El futuro es libre. Chogyam Trungpa

El futuro es libre - Chogyam Trungpa


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Es similar a lo que haces cuando empiezas a meditar. Nos sentamos como si estuviéramos meditando, pero en realidad nuestra mente deambula constantemente por todas partes. Te dices: «¡Tiene que ser una broma!», pero parece que no hay esperanza a menos que al principio nos tomemos el pelo, fingiendo que estamos meditando cuando nos sentamos. Necesitamos un peldaño; de lo contrario, resulta inútil. Todo el proceso de desarrollo del mérito psicofísico es un intento de desarrollar la disciplina u otras virtudes utilizando la neurosis o confusión existente como peldaño. Gracias a estos medios, trabajando con ese intento de mérito, el proceso de la mente comienza a desgastarse por sí misma. Consume sus juegos hasta que finalmente alcanza el punto de sabiduría, jñana. En ese nivel, el concepto de mérito ya no es aplicable.

      Desde este punto de vista, el karma es como una partida de ajedrez. Dondequiera que te encuentres en el tablero en este momento, es resultado de tus acciones pasadas. Pero lo que vayas a hacer en el próximo momento depende de la situación actual. La situación actual está en parte influenciada por el pasado. Si no, no estaríamos aquí. Pero al mismo tiempo el presente también está influenciado por el futuro, que es espacio abierto y libertad.

      Por ejemplo, si vas a un concierto, no puedes ignorar que estás ahí sentado viendo la actuación. Eso depende de tus acciones pasadas, pero si tomas la decisión de no sentarte ahí, puedes irte. Tienes la libertad de hacerlo. Existe un espacio abierto, todo el tiempo. Es muy importante darse cuenta de la distinción entre estar completamente controlado por la fuerza kármica y tener libre albedrío. La elección tiene un papel muy importante.

      Sucede exactamente lo mismo en nuestra práctica de meditación. Uno tiene que disciplinarse a sí mismo usando el mérito psicofísico de invitarse a sentarse y meditar. Pero luego depende puramente de ti si prosigues con la práctica o si decides dejar de meditar. El espacio en el que la meditación tiene lugar no está bajo control. No es una situación obligatoria. Cuanto más sentimos que la práctica no es obligatoria, más reconocemos que es una expresión de libertad, de independencia. Desde este punto de vista, cualquier práctica espiritual que trascienda la fijación dualista del materialismo espiritual –es decir, el intento de usar la práctica espiritual para reforzar el ego y el territorio personal– es una forma de escapar de la esclavitud kármica.

      El papel de la disciplina aquí es cortar el suministro de nuevo material para la mente. Dicho de otra manera, la disciplina de la meditación es un proceso de inanición. No le suministras al ego más comida para que prospere. Entonces podrías tener un vislumbre del hueco en la cadena kármica, y la cadena del karma deja de parecer tan continua y permanente porque has percibido el hueco. Por supuesto, el aspecto de la confusión también regresa. Pero al menos empiezas a reconocer y a darte cuenta de que existe algo así como un hueco. Ese es el punto de partida. De esa manera, comienzas a darte cuenta de que las enseñanzas no son solo hipotéticas; existe una experiencia real de ellas. No puedes permanecer en el hueco permanentemente. Tanto la fijación como el hueco se repiten. Se presentan ambos aspectos una y otra vez. Ese es el significado del camino.

      Al no suministrar más alimento para la fantasía o la especulación, sino simplemente relacionarte con la situación existente, estás dejando morir de hambre al ego. Esto es parte del mérito psicofísico básico: la creación de una disciplina que no genere más confusión. De esta manera, usas el refuerzo kármico para crear situaciones propicias para la disciplina real. Para empezar, todos nacemos como seres humanos y ciertas oportunidades sucesivas nos han llevado a todos hasta aquí; esas congruencias están basadas en las reacciones en cadena de la situación kármica. A pesar de que la situación actual puede ser en cierto modo confusa, a la vez, podemos utilizar las situaciones que surgen como oportunidades para crear más reacciones en cadena que sean beneficiosas para nuestra disciplina. Eso es algo necesario. Tarde o temprano, todos tenemos que comprender el materialismo espiritual y la forma de combatirlo.

