Teoría y práctica del análisis de conflictos ambientales complejos. Humberto Rojas Pinilla

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la vida social (lo público) y la individual (lo privado), así como las interacciones entre las dos. Las leyes reales coloniales españolas establecían en detalle los procedimientos para fundar poblaciones en ultramar, las pautas de su organización, la disposición de los solares dentro de la retícula ortogonal, de acuerdo con el rango social de las familias españolas “blancas”, la demarcación de la Calle Real, la plaza mayor, el centro cívico, militar y político, y a su alrededor las instituciones religiosas y las de gobierno: cabildos, consejos, audiencias, etc., así como las encargadas del proyecto civilizatorio, evangelizador católico y productivo-extractivo: las órdenes religiosas, sus instituciones educativas, los templos y los claustros18 (Giraldo, Bateman, Ferrari y García, 2009; Mejía Pavony, 2012).

      Es claro que las ciudades del Sur han tenido un origen y una evolución distinta a las de sus pares del Norte; estas ciudades deben cumplir con funciones extractivas y de control para el afianzamiento y legitimación del orden colonial, además deben contribuir a la construcción de un habitus acorde con su proyecto civilizador. En cuanto a su papel y funciones, Casimir sostiene que

      la autoridad política en Europa, inicialmente dispersa, se centraliza, pero permanece móvil y se desplaza con la corte del rey; después se fija en una “vylle capital”. La autoridad política en América Latina surge en una unidad y con una sede determinada. La burocracia europea nace lentamente; la administración pública latinoamericana precede la constitución de un cuerpo de administradores. No integra las unidades locales, las crea […]. La ciudad latinoamericana es una avanzada del universo europeo en expansión. Se sitúa en los mercados de los imperios coloniales y está a cargo de organizar los territorios conquistados. (1970, p. 1500)

      Los estudios realizados desde la geografía política vinculan el origen de la teoría urbana en los países del Norte a los estudios poscoloniales y a los estudios posestructuralistas. Los trabajos realizados por Jennifer Robinson (2002, 2005, 2011) develan las relaciones de dependencia y subordinación del urbanismo de los países del Sur frente al de los países del Norte. El urbanismo como saber solo puede explicarse desde las teorías del Norte. En últimas, los avances de la teoría urbana y sus pilares están arraigados en las experiencias, conocimientos y tradiciones intelectuales de las ciudades del Norte. La historia de las prácticas urbanistas en las ciudades del Sur se puede trazar a partir de la trayectoria y hallazgos de las teorías y dinámicas de los procesos de urbanización en el Norte, pero no al contrario.

      Aprile (1992), a propósito del nacimiento y muerte de las ciudades colombianas, su surgimiento, desenvolvimiento y decadencia, estableció con total lucidez que sus ciclos de nacimiento, auge y decadencia han estado ligados, en primer lugar, a las formas de apropiación, control, acceso y explotación de los recursos naturales asociados a booms económicos, pero, sobre todo, y en segundo lugar, a las formas como se han establecido las relaciones de poder entre las grandes metrópolis de los centros económicos del Norte y las demás ciudades colombianas, en el marco de unas relaciones jerárquicas: nacionales internas, coloniales, transnacionales y poscoloniales.

      En síntesis, en las ciudades del Sur la puesta en marcha de las teorías urbanistas ha dependido de las orientaciones y postulados del Norte, pero además el modelo de ciudad, como se verá en el capítulo siguiente, debe acoplarse a ciertas funciones extractivas y de mercado poscoloniales. En Colombia, la lógica de la gubernamentalidad en lo que se refiere al urbanismo será adoptada y aclimatada lentamente dentro de un sistema primero colonial y luego poscolonial —los dos de carácter segregacionista y con una orientación racista, extractiva y depredadora— como lógica dominante de la actuación de sus instituciones, dirigida a extraer la mayor cantidad de recursos y a transferir sus innumerables costos a los actores con menor poder, lo que llevó a la consolidación de muchos de los rasgos de intratabilidad presentes en conflicto en San Isidro Patios.

