadística demuestra (aunque ojo con su uso)a que el hogar extenso no es el formato dominante en la India. De hecho, los hogares nucleares los superan en número, aunque no en porcentaje de la población (ya que en un hogar extenso vive mayor cantidad de personas). Así, el tópico de que la familia extensa es mayoritaria en la India sale mal parado. La segunda sorpresa viene al comprobar que la proporción de hogares extensos se mantiene estable y no decae. (Hogares nucleares que resultan de una “partición” de una familia extensa se transforman, a su vez, en extensos en una generación.) Como concluye Patricia Uberoi, estos resultados no reflejan que la urbanización conlleve la nuclearización.4

      Es más, en ciertas zonas rurales se ha registrado un incremento proporcional tanto de hogares extensos como de nucleares (en detrimento de otros modelos, que retroceden). Otro patrón que crece es el de la stem familiy (los padres con un hijo casado). Nótese, sin embargo, la escasísima proporción de hogares en la India donde únicamente reside una persona mayor de 65 años: 4% (contra un 30% en los Estados Unidos).

      Lo que sí revelan los estudios sociológicos es que en la India existen muchas obligaciones hacia los valores y las normas de parentesco de la familia extensa, aun cuando se habite en un hogar nuclear. En la aldea, varios hogares nucleares de una familia pueden vivir unos contiguos a los otros. Las propiedades también pueden ser comunitarias. Esta siempre ha sido una de las ventajas de la familia extensa. Todo el mundo contribuye con sus ingresos y comparte los gastos. Sólo el cabeza de familia sabe lo que aporta cada cual y lo redistribuye comunitaria y equitativamente.

      Los códigos de conducta en un hogar nuclear pueden seguir el mismo patrón que en un hogar extenso. Asimismo, aunque las parejas de una familia extensa puedan no compartir una misma cocina (es decir, vivan en casas adyacentes o en pisos distintos del bloque), la unidad social o psicológica de la familia extensa continua. Sudhir y Katharina Kakar remarcan que esta «posee una realidad psíquica independiente de su factualidad».5 Es esta realidad psíquica la que autoriza que alguien pueda visitar a un pariente lejano y se quede a vivir allí meses con absoluta naturalidad.

      Por tanto, aun sin pretensión de pintar el modelo de la familia india, y sabiendo que no podemos proyectar el formato de familia extensa patrilineal del norte de la India sobre todo el Sur de Asia, vamos a profundizar en la patriarquía y el género según se desprende de ese importante modelo familiar [FIG. 8]. Aunque pueda parecer que en este extenso capítulo nos alejamos de nuestro discurso sobre la casta, hay que señalar que las castas de la India comparten un mismo tipo de patriarquía: la llamada “patriarquía brahmánica”. Las castas están entrelazadas tanto por relaciones rituales o económicas como por la fuerza de dicha patriarquía. Opera incluso entre los grupos más alejados del brahmanismo, como los dalits.6 Muchos reformadores sociales indios (Phule, Ambedkar, Periyar, etcétera) notaron la complementariedad entre las jerarquías de casta y las de género, y la dificultad en destruir una sin destruir la otra. Para más inri, desde finales del siglo XIX –y de forma muy acelerada a partir de los 1990s– ha ido superponiéndose una “patriarquía capitalista”, asimismo implacable con todas las castas.

      LA PATRIFOCALIDAD

      La primera regla de la patriarquía indobrahmánica es la patrifocalidad: al casarse, las mujeres transitan de su familia natal a la del marido.

      De 194 parejas estudiadas por Adrian Mayer en un pueblo de la India central, 184 vivían en la aldea del marido (o en una aldea donde habían emigrado) y sólo 6 en la aldea de la esposa (más 2 casos de matrimonio dentro del pueblo y otros 2 en la aldea de la madre del marido).7

      El día de la boda no se celebra únicamente el pacto entre dos familias, sino la transferencia de una chica de una familia a otra. Un famoso qavvāl del músico y poeta clásico Amīr Khusrau lo capta a la perfección:

      «Oh, padre mío: ¿por qué me casasteis en una tierra lejana?

