Soberbia. Leticia Flores Farfán
Víctor, como se llama en la novela) Frankenstein repite obsesivamente al ver que su criatura responde a su genio. Es el momento cumbre en el que el doctor Frankenstein triunfa sobre la muerte y prueba lo que es sentirse también inmortal a través de sus logros. Las consecuencias de su pasión desbordada provocarán desgracias a su alrededor de las que él es responsable. Como un oráculo, su antiguo maestro, el doctor Waldman, le advierte: “¡Creaste un monstruo, y él va a destruirte!”.24
La energía del doctor Frankenstein no proviene sólo de la centella o de su privilegiado intelecto, sino también del pecado que alimenta su ánimo y ha dirigido sus pasos hasta este momento de febril triunfo, de éxtasis absoluto en el que un hombre se iguala con Dios al darle vida a otro ser humano. El hombre de ciencia se otorga a sí mismo la corona de laurel de la soberbia.
Uno de nuestros mayores realizadores de cine fantástico y de horror, Guillermo del Toro, comenta respecto de Frankenstein.
La criatura de Víctor Frankenstein, nacida de la pluma de Shelley, es el santo patrón de los desvalidos sociales, de los espíritus raros, de las almas oscuras, y encuentra en Whale a su Leonardo. Un retratista que carga de ambigüedad y pasión todo lo que toca; un hombre con increíble capacidad para hacer que cada detalle, visual o sonoro, rime hasta crear un poema tonal de absoluta perfección.25
Boris Karloff, cuyo verdadero nombre era William Henry Pratt, hizo suyo el personaje de la criatura. Nadie como él interpretó al monstruo en aquellas cintas de la Universal. Karloff era un actor inglés, lo mismo que Colin Clive, el enceguecido científico que alejado de la academia decide lanzarse a ser dios, creando a su lastimoso Adán. Cuando James Whale decide darles los papeles de creador y criatura a estos dos actores, define una dupla padre-hijo. El anguloso rostro de Karloff y su estatura, convencieron a Whale de que había dado con el intérprete adecuado para encarnar al patético y a la vez entrañable monstruo, aunque no acabó de darle suficiente crédito. Dato curioso es saber que las últimas cuatro películas en que trabajó Karloff, fueron coproducciones USA y México.26
Una aportación definitiva de la versión fílmica concebida por Whale es la caracterización del monstruo, a partir de ideas del propio director y ejecutada por el artista de maquillaje de los Estudios Universal, Jack P. Pierce (1889-1968). Pierce era un inmigrante griego cuyo nombre original fue Janus Piccoulas. Su interpretación de la apariencia del monstruo, que siempre defendió como autor absoluto, se convirtió en un arquetipo: la gran cabeza con la tapa del cráneo plana, los ojos con pesados párpados, las mejillas sumidas, la cicatriz en la frente cerrada con grapas y los dos tornillos metálicos en el cuello donde se alimenta con electricidad a la criatura para revivirla, como las terminales de una batería de automóvil.
En una entrevista televisiva que concedió al conductor de TV Wayne Thomas en 1962, Pierce comentó sobre su trabajo: “Creo que este personaje ha sido el monstruo más emblemático retratado por el cine”. Es a través de esta frase que el maquillista se coloca por encima de James Whale, disputándose la paternidad de la criatura fílmica, en un duelo de vanidades. La soberbia llena la boca de Pierce como ocurre con otros coterráneos suyos en las antiguas tragedias.27
María, la niña campesina con la que se encuentra la criatura, con el mismo nombre de la madre literaria de Frankenstein, representa la inocencia del propio monstruo, quien al tampoco conocer límites éticos y morales, termina provocando que ella se ahogue. Esta dicotomía entre la fuerza bestial y la ingenuidad hace que el gigante piense que igual que las flores, la pequeña va a flotar en el lago. Su acción nos recuerda que, a fin de cuentas es un recién nacido, un potro que torpemente se tropieza al dar sus primeros pasos. La criatura tiene pulsaciones que retumban en su cerebro criminal, heredado por algún Barrabás.
Nunca perdemos de vista que él es una extensión de su creador y por lo mismo, se presenta en la alcoba de la novia de Henry Frankenstein, antes de que éste llegue al lecho nupcial. La libido del científico entra clandestinamente y sorprende a Elizabeth, vestida de novia.