       El urbanismo y el city planning como disciplinas biopolíticas

      El urbanismo y el city planning, como herramientas de la naciente modernidad urbana, debían fijar las pautas y criterios para planificar y producir ciudades limpias, sanas, organizadas y productivas, sin crimen o malestar social; es decir que este saber actúa como un dispositivo biológico-conductual que permite controlar las poblaciones. La biopolítica como tecnología de poder actúa desde una lógica distinta a la soberana (colonial), pero no es menos violenta, pues busca “hacer vivir” a un tipo particular de población —aquella capaz de producir riquezas, mercancías, bienes e incluso otros sujetos— funcional al sistema de producción capitalista y dejar morir a quienes no cumplan cabalmente con las funciones asignadas por este mismo sistema (Castro-Gómez, 2010).

      La ciudad moderna deviene en dispositivo privilegiado para modelar al ser humano como especie; sus espacios deben regular la conducta (Kasson, 1999), controlar los hábitos, las maneras y las formas de actuar y generar entornos y subjetividades propicias para el gobierno de sí: el cuidado, la anticoncepción, la gestión del ser, la civilidad y el adiestramiento, cualidades necesarias en la población para generar el crecimiento económico y privilegiar las relaciones de acumulación y producción capitalista19 bajo un ideal de limpieza, prosperidad y orden (Castro-Gómez, 2009).

      Las ciudades del Sur, para lograr el anhelado progreso y civilidad moderna, no solo deben seguir cumpliendo con las funciones socioeconómicas productivas y extractivas atadas a las relaciones poscoloniales bajo la esfera de poder de las nuevas potencias (Inglaterra, Alemania y Francia), sino además disciplinarse y aclimatar la producción discursiva urbanista del Norte. De acuerdo con Valdivia (2000), la Town Planning Conference, de 1910, combinaba elementos de las tradiciones alemana (Städtebau), francesa (la École des Beaux-Arts) y anglosajona (planning). El city planning se encargaría de producir ambientes urbanos y subjetividades que cultivaran en las poblaciones citadinas unas ciertas formas de movilidad, civilidad y urbanidad, ligadas a la producción de los nuevos espacios urbanos: bulevares amplios y arborizados, galerías comerciales, parques y coliseos para incentivar la práctica de deportes y servicio de transporte urbano (tranvía y tren) para garantizar la movilidad como principio rector de la modernidad, etc.

      A partir de 1920, el movimiento modernista gravitó alrededor de los Congresos Internacionales de Arquitectura Moderna (CIAM). Sus principios fueron más tarde reunidos por Le Corbusier, en 1943, en la Carta de Atenas, redactada en el IV CIAM. Sus claves se dieron en cuatro funciones principales, que pueden rotularse como biopolíticas:

      Garantizar alojamientos sanos […]; organizar los lugares de trabajo […]; prever las instalaciones necesarias para la buena utilización de las horas libres, buscando que sean benéficas y fecundas […]; establecer una red circulatoria que garantice los intercambios respetando las prerrogativas de cada una. (Le Corbusier, 1989, p. 119)

      Sin embargo, a pesar de los repetidos intentos hechos para disciplinar las urbes del Sur, sus ciudades eran, y continúan siendo, el resultado de la necesidad y de las actuaciones de otras fuerzas que las modelan con mayor eficacia, como planteó Aprile (1991, 1992) para el caso colombiano. En este mismo sentido, Puente Burgos anota:

      La forma más característica de desarrollo urbano desde los tiempos pre-coloniales hasta el presente en América Latina, como lo expresan (Gilbert et al., 1982, p. 5) [sic] ha sido la vivienda no planificada, ya que el planeamiento formal ha sido reservado para los edificios y áreas urbanas dedicadas a las funciones religiosas, administrativas, ceremoniales y de vivienda de la élite. (2005, p. 6)

      Las dinámicas socioeconómicas actúan de dos maneras paralelas y articuladas en la construcción de la ciudad: una parte de ella, la ciudad de la élite, es construida formalmente bajo los parámetros urbanos importados en boga en las metrópolis, la otra parte, la más grande, pobre y excluida, debe ocupar las periferias y los bordes al margen de los procesos de planeación, sujeta a los viejos dispositivos coloniales segregacionistas —el denominado dispositivo de blancura20 y la segregación socioespacial.

       La informalidad urbana como anormalidad

      La ilegalidad urbana —como es, en muchos casos, todavía vista y rotulada por la disciplina urbanista— es, en realidad, el resultado de la búsqueda de


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