      El materialismo espiritual en este caso se preocupa únicamente por el desarrollo del buen karma. Es algo más que tan solo ser intencionalmente, convencionalmente bueno. Tratamos de ser espiritualmente buenos y esperamos algún tipo de recompensa, algún hogar o promesa permanentes. Buscamos la seguridad del ego y una manera de evitar el dolor. Nos gustaría mantenernos en una situación de lujo, en una situación de riqueza espiritual. Estamos tratando de asociar nuestro ego con el buen karma. Si el ego básico deviene más sano o más seguro, el logro final es alcanzar la «egocidad». Para superar esto, tenemos que deshacernos de cualquier tipo de falsa seguridad. La fuerza kármica parece reforzar la seguridad de las reacciones en cadena de la causa y el efecto. Tenemos que tirar de la alfombra que hay de debajo de nuestros pies. Una vez que hayamos erradicado toda la seguridad –tanto de la buena reacción en cadena como de la mala, utilizándola como una forma de crear felicidad y comodidad–, entonces tendremos que relacionarnos con la ausencia de un suelo donde pisar. Cuando no existe seguridad, también se trasciende la velocidad y el sentido convencional de la competencia.

      En el sentido samsárico, el proceso kármico puede considerarse como un sentido de competencia. La mente competitiva sabe que, si trabajo duro, obtendré más dinero. O si desafío a mi enemigo, lo venceré. La mentalidad del karma es: si hago esto, eso va a suceder. En este caso, las situaciones kármicas nos arrastran y tenemos que intentar trascender, ir más allá de ese karma. La actividad búdica, como explicamos al principio de este capítulo, se trata de otro tipo de energía. Y esa energía no puede nacer de la competencia. La actividad búdica, la energía iluminada del karma, es la exactitud de no perder nunca una oportunidad, porque estamos todo el tiempo tratando de forma precisa con una situación en un momento dado. Eso significa que la mente abandona el juego de tratar de crear buen karma o mal karma. En ese sentido, uno no está involucrado en la situación de seguridad. Así que la actividad búdica de la energía iluminada y de la acción iluminada es incondicional, porque arranca de raíz el aferramiento dualista básico. No da a luz a nada, pero existe por sí misma. Las acciones empiezan a desarrollarse espontáneamente, porque la situación en cuestión es precisamente esa, exactamente la que es, sin que haya ningún dogma o concepto involucrado.

      Esa es la idea básica de la verdadera acción kármica, en el sentido más elevado. Significa de forma automática la ausencia de velocidad, y esa ausencia de velocidad implica naturalmente que hay una sensación de suavidad y una sensación de calidez, que es la compasión. No tratas de lograr nada. Si no tienes ninguna ambición, ningún deseo de conseguir nada, sino que te limitas a estar ahí, eso se transforma en una expresión de compasión. Esa es la forma más elevada de compasión.

      Esto es muy diferente del concepto de compasión de una relación amorosa, donde de forma deliberada tratas de ser amable con alguien, en base a algún fundamento metafísico o religioso. En cambio, esto es compasión genuina. Una persona necesita ayuda; por lo tanto, ayudas a esa persona. No es que quieras que alguien vea que la estás ayudando, sino que solo ayudas porque se necesita ayuda. Te sientes inspirado por la persona y trabajas de acuerdo con sus necesidades. Esa es la energía o el karma de la compasión que surge de la actividad búdica.

      Por cierto, no estoy diciendo que el budismo sea la única religión que te salvará del materialismo espiritual. Por otro lado, cualquier religión o tradición que utilice la pretensión de la religión o de las ideas religiosas puede presentar el problema del materialismo espiritual. En la tradición budista, nos refugiamos en las tres joyas: el Buda, el Dharma y el Sangha. Eso es precisamente lo opuesto al materialismo espiritual. Una vez que te refugias en el Buda como un ejemplo, no adoras a ninguna deidad externa. No buscas ninguna seguridad extraordinaria. No te refugias en tus amigos ricos o poderosos. Renuncias a tu seguridad por completo.

      Te refugias en el Dharma, en las enseñanzas, como el camino. Las situaciones de la vida contienen enseñanzas, así que no te amparas en el dogma. Aprendes de la vida. No tienes una inteligencia intelectual que te dice qué creer, sino que debes trabajar en ti mismo. Refugiarse en el Sangha se refiere a la compañía de los amigos, pero sin apoyarse el uno en el otro. En lugar de eso, os comportáis como un grupo de individuos. Así que, si una persona se cae, las demás pueden rescatarla. Por lo tanto, refugiarse es dar tres pasos hacia la independencia. Renuncias a toda tu seguridad. Renuncias al refuerzo espiritual, intelectual y doméstico. El refugio es la primera fase de la renuncia. Así que, si una persona se refugia apropiada


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