Antropología de la integración. Antonio Malo Pé

Antropología de la integración - Antonio Malo Pé


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lógico: la equinidad, pertenecen a dos especies biológicas distintas, ya que el mulo —resultado del cruce entre burro y yegua— es estéril. Sin embargo, según Mayr[26], la barrera de la generación no es rígida: a pesar de que en condiciones naturales las especies diferentes no se cruzan, pueden hacerlo cuando se encuentran en cautividad y, entonces, llegan incluso a ser fértiles, como ocurre con el oso grizzly-polar, hibrido del oso pardo y el oso polar, que son dos especies distintas de ‘oso’.

      Por lo que se refiere a los cambios en las especies hay también una amplia gama de teorías que, sin embargo, pueden reducirse a estas dos fundamentales: 1) la teoría fijista; 2) la teoría evolucionista.

      De todas formas, con los datos que actualmente aportan la biología, la zoología y la paleontología, la hipótesis fijista se vuelve cada vez menos plausible. La aparición y desaparición de especies animales a lo largo de millones de años, así como también la existencia de animales que parecen mezclar en sí características de especies diferentes, como el ornitorrinco, el canguro o los mamíferos marinos: la ballena y el delfín, plantean a la hipótesis fijista una serie de cuestiones que son irresolubles.

      Problemas del darwinismo y respuestas evolucionistas

      A pesar de ser un paradigma científico nuevo y de gran alcance, la teoría darwiniana presenta algunas fallas. Quizá la más importante sea considerar la selección natural como el único principio de la evolución. En realidad, además de la selección natural, deberían incluirse otros principios, como la difusión de individuos de la misma especie por diferentes ambientes climáticos, su diversificación específica (con los consiguientes cambios morfológicos) y solo, al final, la selección de las especies; se explicaría así uno de los datos constantes de la evolución: el genotipo más adecuado para un nicho ecológico es el que se transmite a los descendientes sin que pueda modificarse posteriormente, pues los cambios genéticos que se han producido impiden la hibridación con individuos que carecen de ellos. Por tanto, la selección natural no sería otra cosa que el final de un proceso muy complejo, que comienza con la difusión de los individuos de una especie a otros ambientes. Como veremos, las diferentes versiones actuales del evolucionismo intentan resolver esa cuestión.

      Por último, el rechazo de la finalidad lleva a Darwin, siguiendo en esto también a Lamarck, a apoyar la tesis de que la función crea el órgano; por ejemplo, algunos animales habrían desarrollado el tacto, cuando las condiciones ambientales les obligaban a servirse de la sensibilidad táctil. Sin embargo, como veremos al estudiar las sensaciones, la relación del órgano con la función es precisamente la inversa: es la función la que depende del órgano, ya que la materia orgánica es capaz de ejercitar una función sólo si antes ha recibido un adecuado grado de formalización. Por lo tanto, más que de los cambios del entorno, la función depende del tipo de formalización de la materia orgánica. De ahí que, además de la función táctil, el órgano u órganos del tacto tenga como fin la visión, pues para ver es necesario primero haber adquirido el sentido del tacto. En la evolución se debe incluir de algún modo la idea de fin; se trata, sin embargo, de un finalismo que no se basa en un diseño inteligente, pues se sirve del caso, de la desaparición de las especies y de enteras ramas del árbol de la evolución por quedar interrumpidas o desarrollarse en otra dirección. Quizá el aspecto más importante del paradigma darwinista consista en el intento de explicar el origen de las especies usando solo causas físicas y leyes naturales. Desde este punto de vista, el darwinismo ofrece un modelo todavía válido para las ciencias naturales.


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