Los números de la vida. Kit Yates
yo contraje el virus.
Adhiriéndome al formato clásico del reto del cubo de hielo, después de haberme empapado por completo nominé en mi vídeo a otras dos personas, a las que luego etiqueté al subirlo a las redes sociales. Al igual que los neutrones en un reactor nuclear, siempre que, como media, haya al menos una persona que asuma el reto por cada vídeo publicado, el meme adquiere una difusión autosostenida, lo cual genera una reacción en cadena que aumenta de forma exponencial.
En algunas variantes del meme, los nominados podían aceptar el reto y además donar una pequeña cantidad de dinero a la ALS Association (o alguna otra entidad de su elección relacionada con la investigación y la lucha contra el ELA), o bien eludirlo y donar un cantidad significativamente mayor como compensación. Además de aumentar la presión sobre las personas nominadas para participar en el meme, la asociación de este con las donaciones benéficas tenía la ventaja adicional de hacer que los participantes se sintieran satisfechos por contribuir a la sensibilización sobre la enfermedad y favorecer una imagen positiva de sí mismos como personas altruistas. Este aspecto de autosatisfacción contribuyó a incrementar la viralidad del meme. A principios de septiembre de 2014, la ALS Association informó de que había recibido más de 100 millones de dólares en financiación adicional de más de 3 millones de donantes. Como resultado de la financiación recibida durante el reto, los investigadores descubrieron la existencia de un tercer gen responsable de la ELA, lo que demuestra el gran impacto que tuvo esta campaña viral.14
Al igual que algunos virus extremadamente infecciosos como el de la gripe, el reto del cubo de hielo también resultó tener un carácter extremadamente estacional (un interesante fenómeno que hace que la tasa de propagación de una enfermedad varíe a lo largo del año, y que examinaremos con más detalle en el capítulo 7). A medida que se acercaba el otoño y el clima en el hemisferio norte se iba haciendo más frío, sumergirse en agua helada empezó a parecer cada vez menos divertido, aunque fuera por una buena causa. Cuando llegó septiembre, la fiebre prácticamente se había extinguido. Sin embargo, al igual que la gripe estacional, regresó el verano siguiente, y el siguiente, con formatos similares, pero con una población ya muy saturada. En 2015 el reto proporcionó a la ALS Association una recaudación de menos del 1% del total del año anterior. De manera característica en estos casos, las personas expuestas al virus en 2014 habían desarrollado una fuerte inmunidad a este, incluso a cepas ligeramente mutadas (por ejemplo, con diferentes sustancias dentro del cubo). Mitigados por la inmunidad de la apatía, todos los nuevos brotes no tardaron en extinguirse, ya que no fue posible que, como media, cada nuevo participante transmitiera el virus como mínimo a una persona más.
¿Es exponencial el futuro?
Hay una parábola relacionada con el crecimiento exponencial que se enseña a los niños franceses para ilustrar los peligros de la procrastinación, la costumbre de dejarlo todo «para mañana». Cierto día se observa que se ha formado una colonia de algas extremadamente reducida en la superficie de un lago local. En los días siguientes se descubre que la extensión de la superficie del lago que cubre la colonia se duplica diariamente. Seguirá creciendo hasta cubrir el lago entero a menos que se haga algo. Si no se le pone freno, tardará 60 días en cubrir toda la superficie del lago, envenenando sus aguas. Dado que en un primer momento la superficie que cubren las algas es muy pequeña y no existe una amenaza inmediata, se decide dejar crecer las algas hasta que cubran la mitad de la superficie del lago, momento en el que resultarán más fáciles de eliminar. Luego se formula la pregunta: «¿Cuánto tardarán las algas en cubrir la mitad del lago?».
Una respuesta habitual que muchas personas dan a este acertijo sin pararse a pensar es 30 días. Pero, dado que la colonia duplica cada día su tamaño, sabemos que, cuando la superficie del lago esté medio cubierta, al día siguiente lo estará del todo. La respuesta, quizá sorprendente, es, pues, que las algas tardarán 59 días en cubrir la mitad de la superficie del lago, lo que dejará tan solo un día de margen para salvarlo. A los 30 días, las algas ocuparán menos de una milmillonésima parte de la capacidad del lago. Si fueras una de las células de las algas del lago, ¿cuándo te darías cuenta de que te estabas quedando sin espacio? Sin entender cómo funciona el crecimiento exponencial, si el 55.º día, cuando las algas cubren solo el 3 % de la superficie, alguien te dijera que el lago estará completamente cubierto en cuestión de cinco días más, ¿le creerías? Probablemente no.