V
Por un mundo de dioses y monstruos.
Dr. Pretorius brindando en
La novia de Frankenstein (1935)28
James Whale, realiza su película Frankenstein en 1931 y cuatro años más tarde accede a dirigir La novia de Frankenstein (1935), regresando al universo creado con tanto esmero en la primera cinta.
En este filme, el monstruo se cruza en un cementerio con un Cristo. Más adelante, lo vemos retorcerse invadido por el pánico al ser sometido por la muchedumbre. La turba ha atrapado a la criatura de Frankenstein en un rocoso promontorio, luego de asediarlo por desolados parajes monocromáticos. En aquel Monte Calvario, los aldeanos lo atan de pies y manos en un poste que echan a una carreta para llevarlo hasta un calabozo en la estación de policía del pueblo, donde ya lo espera un tosco trono con cadenas. Ahí el monstruo se siente confundido y agotado. Presiente que su fin está cerca, y como un Cristo con cerebro de Barrabás, enfrenta el desprecio del pueblo sin que su padre pueda librarlo de ese vía crucis. La criatura sí es una versión de Cristo, el hijo de Dios que es sacrificado por la humanidad. Esta referencia era tácita pero la censura de la época obligó a Whale a alejar a su monstruo de la imagen religiosa.
La novia de Frankenstein retoma elementos de la novela que no se utilizaron en la primera película. La idea de iniciar con Mary Shelley, recordando con su esposo y Lord Byron las circunstancias en que se escribió la novela, permitió que la actriz Elsa Lanchester interpretara a Mary y a la versión femenina de la criatura.
Whale usa de nueva cuenta los sets de la película original y en un recuento inicial, nos muestra el incendio del molino con el que concluye su Frankenstein de 1931. Se nos revela que la criatura no murió. Aunque sufrió quemaduras, se salvó al caer en un subsuelo inundado desde donde regresa para escapar de nuevo y perderse en el bosque, que se ha dicho, representa el inconsciente. Como los huérfanos en los cuentos infantiles, la criatura va dejando atrás una incipiente niñez y se trasfigura en un conflictivo adolescente, aterrorizado por los cambios que descubre en sí mismo. Se pierde en el hostil paisaje, buscando, como el hijo pródigo, el camino de regreso a la casa paterna.29
La novia de Frankenstein de James Whale.
En la ruta, tiene varios encuentros con la inocencia que él va dejando atrás: una pastora, unas niñas que regresan de la iglesia y un eremita ciego virtuoso del violín que le comparte techo y comida. El ciego y la pequeña María de la primera cinta son los únicos que pueden ver quién es realmente la criatura. La ceguera y la invisibilidad son elementos con los que Whale juega. Como comenta Guillermo del Toro, Hollywood y sus severas reglas y parámetros fue ciego ante el talento de Whale, quien se la pasó intentando ganarse el reconocimiento de una comunidad que lo arrinconó.30
El monstruo articula palabras elementales y le exige a Frankenstein que le fabrique una compañera como él, para que no lo discrimine. Henry intenta negarse pero es presionado por su antiguo profesor, el viejo doctor Septimus Pretorius (Ernest Thesiger), estrafalario y mefistofélico científico, creador de homúnculos, que lleno de amaneramientos, empuja su soberbia para que repita su proeza, resucitando ahora a una criatura femenina. Henry se echa para atrás pero entonces la criatura secuestra a Elizabeth, la esposa del doctor. Listo para hacer el trueque sexual, Henry accede a los deseos de su desamparado “hijo”. La criatura es la encarnación de pesadilla de los inconfesables deseos de su creador. Ahora sólo desea que los latidos irregulares del corazón resucitado de una joven, le permitan conocer “mujer, amiga, esposa”.31
La empatía que sentimos por el monstruo lo va haciendo cada vez menos horrible, mientras que al doctor Frankenstein lo vemos acabado y patético. Una vez que la electricidad ejerce su poder, los ojos de aquella única mujer se abren. Ella levanta ambos brazos para luego languidecer. Ataviada con una larga mortaja y vendas, luciendo su relampagueante peinado se presenta la novia de Frankenstein. La actriz le propuso al director actuar con la actitud y sonidos que ella observó en los cisnes de un parque y de ahí sus acciones pajariles. La gran desilusión ocurre cuando la ansiada