La sociedad de castas. Agustín Pániker Vilaplana
medida que la niña crece, su sociabilización empieza a divergir de la de su hermano. Se la educa para que llegue a ser una mujer obediente, fiel, trabajadora, sacrificada y hogareña. En el norte es costumbre que a partir de la pubertad se abstenga de aparecer mucho en público y, cuando lo haga, utilice un velo o pañuelo (dupaṭṭā). La joven tendrá pocas actividades de ocio que impliquen salir de casa (visitar amigas, ir al cine, al mercado). Esta norma se conoce en persa como pardā (anglohindi: purdah) y simboliza el tránsito de niña a futura mujer casada o nuera. Se considera que en este período –entre la pubertad y el matrimonio– es extremadamente vulnerable, por lo que urge acortarlo al máximo (o eliminarlo de cuajo con la práctica del matrimonio infantil).
La pardā comienza cuando la niña es capaz de procrear y disminuye a medida que deja de menstruar. Expresa la necesidad de controlar la sexualidad de la mujer y dirigirla hacia una procreación regulada por el matrimonio.25 Y una manera de apaciguar y controlar el poder y la energía femeninas (śakti). Obviamente, en los medios urbanos modernos esta práctica se ha relajado de forma considerable, pero no la ideología que subyace: que ella es responsable de mantener prudente distancia con chicos y hombres, y que su comportamiento es vital para el honor de la familia. (Con todo, no siempre el recurrir al velo o al pañuelo en público es signo de patriarquía; hoy puede significar también devoción religiosa; y hasta puede utilizarse como una forma de coquetería “aceptable”.)
Una joven que aparece en público con chicos de su edad está deshonrando la reputación familiar. No digamos si llegara a quedar embarazada. Lo equivalente en el varón sería la adicción a la bebida, el juego o a comer alimentos prohibidos, aunque hay que admitir que también se ejerce bastante presión sobre su sexualidad. Pero como muestra la ambigua permisividad hacia el adulterio masculino frente a la intransigencia con el femenino, está claro que el peso de estas nociones recae sobre todo en las mujeres.
Algunos ven en todo ello nociones de claro origen islámico.26 Otros piensan que hay muchas pruebas que muestran que ya en los primeros siglos de nuestra era las mujeres de alta casta de la India no tenían acceso al espacio público.27 Da lo mismo. Es cierto que el “lenguaje” actual de la pardā tiene acento islámico, pero ha sido integrado con tanta facilidad por las hindúes que lo de menos es conocer su origen.c Tampoco podemos pasar por alto que la práctica de ocultarse ante varones extraños es una estrategia que ha ido refinándose en zonas de conflicto permanente (como el “gran Punjab”, vía de entrada de casi todas las invasiones al Sur de Asia). No sólo se trata de una cuestión de recatamiento, sino también de una manera de protegerse de conquistadores que, con frecuencia, eran violadores y capturaban a las mujeres.28 Ni podemos olvidar –como recordaremos cuando tratemos del islam– que la pardā otorga estatus social [véase en Castas musulmanas]. Sólo los colectivos bajos y empobrecidos están obligados a destapar a sus mujeres y mandarlas a trabajar. La pardā distingue a la élite del populacho. Como intuía la periodista Elisabeth Bumiller, tras vivir un año en un pueblo en el corazón de Uttar Pradesh, la pardā está entretejida con la casta:
«Si una mujer pertenece a una de las castas altas o medias, es virtualmente una rehén, confinada dentro de los muros de su hogar a una vida de aislamiento y duro trabajo doméstico […] Si pertenece a una de las castas bajas, es libre de salir de la casa; por lo general para trabajar en el campo como jornalera temporal».29
La educación social de la niña se preocupa por cómo la joven se mueve, camina, se sienta, habla o se relaciona con los demás. Siempre debería exhibir modestia, elegancia y pudor. La joven ha de mostrar su capacidad de autocontrol. Si cuando era niña no había problema para que jugara con otras niñas y niños del vecindario, a partir de la pubertad se tiende a recluirla en el espacio seguro, privado y aislado del hogar.
Muchos hogares extensos de la India están delimitados por áreas. Las exteriores son dominio de los varones; las interiores (por lo general alrededor de la cocina) son territorio femenino. De ahí la protección de la cocina de forasteros y personas ajenas al círculo familiar íntimo (amén de otras reglas de polución).
