El libro de las mil noches y una noche. Anonimo

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canto: ¡Lobo! ¡Lobo feroz! ¡Tu fosa está abierta, y la tierra dispuesta a cegarla! ¡Lobo maldito! ¡Rondador de mozas, tragón de muchachos: adelante te comerás los excrementos que mi culo hará llover dentro del hoyo, encima de tus hocicos!

      Y enseguida desanduvo lo andado, y fué a buscar al lobo, al cual dijo: "¡Te anuncio una buena nueva! ¡Tu fortuna es grande, y las dichas llueven sobre ti, sin que se cansen! ¡Sea continua la alegría en tu casa, y también los goces!"

      El lobo exclamó: "¿Qué me anuncias? ¿Y a qué vienen esas exageraciones?" El zorro dijo: "La viña está hermosa hoy. ¡Todo es júbilo, pues el amo del viñedo ha fallecido, y está tendido en medio del campo, debajo de unas ramas que lo cubren!" El lobo gritó: "¿A qué aguardas entonces, alcahuete vil, para llevarme allí? ¡Anda!"

      Y el zorro se apresuró a guiarle hasta el centro del viñedo, y mostrándole el sitio consabido, le dijo: "¡Allí es!" Entonces el lobo lanzó un aullido, y de un brinco saltó hacia las ramas, que cedieron a su peso. Y el lobo rodó hasta el fondo del hoyo. Cuando el zorro vio caer a su enemigo, se sintió tan alegre, que antes de correr al hoyo para deleitarse con su triunfo, se puso a brincar, y en el límite de la alegría, recitó para sí estas estrofas: ¡Alégrate, alma mía! ¡Todos mis deseos se han cuplido; el Destino me sonríe! ¡La arrogancia, la supremacía y toda la gloria de la autoridad, serán mías en el bosque!

      Y dando brincos llegó al borde del hoyo, palpitante el corazón ¡Y cuál no sería su júbilo al ver al lobo llorando por su caída y lamentándose de su perdición irremediable!

      Entonces el zorro se puso también a llorar y gemir, y el lobo levantó la cabeza y le vió llorar, y le dijo: "¡Oh compañero zorro, qué bueno eres al llorar así conmigo! IYa sé que algunas veces fui injusto contigo! Pero por favor, déjate ahora de lágrimas, y corre a avisar a mi esposa y a mis hijos enterándoles del peligro en que estoy y de la muerte que me amenaza".

      Entonces el zorro le dijo: "¡Ah, malvado! ¿Eres tan estúpido que supones que derramo estas lágrimas por ti? ¡Desengáñate, miserable! ¡Si lloro, es porque hasta ahora pudieras vivir sin contratiempo, y si me lamento tan amargamente es porque esta calamidad no te haya ocurrido antes! ¡Muere, pues, maldito! ¡Te prometo mearme en tu tumba, y bailar con todos los zorros sobre la tierra que te cubra!"

      Oídas estas palabras, el lobo pensó: "¡No es ésta ocasión de amenazas, pues es el único que me puede sacar de aquí!" Y le dijo:

      "¡Oh compañero! hace un instante me jurabas fidelidad y me dabas pruebas de mayor sumisión. ¿A qué viene este cambio?

      Reconozco que te he tratado algo bruscamente; pero no me guardes rencor, y recuerda lo que dijo el poeta: ¡Siembra generosamente los granos de tu bondad, hasta en los terrenos que te parezcan estériles? ¡Tarde o temprano, el sembrador ogerá los frutos de su grano, superando a sus esperanzas!"

      Pero el zorro le dijo bruscamente: "¡Oh el más insensato de todos los lobos y de todas las alimañas! ¿Has olvidado lo odioso de tu conducta? ¿Por qué no practicaste este consejo tan sabio del poeta?: ¡No oprimas, porque toda opresión produce la venganza, y toda injusticia la represalia! ¡Porque si duermes después de la injusticia, el oprimido no duerme más que con un ojo, y con el otro te acecha sin cesar! ¡Y el ojo de Alah no se cierra nunca!

      "¡Y tú me has oprimido bastante tiempo para que ahora tenga derecho a regocijarme con tus desgracias, y me deleite con tu humillación!"

      Entonces el lobo dijo: "¡Oh zorro prudente de ideas fértiles y de ingenio inventivo! Eres superior a tus palabras, y seguramente no las piensas, pues las dices en broma. ¡Y en verdad, el caso no es para ello! ¡Te ruego que cojas una soga cualquiera y trates de atar una punta a un árbol para alargarme la otra punta, y yo treparé por ese medio, y saldré de este hoyo!"

