El futuro es libre. Chogyam Trungpa
de la opinión, es cierto que el Buda estaba libre de cualquier neurosis. No importa si su cuerpo pertenecía a los seres samsáricos o a los iluminados. De verdad, no es importante.
La gente a menudo cuestiona la diferencia entre el Buda y sus discípulos, aquellos que estuvieron con él en el transcurso de su vida. ¿Ellos también estaban iluminados? El Buda no tenía karma, pero sus discípulos sí que lo tenían. Por eso tuvieron que estudiar y practicar con él. Ananda, que fue asistente del Buda durante veinte años, tenía un karma muy potente. Ananda estuvo sirviendo todo el tiempo al Buda y estuvo con él cada minuto. Había escuchado todas las enseñanzas que el Buda había dado y conocía cada una de ellas teórica y experiencialmente. Pero de alguna manera se volvió muy cohibido y, aunque las enseñanzas del Buda le resultaban muy familiares, no le sucedió nada. Después de la muerte del Buda, el consejo del Sangha decidió expulsarlo de la comunidad, argumentando que tenía que agruparse. Puede considerarse un hecho muy grave que Ananda, alguien que había estado tan cerca del Buda, todavía permaneciera en el mundo samsárico. Fue terrible.
Así que Ananda buscó a un gurú, un maestro y recordó a su amigo, alguien a quien él mismo le había dado enseñanzas cuando este todavía estaba con el Buda. Ananda había enseñado a ese monje la práctica de la meditación y como resultado el monje había alcanzado el estado de arhat –se había convertido en un arhat consumado–. Así que Ananda fue a ver a su propio estudiante, y su estudiante le enseñó cómo practicar y cómo cultivar la iluminación. Y entonces Ananda practicó y logró iluminarse de verdad, y se convirtió en un discípulo de pleno derecho del Buda. Finalmente, regresó y fue incluido en el consejo del Sangha. Muchos de los estudiantes del Buda tenían complejos. No debemos pensar que todos los que estaban a su alrededor eran seres completamente iluminados. Eso solo sería un mito, de nuevo.
Las escrituras hablan de que el Buda alcanza el nirvana. El nirvana no es más que un estado de completa libertad –libertad de complejos, de todos los problemas–. Es el desarrollo de una visión mucho más amplia. Cuando nos referimos al nirvana o a la iluminación, sin embargo, tenemos que entender con mucha claridad que no se puede alcanzar la iluminación albergando alguna intención. De hecho, podríamos decir que Siddhartha no alcanzó la iluminación; Siddhartha simplemente desapareció. Siddhartha era el nombre que el Buda tenía antes de alcanzar la iluminación. No logró exactamente lo que quería, pero dejó de existir. Y en su lugar estaba Gautama, el Buda Gautama.12
Para todos nosotros, hay un instinto de autoexistencia, si podemos llamarlo así, ese es el instinto iluminado. No es del todo instintivo, pero es un patrón, un patrón incondicionado que existe y que con el tiempo deviene más y más relevante. Es una forma de inspiración. En el nivel de la séptima etapa, o bhumi,13 del sendero del bodhisattva, te vuelves consciente de ese instinto en particular, o medio hábil. Cuando reconoces tu instinto iluminado, funcionas libre de instinto de simio. Este instinto tiene una perspectiva omnipresente, una visión más amplia, por lo que no se basa únicamente en la búsqueda de alimento o de refugio. No se basa en la supervivencia. La diferencia entre estos dos tipos de instinto es que uno, el instinto de simio, solo va en busca de la supervivencia, mientras que el otro no busca nada en particular, sino que percibe las cosas tal como son, de forma muy amplia.
Si una persona está libre del hábito y de la acción reflexiva, nos preguntamos cómo puede coexistir en la vida cotidiana. ¿No implicaría perder el incentivo de seguir día a día entonces en la situación de la propia vida? Sin embargo, el incentivo para vivir y estar en este mundo no se limita a la existencia del ego. Este mundo no es exclusivo para las personas con ego. Este mundo es también el mundo para las personas sin ego. Podrías pensar que esas personas son superadas en número por aquellos de nosotros que tenemos un ego, pero eso no es necesariamente así. El propósito de la vida no es necesariamente una batalla por conseguir algún propósito, sino que el propósito de la vida es simplemente ser. Semejante vida no es para nada aburrida. De hecho, tienen lugar muchos intercambios y hay más celebración que antes. La cualidad de la celebración y la cualidad de inexistencia de un suelo tienen como resultado que el mundo sea encantador. La mayoría de nosotros vivimos nuestra vida en base a la lucha. Sentimos que tenemos que conseguir algo que nos mantenga ocupados. Pero esa es una visión parcial. Es posible disponer de un enfoque del todo diferente.
