El libro de las mil noches y una noche. Anonimo

El libro de las mil noches y una noche - Anonimo


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hermana mía! lee esta carta de nuestro padre, y dime lo que te parece". Y Nozhatú, después de leer la carta, contesto:

      "Lo que tú pienses está siempre bien pensado, y tu proyecto es siempre el mejor proyecto. Pero si quieres saber cuál es mi deseo más ardiente, te diré que no es otro que ver a mi familia y mi país, y que me dejes marchar en compañía de mi marido el gran chambelán, para que pueda contar mi historia a nuestro padre, y decirle todo lo que sucedió con el beduíno, y cómo el beduíno me vendió al mercader, y cómo el mercader me vendió a ti, y como tú me diste en matrimonio al primer chambelán después de haberte divorciado de mí sin acostarnos".

      Y Scharkán le contestó: "Así se hará".

      Y Scharkán llamó al primer chambelán, que no podía sospechar su parentesco con el príncipe, y le dijo: "Vas a partir para Bagdad al frente de la caravana con que envío a mi padre el tributo de Damasco y te acompañará tu esposa, la esclava que te he dado".

      Entonces el primer chambelán respondió:

      "¡Escucho y obedezco!" Y Scharkán mandó preparar para el chambelán una buena litera sobre un hermoso camello y otra litera para Nozhatú.

      Entregó una carta al chambelán para el rey Omar AlNemán, y se despidió de ellos, quedándose él con la niña Fuerza del Destino, habiéndose cerciorado de que llevaba al cuello, pendiente de una cadena de oro, una de las tres gemas de la desdichada Abriza. Y Nozhatú confió la niña a las nodrizas y sirvientas de palacio; y cuando se convenció de que a su hijita no le faltaba nada, se decidió a acompañar a su esposo. Y ambos fueron a ponerse a la cabeza de la caravana.

      Precisamente el encargado del hammam había salido con Daul'makán a dar un paseo hasta el palacio del gobernador de Damasco.

      Y al ver todos los preparativos de la caravana quiso saber adónde se dirigía y le dijeron:

      "Va a conducir el tributo de la ciudad de Damasco al rey Omar AlNemán".

      Entonces Daul'makán preguntó: "¿Quién es el jefe de la caravana?" Y le dijeron: "El gran chambelán, esposo de la joven esclava que conoce las ciencias y la sabiduría". Y Daul'makán se echó a llorar pensando en Nozhatú, y dijo a su acompañante: "¡Oh hermano mío! quiero marchar con la caravana".

      Y el encargado dijo: "¡No te dejaré solo después de haberte acompañado desde Jerusalén hasta Damasco!" Y preparó las vituallas, puso la albarda al burro, y una alforja en ella y provisiones en la alforja.

      Después se levantó los faldones del ropón y se los sujeto al cinturón, e hizo montar a Daul'makán en el borrico. Y Daul'makán dijo:

      "Monta detrás de mí". Pero el encargado lo rechazó: "Me guardaré muy bien de hacerlo, pues quiero estar por completo a tu servicio".

      Y Daul'makán insistió: "Por lo menos, montarás para descansar una hora".

      Entonces exclamó Daul'makán: "¡Oh hermano mío! nada puedo decirte ahora, pero cuando esté junto a mis padres, verás cómo sé agradecerte tus buenos servicios y tu abnegación".

      Y como la caravana se ponía en marcha aprovechando la frescura de la noche, la siguieron, marchando a pie el encargado y Daul'makán montado en el borrico, mientras que el gran chambelán y su esposa Nozhatú, rodeados de su numeroso séquito, iban a la cabeza, montados cada uno en su dromedario.

      Y anduvieron toda la noche hasta la salida del sol. Y cuando comenzó a apretar el calor, el chambelán mandó hacer alto a la sombra de un bosquecillo de palmeras. Y echaron pie a tierra, y dieron de deber a los camellos y a las bestias de carga. Y descansaron. Después se reanudó la marcha y anduvieron otras cinco noches, hasta que llegaron a una ciudad donde descansaron tres días. Luego prosiguió el viaje, y al fin se encontraron en las inmediaciones de Bagdad, según anunciaba la brisa perfumada que no podía proceder más que de allí…

      En este momento de su narración,

      Scherazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.