      Pero el zorro se echó a reír, y le dijo:

      "¡Poco a poco, ¡oh lobo! poco a poco! ¡Primero saldrá tu alma y después tu cuerpo! ¡Y las piedras y guijarros con que van a apedrearte realizarán perfectamente esa separación! ¡Oh animal grosero, de ideas premiosas y de escaso ingenio! comparo tu suerte con la del Halcón y la perdiz".

      Al oír estas palabras, el lobo exclamó: "¡No entiendo muy bien lo que quieres decirme con eso!"

      Entonces el zorro dijo al lobo:

      "Sabe, ¡oh lobo! que un día fui a comer algunos granos de uva a una viña. Mientras estaba allí, a la sombra del follaje, vi precipitarse desde lo alto de los aires un gran halcón sobre una perdiz. Pero la perdiz logró librarse de las garras del halcón, y corrió rápidamente a meterse en su escondrijo.

      Entonces el halcón, que la había perseguido sin poder alcanzarla, se detuvo delante del agujero que servía de entrada al albergue, y gritó a la perdiz: "¡Loquita que huyes de mí! ¿Ignoras lo mucho que te quiero? El único motivo que me impulsó a cogerte fué el saber que estás hambrienta, y quería darte el grano que he juntado para ti: ¡Ven, pues, perdicita gentil, sal de tu albergue sin temor y ven a comer el grano! ¡Y ojalá te sea muy gustoso, y se alivie tu corazón, perdiz de mis ojos y de mi alma".

      Cuando la perdiz oyó este lenguaje, salió confiada de su escondite, pero en seguida el halcón se lanzó sobre ella, le clavó las terribles garras en las carnes, y de un picotazo la despanzurró. Y la perdiz, antes de morir, dijo: "¡Oh maldito traidor! ¡Permita Alah que mi carne se convierta en veneno dentro de tu vientre!"

      Y murió. En cuanto al halcón, la devoró en un abrir y cerrar de ojos, pero enseguida le vino el castigo por la voluntad de Alah; pues apenas llegó la perdiz al vientre del traidor, cuando éste vió que se le caían todas las plumas, como por efecto de una llama interior, y cayó inanimado al suelo".

      "Y tú, ¡oh lobo -prosiguió el zorro- has caído en ese hoyo por haberme dado muy mala vida y haber humillado mi alma hasta el límite de la humillación!"

      Entonces el lobo dijo al zorro: "¡Oh compañero, ayúdame! Da de lado todos esos ejemplos que me citas, y olvidemos lo pasado. ¡Bien castigado estoy, pues heme aquí en un hoyo, en el cual he caído a riesgo de romperme una pata o estropearme los ojos! ¡Tratemos de salir de este mal paso, pues no ignoras que la amistad más firme es la que nace después de una desgracia, y que el amigo verdadero está más cerca del corazón que un hermano! ¡Ayúdame a salir de aquí, y seré para ti el mejor de los amigos y el más cuerdo de los consejeros!"

      Pero el zorro se echó a reír con más ganas, y dijo al lobo: "¡Veo que ignoras las PALABRAS DE LOS SABIOS!" Y el lobo, pasmado, le preguntó: "¿Qué palabras y a qué sabios te refieres?" Y el zorro dijo:

      "Los sabios, ¡oh lobo maldito! nos enseñan que la gente como tú, la gente que tiene la máscara de la fealdad, el aspecto grosero y el cuerpo mal formado, tiene también el alma tosca y desprovista de sutileza! ¡Y cuán verdadero es esto en lo que te concierne! Lo que me has dicho acerca de la amistad es muy exacto; pero ¡cómo te equivocas al quererlo aplicar a tu alma de traidor! Porque ¡oh estúpido lobo! si realmente fueses tan fértil en juiciosos consejos, ¿cómo no darías con el medio de salir de ahí?

      Y si eres de veras tan poderoso como dices, ¡trata de salvar tu alma de una muerte segura! ¿No recuerdas la

       HISTORIA DEL MÉDICO

      ?"

      "Pero ¿qué médico es ese", gritó el lobo.

      Y el zorro dijo:

      "Había un aldeano que padecía un gran tumor en la mano derecha. Y aquello le impedía trabajar. Y cansado ya de intentar curaciones, mandó llamar a un hombre al cual se creía versado en las ciencias médicas.

      El sabio fué a casa del enfermo, con una venda en un ojo. Y el enfermo le preguntó:

      "¿Qué tienes en ese ojo, ¡oh médico!?" Este contestó: "Un tumor que no me deja ver".

      Entonces el enfermo exclamó: "¿Tienes ese tumor y no lo curas? ¿Y ahora vienes para curar el mío? ¡Vuelve la espalda, y enséñame la anchura


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