Así que la comprensión del karma aquí es muy amplia, muy abierta. Nos da la sensación de que todo depende de nosotros. Ese es el punto básico para entender el karma: que todo depende de nosotros y que tenemos que trabajar en nosotros mismos. Tal vez consigas ayuda de otras personas, pero aun así tienes que trabajar en ti mismo. Desde esta perspectiva, el logro de la iluminación trasciende los patrones habituales neuróticos, y para trascender los patrones habituales, hay que cortar a través de la raíz del karma, que es el sentido de seguridad del ego. El nacimiento del ego es el punto de origen de la cuestión esencial y original del karma.
3. Acción volitiva
Antes de poner el foco sobre las consecuencias del karma, examinamos el mecanismo básico del karma, cómo funciona. Toda la discusión del karma se basa en la comprensión de la idea de la acción. Como se ha dicho anteriormente, la palabra misma, karma, es un término sánscrito que significa «creación» o «acción». El karma es un patrón de acción. Consiste en actos que producen, o crean, otros actos.
Cuando hablamos de karma, no nos referimos a una entidad individual, a una fuerza kármica especial que está separada de la energía mundial existente. El karma se refiere a una situación interdependiente. El fuego, por ejemplo, es toda una situación kármica. Podríamos decir que el karma del fuego, la acción o actividad del fuego, produce calor. No podemos limitarnos a apuntar a una cosa, una entidad, y decir que este es el karma del fuego. En cambio, tenemos que hablar de una serie de factores: el combustible, la llama y la intensidad del fuego, que a su vez depende del combustible. Desde este punto de vista, el karma es un ente abstracto, un concepto que describe una situación interdependiente, en lugar de ser una sola entidad o cosa.
No en vano, aunque el karma puede parecer abstracto, las situaciones kármicas no se basan en ninguna ley cósmica abstracta ni en el aspecto abstracto de la moralidad, ni en nada de eso. Más bien, antes de que se inicie la moralidad, antes de que se ponga en funcionamiento la ley cósmica, existe una energía que crea acción volitiva. El karma surge de la energía de la confusión, el caos y la ignorancia. Este es el origen del karma.
Para que el karma funcione, tenemos que tener el encuentro de dos situaciones, lo cual produce una chispa de luz, por así decirlo.14 Si frotamos dos palos entre ellos, se produce fuego y calor. De manera similar, necesitamos un entorno básico, un entorno o terreno empático, para producir karma. Ese entorno es la ignorancia. El karma radica en nuestro estado psicológico más que en cualquier otra cosa. La ignorancia es el estado psicológico original donde la situación kármica nace y se desarrolla.
En la totalidad básica de nuestra ignorancia, tenemos tendencia a desconfiar de la energía. Esa desconfianza de la energía es también una tendencia a desconfiar de nuestra separación y a desconfiar de la totalidad original, en el dharmadhatu15 original o como sea que queramos llamar a ese espacio. Para ser precisos, la ignorancia no es tanto una tendencia a no creer en la totalidad como tal, sino más bien una tendencia a no creer en la individualidad, en las chispas particulares de energía que tienen lugar –las chispas de inteligencia, energía, compasión o sabiduría–. Tendemos a no poner en duda que los destellos que se manifiestan en este particular espacio exterior16 son entidades separadas. El hecho mismo de no creer que son entidades separadas solo produce o refuerza aún más la separación. Desconfiamos de la separación porque es una amenaza a nuestro propio sentido de solidaridad, o unidad, con el espacio de origen.
En cierto sentido, no queremos convertirnos en individuos separados de nuestro origen. Tratamos de aferrarnos a la situación original, a la totalidad original, pero aferrarnos a la totalidad original implica que nosotros mismos nos estamos separando. El origen de forma automática se convierte en algo que está separado de lo que somos nosotros mismos.
Siempre que intentas agarrar o sostener algo, estás haciendo