La incorporación a la patrilínea
Idealmente, poco después de la primera menstruación debería llevarse a cabo el matrimonio. Mientras es una niña, es considerada pura (por su virginidad) pero no auspiciosa (por su incapacidad de procrear). Cuando ya puede tener hijos pasa a ser impura (al menstruar) pero auspiciosa, ya que es capaz de prolongar el clan. De ahí la práctica del matrimonio infantil, que tenía lugar antes de ese tránsito. Edward Blunt publicó un inmenso listado de castas que a principios del siglo XX practicaban el matrimonio infantil, para concluir que «el matrimonio adulto era raro» entre las castas bajas [FIG. 9].30 En muchos casos, la familia pactaba el matrimonio al nacer la niña, o durante su tierna infancia, si bien no iría a vivir a casa del chico hasta que se celebrara la boda o hasta que tuviera la edad de procrear.
La sociabilización de la adolescente tiene un punto de mira nítido: que el día de su matrimonio pueda abandonar su familia, su localidad, su hogar de la infancia y juventud, y entre en un nuevo mundo, el de su marido y sus suegros, donde no conoce a nadie y donde tendrá que competir con otras mujeres. Esta transición puede ser bastante traumática, ya que la recién llegada –muchas veces una adolescente– entra en la que va a ser su familia por la “puerta trasera”. En palabras de la feminista Nivedita Menon, la institución del matrimonio, tal y como se ha constituido en la India, «implica una violenta remodelación del sí mismo de la mujer».31 Apenas tiene relación con un marido a quien casi no conoce, hace de “sirvienta” de sus cuñadas y de la suegra (quien, a su vez, está más preocupada de que su hija, que ha partido a otra casa, quede embarazada o venga a visitarla). Se dedica tanto al cuidado de sus sobrinos como a hacer la comida o limpiar la casa. En la jerarquía doméstica, la recién casada ocupa el escalafón más bajo. Ella es la más susceptible de sufrir algún tipo de violencia. Con los nuevos familiares masculinos (en especial, el hermano mayor de su marido) ha de tener extremada cautela, hasta el punto de evitarlos (salvo a los niños y al hermano menor de su marido).d Nunca comerá antes que su marido o parientes masculinos, ya que sería considerado una falta de respeto. La pardā más estricta debe realizarse ante el suegro, cuyo nombre jamás debe pronunciar y a quien nunca sirve la comida.
9. Matrimonio infantil de una pareja dalit recién casada. El niño tenía 14 años, la niña sólo 7. Bombay (Maharashtra). Foto: Margaret BourkeWhite para la revista Life, 1946.
En realidad, dada la centralidad del eje padre-hijo en la familia tradicional india, el eje marido-esposa queda relegado a un segundo término, al menos durante los primeros años de matrimonio. De ahí que la familia vigile siempre que la nueva esposa no distraiga demasiado al marido y desatienda su trabajo o sus deberes como hijo, padre, tío o sobrino. Cualquier signo de gran apego en la pareja (o de favoritismo del marido hacia su esposa) va a ser vigilado. El agente de control suele ser la famosa “suegra”, que tratará de prevenir que surja una cédula “extranjera” en el cuerpo familiar, como gráficamente exponen Sudhir y Katharina Kakar.32 Incluso cuando la relación con la suegra tiene la apariencia de ser buena, muchas nueras dicen sentirse controladas y espiadas.33 Téngase en cuenta, además, que el hogar extenso indio –donde la intimidad es nula– es un permanente foco de erotismo; un mundo repleto de cuñadas, cuñados, suegros, sobrinos y sobrinas potencialmente tentadores.
Como impera una clara jerarquía de edad (los niños obedecen a sus padres, que a su vez obedecen al patriarca), no es nada infrecuente que se recurra al castigo físico. Igual que el padre da un cachete a sus hijos (aunque rara vez a sus hijas), el marido puede golpear a su esposa [FIG. 11]. En el paradigma de la familia extensa, el recurso a la violencia se considera tolerable si sirve para mantener la autoridad de la patrilínea.
La mayor parte del tiempo, la recién casada lo pasa con otras mujeres de la familia extensa, y es con ellas con quienes intimará o será susceptible de tener problemas. Vive en un pueblo o un barrio seguramente desconocido. (Y no está demasiado bien visto que intime con vecinas ajenas al círculo familiar.) El entorno puede ser hostil y emocionalmente