Este ejemplo sirve para ilustrar de qué modo, como humanos, estamos condicionados a pensar de una determinada forma. En general, para nuestros antepasados, las experiencias de una generación eran muy similares a las de la anterior: las nuevas generaciones hacían los mismos trabajos, utilizaban las mismas herramientas y vivían en los mismos lugares que sus ancestros. Y esperaban que sus descendientes hicieran lo mismo. Sin embargo, hoy el crecimiento de la tecnología y el cambio social se está produciendo con tal rapidez que se producen diferencias notables en el transcurso de una sola generación. Algunos teóricos creen que la tasa de avance tecnológico está aumentando de forma exponencial.
El informático teórico Vernor Vinge resumió estas ideas en una serie de novelas y ensayos de ciencia ficción15 en los que los sucesivos avances tecnológicos se producen cada vez con mayor frecuencia, hasta que llega un punto en el que las nuevas tecnologías exceden la comprensión humana. La explosión de la inteligencia artificial conduce en última instancia a una «singularidad tecnológica» y al surgimiento de una superinteligencia todopoderosa y omnipotente. El futurista estadounidense Ray Kurzweil se propuso sacar las ideas de Vinge del ámbito de la ciencia ficción y aplicarlas al mundo real. En 1999, en su libro La era de las máquinas espirituales, Kurzweil planteó la hipótesis de la «ley de rendimientos acelerados»,16 en la que sugería que la evolución de una amplia gama de sistemas —incluida nuestra propia evolución biológica— se produce a un ritmo exponencial. Incluso llegó al extremo de fijar la fecha de la «singularidad tecnológica» de Vinge —el punto en el que, en palabras de Kurzweil, experimentaremos «un cambio tecnológico tan rápido y profundo que representa[rá] una ruptura en el tejido de la historia humana»— en torno al año 2045.17 Entre las implicaciones de la singularidad, Kurzweil enumera «la fusión de las inteligencias biológica y no biológica, [la existencia de] humanos inmortales basados en software y de niveles de inteligencia ultraelevados capaces de expandirse por todo el universo a la velocidad de la luz». Si bien tan extremas y disparatadas predicciones probablemente deberían haberse circunscrito al ámbito de la ciencia ficción, hay ejemplos de avances tecnológicos que realmente han experimentado un crecimiento exponencial sostenido durante largos períodos de tiempo.
La ley de Moore, según la cual el número de componentes de los circuitos de los ordenadores parece duplicarse cada dos años, constituye un ejemplo de tecnología de crecimiento exponencial que se menciona con bastante frecuencia. A diferencia de las leyes del movimiento de Newton, la ley de Moore no es una ley física o natural, por lo que no hay razón alguna para suponer que seguirá siendo vigente de forma indefinida; sin embargo, al menos entre 1970 y 2016 se ha mantenido notablemente constante. La ley de Moore tiene implicaciones, a mayor escala, en la aceleración de la tecnología digital en su conjunto, lo que a su vez contribuyó de manera significativa al crecimiento económico en los últimos años del siglo pasado y comienzos del presente.
En 1990, cuando los científicos se propusieron cartografiar los 3000 millones de letras del genoma humano, hubo voces críticas que se mofaron del proyecto basándose en su mera envergadura, y sugiriendo que al ritmo al que se podía realizar en aquel momento harían falta miles de años para completarlo. Pero la tecnología de secuenciación mejoró a un ritmo exponencial, y en 2003 pudimos leer íntegramente el «Libro de la vida» antes de lo previsto y dentro del presupuesto inicial de 1000 millones de dólares.18 Hoy, secuenciar el código genético completo de un individuo requiere menos de una hora y cuesta menos de mil dólares.
Explosión demográfica
La historia de las algas en el lago pone de relieve el hecho de que nuestra incapacidad de pensar en términos exponenciales puede ser responsable de la destrucción de ecosistemas