       PERO CUANDO LLEGO LA 71ª NOCHE

      Ella dijo:

      Cuando Daul'makán respiró aquella brisa deliciosa, pensó inmediatamente en la ausencia de su hermana y en el dolor de sus padres al verle volver solo, y se puso a llorar mientras recitaba estas estrofas: ¡Objeto a quien amo! ¿No podré jamás acercarme a ti? ¡Objeto a quien amo! ¿Este silencio reinará siempre entre nosotros? ¡Cuán cortas son las horas de la unión! ¡Cuán largos son los días de la ausencia! ¡Ven; cógeme de la mano! ¡He aquí que mi cuerpo se ha derretido en todo el ardor de mi deseo! ¡Ven y no digas que te olvide! No digas que me consuele. ¡Mi único consuelo sería sentirte entre mis brazos!

      Entonces el encargado dijo: "Hijo mío, cesa en tus lamentos. Piensa que estamos cerca de la tienda del chambelán y de su esposa". Pero Daul'makán contestó: "No me impidas recitar estos poemas, que pueden amortiguar la llama de mi corazón". Y sin atender al encargado, volvió la cara hacia Bagdad, en medio de la claridad de la luna.

      En aquel momento, Nozhatú, tendida en la tienda, no podía dormir pensando en los ausentes, y oyó una voz que cantaba apasionadamente estos versos:

      Ha brillado un instante el relámpago de la felicidad. Pero después de este relámpago, la noche es más noche todavía. Así se transformó en amarga la dulce copa en que el amigo me hizo beber sus delicias.

      Cuando asomó su rostro el Destino, se alejó la paz de mi corazón. Mi alma ha muerto antes de la unión esperada con el muy amado.

      Y apenas acabó de cantar, Daul'makán se desplomó sin conocimiento.

      En cuanto a la joven Nozhatú, esposa del chambelán, en seguida que oyó aquel canto que se elevaba entre la noche, se irguió ansiosa, y llamó al eunuco que dormía a la puerta de la tienda, y le dijo: "Ve en busca del hombre que acaba de cantar esos versos y tráemelo aquí". Y el eunuco exclamó: "¡Oh señora mía! no he oído nada, porque estaba dormido. Y ahora no podré encontrarlo en medio de la noche, como no despierte a toda nuestra gente".

      Pero ella dijo: "Es necesario que lo busques. El que encuentres despierto será seguramente aquel cuyos versos acabo de oír". Y el eunuco no se atrevió a insistir más, y salió en busca del hombre de los versos.

      En este momento de su narración,

      Schehrazada vió aparecer la mañana y se calló discretamente.

       PERO CUANDO LLEGO LA 72ª NOCHE

      Ella dijo:

      Entonces el eunuco no se atrevió a insistir más, y salió en busca del hombre de los versos. Pero aunque miró por todas partes y anduvo en todas direcciones, sólo encontró despierto al encargado del hammam, porque Daul'makán yacía desmayado. El encargado, al ver al eunuco, a la luz de la luna, con una cara de muy mal humor, temió que Daul'makán hubiera turbado el sueño de la esposa del chambelán, y no se atrevió a moverse.

      Pero ya el eunuco le había visto, y le dijo:

      "¿Eres tú el que acaba de cantar esos versos que ha oído mi señora?" Y el encargado, completamente convencido de que habían molestado a la esposa del chambelán, exclamó: "¡Oh! no he sido yo".

      Y el eunuco dijo: "Pues entonces, ¿quién ha sido? Seguramente has debido verle, puesto que no dormías". Y el encargado, alarmadísimo, exclamó: "No he oído nada".

      Pero el eunuco le increpó: "¡Mientes como un desvergonzado! ¡No me harás creer que estando despierto no hayas oído nada!

      Entonces el encargado repuso: "!Voy a decirte la verdad! El que cantaba era un nómada que acaba de pasar por ahí montado en un camello. Y me ha despertado con sus malditas canciones. ¡Alah lo confunda!".

      Entonces el eunuco, aunque poco convencido de que aquello fuese verdad, marchó a decir a su señora: "¡Ha sido un nómada que


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