Tríptico de los siete inviernos. Miguel Ángel Martínez López
en trinos cada amanecer,
aunque suba el paro y suba el IPC,
aunque la cuesta sea cada vez más terrible
y el crecimiento del PIB insostenible.
Un amor ardiente en tu corazón,
aunque los EBITDAs se vistan de rojo,
aunque el financiero nos mire sediento
y siempre rememos en contra del viento.
Una risa fresca entre tú y yo,
aunque quiebre hasta el apuntador.
Porque la vida es amar yo prefiero
tu risa, los trinos, la luz, tu calor.
Me río de la crisis si tengo tu amor.
CORREOS ENTRE SEMANA
¿Quién puede detener esta diarrea
de nosecuantas mierdas por segundo?
Este mail que tortura mis minutos
llenándolos de espinas.
El barco de mi tiempo se me hunde
achicando basuras.
El peso de los temas escabrosos
me sepulta hasta el cuello,
y nada les detiene,
ahí siguen cayendo,
sobre mis brazos rendidos,
impotentes, como clavos torcidos.
Hasta el cuello me llega la agonía esperando a mañana,
que seguro que será peor y más duro,
y estaré más cansado.
Pero será mañana, al fin y al cabo, con un poco de suerte.
Y mañana: mañana,
en pocos días llegaremos al viernes.
Bendito viernes gozoso que todo lo redime.
LO QUE HAY QUE AGUANTAR
Lo que hay que aguantar,
¡Señor! Todos los días.
Lo que hay que aguantar.
Que te pisen la memoria,
que te hurguen en la herida.
Que te escupan el esfuerzo,
que te compliquen la vida.
Lo que hay que aguantar,
sin derecho a quejarse,
sin poder reprochar.
Porque otros hay peor
que no pueden respirar,
al menos, yo tengo aire
aunque huela un poco mal.
Lo que hay que aguantar,
¡Señor! Y lo que queda,
que no ha hecho más que empezar.
Cuando vienen los bufones
con sonrisas de cartón,
se me revuelven las tripas
y se encrespa el corazón.
Si yo tuviera una espada
afilada, medieval...
... ¡Lo que hay que aguantar, Señor!
Y yo, tan enfurecido,
y con este mal humor:
¡lo que tendrán que aguantar
los que tengo alrededor!
EXCESO DE TRABAJO
Las redes se colmaron de alegría,
las líneas bromeaban,
los routers recitaban poesías.
El firmware se llenó de primavera,
un interfaz cantaba y otro se reía,
el software meneaba las caderas.
Los bits estaban locos,
jugando a los vaqueros,
corrían sin descanso, unos y ceros,
de un lado para otro.
Contando cotilleos
el SNMP parloteaba
hablando sin parar de esto y de aquello.
El sol resplandecía.
Untado bien en crema,
el BGP moreno se ponía.
El ISIS se tomó una Coca-Cola.
La brisa refrescaba.
El firewall me invitó a una gominola.
Y así pase la noche
de picnic y soñando con las redes.
Y estaban todas locas.
LA CUEVA
Si pudiera subirme a una nube
para dar volteretas
y, colgando las piernas,
saludar a los niños que juegan.
Si pudiera nadar por los mares,
bucear el océano,
con delfines saltar entre olas
y cantar con sirenas.
Pero no. Yo trabajo en la cueva
de cristales ahumados,
encerrado entre luces sin sombra
con aire sin viento.
Así me gano el pan,
sin sudor en la frente.
Van mis dedos bailando furiosos
por las teclas crujientes.
Con los nervios tensados, al borde
de saltar en pedazos,
y la copa de las ambiciones
tendiendo su lazo.
En el fondo, hago cosas bonitas
para quien las entienda:
en mis manos sujeto el timón
hacia el sol que despierta,
y disfruto,
pero en el aire hay algo nocivo,
con dolor lo presiento;
no es normal descubrir con sorpresa que
de lunes a viernes
también sale el sol y recorre su trecho,
mientras yo, recluido en mi cueva
me entero de que es primavera
porque viene marcado en mi agenda.
II. Desahogos a la Sombra...
EL BUZO DE LA ISLA
Mi mundo interior, la verdad rocosa,
mi luna, sus estrellas,
mi sol y mis poemas,
la playa de mi cuerpo rodea mi extraña isla.
Los