La traición en la historia de España. Bruno Padín Portela
lucha contra un régimen oligárquico que él no reconocía como legítimo[120]. Apunta, además, que se debe tener en cuenta el concepto de patria, y consecuentemente de traición, en el periodo de transición entre la república y el principado: para Sertorio y Fimbria la patria representaba exclusivamente el Senado de la república, mientras que, para la corriente silana, representaba la oligarquía y el poder político que algunos de sus miembros habían obtenido gracias a su superioridad militar[121].
Parece que, al combinar la lectura que realiza F. S. Lear con respecto a la traición en la tradición legislativa romana, las interpretaciones de los glandes inscriptae, las observaciones de García Morá acerca de las aspiraciones sertorianas en Hispania o las reflexiones de Lucia de Michele en torno al sentido de la actuación de Sertorio en relación con Roma, no carecería de sentido aquel célebre pasaje recogido por Plutarco: «En efecto, decía preferir el ser en Roma un ciudadano sin renombre que, desterrado de su propia patria, ser proclamado jefe con plenos poderes sobre todos los demás juntos» (Sert., 22, 7-8).
[1] J. de Mariana, Historia general de España, vol. 1, Madrid, Impreso por Luis Sánchez, 1608, pp. 66-67.
[2] Mariana muestra una actitud ambivalente: elogia a Aníbal diciendo que era «moço de grande espíritu y coraçon (…) Su atreuimiento era grande, su prudencia y recato notables», aunque en el mismo párrafo añade que «estas virtudes afeaua y escurecia con la deslealtad, crueldad, y menosprecio de toda religion», ibid., p. 63.
[3] E. Ferrer Albelda, La España cartaginesa. Claves historiográficas para la historia de España, Sevilla, Universidad de Sevilla, 1996, p. 41.
[4] C. Gala Vela señala que el único autor que habla de un hijo nacido de la unión entre Aníbal e Imilce es Silio Itálico, el cual no parece fiable; aunque no descarta que Mariana haya recogido la noticia por alguna fuente oral de la época: «La figura de Aníbal en una historia española del siglo XVII», Rivista di Studi Fenici, vol. 14, 2 (1988), pp. 239-240.
[5] Véase, por ejemplo, F. Wulff y G. Cruz Andreotti, «On Ancient History and Enlightenment: Two Spanish Histories of the Eighteenth Century», Storia della Storiografia 23 (1993), p. 80; F. Wulff, «La Antigüedad en España en el siglo XX: seis historias de España», en M. Belén y J. Beltrán (eds.), Arqueología fin de siglo. La arqueología española de la segunda mitad del siglo XX, Sevilla, Universidad de Sevilla, 2002, pp. 127-128.
[6] M. Lafuente, Historia general de España, vol. 1, Madrid, Establecimiento Tipográfico de Mellado, 1850, p. 19.
[7] Ibid., p. 218.
[8] F. Wulff, «La historia de España de D. Modesto Lafuente (1850-1867) y la historia antigua», en P. Sáez y S. Ordóñez (eds.), Homenaje al profesor Presedo, Sevilla, Universidad de Sevilla, 1995, p. 871.
[9] F. Wulff, «El mito en la historiografía española (XVI-XVIII). Algunas notas», Historia y Crítica 2 (1992), p. 144.
[10] M. Lafuente, Historia, vol. 1, p. 218. R. Altamira afirma que el origen griego de Sagunto era una opinión puesta muy en duda, creyéndose, más bien, que se trataba de una población indígena o, de lo contrario, fundada o colonizada por gentes venidas de Italia. Véase Historia de España y de la civilización española, vol. 1, Barcelona, Herederos de Juan Gili Editores, 1909, p. 90.
[11] M. Lafuente, Historia, vol. 1, p. 218.
[12] E. Ferrer Albelda, La España cartaginesa, p. 78.
[13] G. Pasamar, «Las “historias de España” a lo largo del siglo XX. Las transformaciones de un género clásico», en R. García Cárcel (coord.), La construcción de las Historias de España, Madrid, Marcial Pons, 2004, p. 307. Sobre la obra de Altamira véase el estudio introductorio elaborado por R. Asín Vergara en R. Altamira, Historia de España y de la civilización española, vol. 1, Barcelona, Crítica, 2001, pp. xxi-cviii.
[14] C. P. Boyd, Historia Patria. Política, historia e identidad nacional en España: 1875-1975, Barcelona, Ediciones Pomares-Corredor, 2000, p. 127.
[15] Acerca de la importancia que la historia y las ciencias sociales tienen en la formación de la conciencia de los ciudadanos es esencial el libro de R. Altamira, La enseñanza de la Historia, R. Asín Vergara (ed.), Madrid, Akal, 1997. El propio Altamira explica en el prólogo que la obra estaba pensada para, por un lado, «ese público, falto de tiempo y de preparación para leer obras extensas ó de carácter crítico», y, por el otro, para «las necesidades de una gran masa escolar que cada día exige con mayor imperio libros acomodados á los modernos principios de la historiografía y á los progresos indudables que la investigación ha realizado, de pocos años á esta parte, en lo que se refiere á la vida pasada del pueblo español», Historia, vol. 1, 7.
[16] Ibid., p. 91.
[17] P. Bosch Gimpera y P. Aguado Bleye, «La conquista de España por Roma (218 a 19 a. de J.C.)», en R. Menéndez Pidal (dir.), Historia de España, España Romana (218 a. de J.C.-414 de J.C.), vol. 2, Madrid, Espasa-Calpe, 1935, p. 15.
[18] I. de Sevilla, Las Historias de los godos, vándalos y suevos, C. Rodríguez Alonso (ed.), León, Centro de Estudios e Investigación «San Isidoro», 1975, pp. 169-171.
[19] M. Lafuente, Historia, vol. 1, p. 189.
[20] J. Álvarez Junco, «La construcción de España», en J. Martínez Millán y C. Reyero (coords.), El Siglo de Carlos V y Felipe II: la construcción de los mitos en el siglo XX, vol. 1, Madrid, Sociedad Estatal para la Conmemoración de los Centenarios de Felipe II y Carlos V, 2000, pp. 35-36.
[21] J. Álvarez Junco, Mater dolorosa, p. 214.
[22] J. de Mariana, Historia, vol. 1, p. 118.
[23] Ibid., p. 118.
[24] Ibid., p. 118. Los autores griegos y latinos se citan de acuerdo con el sistema de vigencia internacional recogido en L’Année philologique. Las traducciones utilizadas serán siempre las de la Bibioteca Clásica Gredos.