      Le diste a mis hermanos un palacio; a mí, el exilio.

      ¿Por qué, padre, por qué?».

      Rememorando el poema de Khusrau, en zonas de la India central, la víspera de la partida de la hija tras la boda (el bidāi; que suele ocurrir, de facto, algunas semanas después del enlace [FIG. 7]), su madre le canta:

      «Mi niña, si hubieras sido un hijo habrías vivido con nosotros, arado los campos y nos habrías cuidado; te habría servido arroz caliente; pero ahora te vas de la casa, como un cadáver».8

      Cultural y psicológicamente, es la patrifocalidad el punto crítico en la existencia de una mujer india. Y es que cuando la joven «se une en matrimonio a su marido, no sólo se casa con él, sino también con toda la familia», como atinadamente plasma Ana García-Arroyo.9

      7. Bidāi. El momento de la despedida de la novia de su hogar paterno. Foto: Saptarshi Sanyal, 2012.

      Puesto que los hijos permanecen en el hogar, heredan la propiedad y la hacen prosperar, son preferidos a las hijas. Económicamente, una hija no va a contribuir al progreso familiar. Además, el hecho de que van a ser ellos quienes se encarguen de los progenitores cuando lleguen a la vejez, los hace todavía más necesarios. Cuidar de sus padres el día en que ya no puedan valerse por sí mismos forma parte del dharma o “deber” de un hijo, en especial del primogénito (¡de su esposa, más bien!) En un mundo donde la seguridad social apenas desempeña ningún papel, este aspecto no debe subestimarse. Estos elementos de la patriarquía –sin olvidar el escabroso asunto de la dote [véase más adelante]– juegan en favor de la preferencia por el hijo varón.b No es un asunto religioso.10 O no es únicamente religioso. El hecho de que el encargado de prender la pira funeraria del fallecido sea el hijo varón (punto que nos llevaría a considerar la preferencia por el varón como un derivado del hinduismo) nubla estos aspectos más prosaicos. Caso de no existir tal hijo varón, puede ser el nieto, el sobrino (por este orden, que es comparable al orden de precedencia de los herederos) y hasta un total de once “hijos”, quienes dirijan el funeral.

      Para la ideología patriarcal, la mujer es un simple vehículo para la perpetuación de la patrilínea. Lo que encaja con la popular noción de que el padre deposita la semilla y la madre es el campo que la recibe y la alimenta. Si en viejos textos como el Atharva-veda11 o incluso el Manu-smṛiti el campo femenino era visto como un terreno fértil,12 gradualmente, la positiva imagen de la fecundidad femenina fue mutando y el terreno pasó a ser de uso y disfrute del teniente de la tierra. La equivalencia no es simbólica. Igual que la cosecha, la descendencia pertenece al propietario de la semilla.13

      Y si las mujeres transitan entre grupos de hombres, con las dotes y pagos asociados, no es raro entonces que puedan ser tratadas como objetos. Como tales, son propiedad de la patrilínea.

      De ahí que en ciertas regiones de la India se tolere –aunque se aparente ignorarlo– una relación adúltera entre la esposa de un hombre con su hermano. Sudhir y Katharina Kakar ponen el ejemplo de un cocinero de Uttarakhand, al norte de la India, que le pidió a su patrón permiso para regresar al pueblo, pues su esposa acababa de dar a luz:

      «“Pero ¿cómo puede haber dado a luz tu esposa si no has estado en el pueblo en todo un año?”, preguntó el patrón. A lo que el hombre contestó: “¿Y qué importa eso? Mi hermano está allí”».14

      Es en el género donde se “construyen” las fronteras de casta.

      LA SOCIEDAD PATRILINEAL

      La patrifocalidad está íntimamente ligada a la patrilinealidad: la propiedad, el apellido y la herencia siguen la línea masculina.

      La patrilinealidad no sólo borra el apellido de la mujer –como, por cierto,


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