El libro de las mil noches y una noche. Anonimo

El libro de las mil noches y una noche - Anonimo


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el califa Omar ibnAlKhattab, era su tesorero el anciano Moaikab, y como fuese a visitarle el hijo menor de Omar, acompañado de su nodriza, Moaikab le dió al niño un dracma de plata. Pero al poco tiempo el califa le mandó llamar, y le dijo: "¿Qué has hecho, ¡oh Moaikab!? Ese dracma de plata que has dado a mi hijo es un robo contra toda nuestra nación de musulmanes". Y Moaikab, que era un hombre íntegro, comprendió que había faltado, y no cesó de exclamar: "¿Dónde habrá en la tierra un hombre tan admirable como nuestro emir?"

      "Cuentan también que el califa Omar salió a pasearse de noche acompañado del venerable Aslam AbuZeid. Viendo a lo lejos una hoguera, se acercó hacia allí, y vio a una pobre mujer que encendía unas ramas debajo de una cacerola y tenía a su lado a dos niños muy enclenques que gemían de un modo lamentable. Y Omar dijo: "La paz sea contigo, ¡oh buena mujer! ¿Qué haces ahí, sola, de noche y con este frío?" Ella respondió: "Estoy calentando un poco de agua para dársela a beber a mis niños, que se mueren de hambre y frío; ¡pero algún día pedirá Alah cuenta al califa Omar de la miseria en que nos vemos!"

      Y el califa que estaba disfrazado, se conmovió profundamente y dijo: "¿Pero crees, ¡oh mujer! que Omar conoce tu miseria y no la alivia?"

      Y ella contestó: "Entonces, ¿para qué es Omar califa, si ignora la miseria de su pueblo y de cada uno de sus súbditos?"

      El califa calló, y ordenó al venerable Aslam AbuZeid que le siguiese. Y anduvo muy aprisa, hasta que llegó a la mayordomía de su casa; y entró en el almacén de la mayordomía y sacó un saco de harina de entre los sacos de harina y una vasija llena de grasa de carnero, y pidió a AbuZeid que le ayudase a echárselo a cuestas. Y AbuZeid se asombró hasta el límite del asombro, y dijo: "¡Déjame que lo lleve yo a hombros, ¡oh Emir de los Creyentes!" Pero el califa repuso:

      "¿Acaso podrás llevar también la carga de mis pecados el día de la Resurrección?"

      Y obligó a AbuZeid a que le echase encima el saco de harina y la vasija de grasa de carnero.

      Y

      el califa anduvo apresuradamente, cargado de aquel modo, hasta que llegó junto a la pobre mujer. Y cogió harina, y cogió grasa, y lo echó todo en la cacerola, y con sus propias manos preparó aquel alimento. Y se inclinó hacia el fuego para soplarlo, y como tenía unas barbas muy largas, el humo de la leña se abría camino por entre las espesuras de aquellas barbas. Y apenas estuvo preparado aquel alimento, Omar se lo ofreció a la mujer y a las criaturas, que comieron hasta saciarse, a medida que Omar lo iba enfriando con sus soplos. Entonces Omar les dejó la harina y la vasija de grasa, y se fué, diciendo a Abu Zeid: "¡Oh AbuZeid! la luz de ese fuego me ha alumbrado".

      En este momento de su narración,

      Schehrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.

       PERO CUANDO LLEGO LA 64ª NOCHE

      Ella dijo:

      He llegado a saber, ¡oh rey afortunado! que la joven Nozhatú prosiguió de este modo:

      "Y este mismo califa Omar se encontró un día con un esclavo que llevaba a pacer el ganado de su amo, y le propuso comprarle una cabra; pero el pastor dijo: "No puedo venderla porque no me pertenece". Entonces el califa dijo: "Eres un esclavo ejemplar, y voy a comprarte para que seas libre".

      Y compró el pastor a su amo, y lo emancipó en seguida. Porque Omar pensaba:

      "¡No todos los días se encuentra un hombre que sea verdaderamente íntegro!"

      "Otro día, Hafsa, pariente de Omar, fué a buscarle, y le dijo: "!Oh Emir de los Creyentes! he sabido que en una expedición que Ibas de realizar has ganado mucho dinero. Así es que vengo, como pariente a pedirte un poco".

      Y Omar dijo: "¡Oh Hafsa! Alah me ha nombrado guardián de los bienes de los musulmanes, y todo ese dinero es para el bien de los musulmanes. No lo tocaré ni por mi parentesco con tu padre, pues de otro modo perjudicaría a los intereses de mi pueblo ".

      Y Nozhatú volvió a oír las exclamaciones de asombro con que manifestaban la admiración sus oyentes invisibles, pero cesó de hablar momento, y después dijo:

      "Hablaré ahora de la TERCERA PUERTA, que es la PUERTA DE LAS VIRTUDES.

      "Y será con ejemplos sacados de la vida de aquellos hombres justos entre los musulmanes, compañeros del Profeta (¡sean con él la paz y la plegaria!) "Nos cuentan que dijo Hassán AlBassrí:

      "No hay nadie que antes de entregar el alma no eche de menos tres cosas: no haber podido gozar por completo lo que había ganado durante su vida, no haber podido alcanzar lo que había esperado con constancia, y no haber podido realizar un proyecto largamente pensado".

      "Y alguien preguntó un día a Safián:

      "¿Puede ser virtuoso un hombre rico?" Y

      Safián respondió: "Puede serlo, y lo es cuando tiene paciencia con las vicisitudes de la vida y cuando da gracias al hombre con quien fué generoso, diciéndole:

      "¡Oh hermano mío! te debo haber hecho ante Alah una acción perfumada".

      "Y cuando Abdalah ben Scheddad vió acercarse la muerte, mandó llamar a su presencia a su hijo Mohammed, y le dijo: "He aquí, ¡oh Mohammed! mis últimos encargos: cultiva la devoción hacia Alah en privado y en público, sé siempre sincero en tus discursos, y glorifica siempre a Alah por sus dones y agradéceselos, porque el agradecimiento llama a otros beneficios. Y sabe muy bien, ¡oh hijo mío! que la dicha no reside en las riquezas acumuladas, sino en la piedad, ¡porque Alah te dispensará todas las cosas!"

      "Nos cuentan también que cuando el piadoso Omar benAbd ElAiz llegó a ser el octavo califa ommiada, reunió a todos los miembros de la familia de los ommiadas, que eran muy ricos, y les obligó a entregarle todas sus riquezas en el Tesoro Público.

      Entonces todos fueron a buscar a Fátima, hija de Meruán, tía del califa, a la cual Omar respetaba mucho, y le rogaron que los librara de aquella desgracia. Fátima fué a ver una noche al califa, y se sentó en la alfombra sin pronunciar una sola palabra. Y el califa le dijo: "¡Oh tía mía! puedes hablar lo que gustes". Pero Fátima respondió: "¡Oh Emir de los Creyentes! puesto que tú eres el amo, no he de ser la primera en hablar. Y además, nada se te oculta, ni siquiera el motivo de mi visita". Entonces Omar benAd ElAziz dijo:

      "Alah el Altísimo envió a su profeta Mahommed (¡sean con él la plegaria y la paz!) a fin de que fuere un bálsamo para las criaturas y un consuelo para todas las generaciones venideras.

      Entonces Mahommed (¡sean con él la paz y la plegaria!) reunió cuanto le pareció necesario, pero dejó a los hombres un río en que apagar su sed hasta el fin de los siglos. ¡Y a mí, que soy el califa, me ha tocado el cuidar de que ese río no se desvíe ni se pierda en el desierto!"

      En este momento de su narración,

      Schehrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.

       PERO CUANDO LLEGO LA 65ª NOCHE

      Ella dijo:

      He llegado a saber, ¡oh rey afortunado! que la joven Nozhatú, mientras la escuchaban detrás del tapiz el príncipe Scharkán, los cuatro kadíes y el mercader, prosiguió de esta manera:

      "¡Y a mí, que soy el califa, me ha tocado el cuidado de que ese río no se desvíe ni se pierda en el desierto!"

      Entonces su tía Fátima le dijo: "¡Oh Emir de los Creyentes! he comprendido tus palabras, y las mías serán ya inútiles". Y se fué a buscar a los BeniOmmiah, que la aguardaban, y les dijo: "¡Oh descendientes de Ommiah! ¡No sabéis cuán grande es vuestra suerte con tener por califa a Omar ibn Abd ElAziz!"

      "Y el mismo califa Omar ibnAbd ElAziz, hombre probadamente íntegro, fué quien, al sentir cercana la muerte, reunió a todos sus hijos, y les dijo: "El perfume de la pobreza es agradable al Señor".

      Entonces


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