Sufrimiento. Paul David Tripp

Sufrimiento - Paul David Tripp


Скачать книгу
que nos hace querer poner las cobijas sobre nuestra cabeza y no enfrentar el día, y en momentos nos hace desear que pudiéramos morir, nunca es solo físico.

      Esto es lo que es tan importante entender: el sufrimiento es una guerra espiritual. Cuando estás sufriendo, es vital saber que no solo estás luchando por la salud de tu cuerpo, o por una relación, o contra el racismo o la injusticia, o por tu matrimonio, o por tu reputación, o por tu trabajo. Mientras luchas por estas cosas, también debes luchar por tu corazón. El sufrimiento siempre pone tu corazón bajo ataque. El sufrimiento nos hace a todos susceptibles a las tentaciones que, de lo contrario, no habrían tenido tal poder sobre nosotros. El sufrimiento nunca es solo una cuestión del cuerpo, sino que es también siempre un asunto del corazón. Nunca es solo una agresión a nuestra situación, sino también un ataque a nuestra alma. El sufrimiento nos lleva a los límites de nuestra fe. Nos lleva a pensar en cosas sobre las que nunca habíamos pensado antes y tal vez incluso cuestionar las cosas que pensábamos que estaban resueltas en nuestros corazones. Demasiados de nosotros, mientras luchamos contra la causa de nuestro sufrimiento, olvidamos luchar por nuestros corazones.

      El propósito de este libro es ayudarte con la guerra debajo de la batalla, alertarte sobre lugares donde tienes que luchar por tu propio corazón y ayudarte a ver las asombrosas formas en que tu Salvador se encuentra contigo en tu batalla.

      ¿Por qué sufrir es una guerra espiritual? La respuesta es que tú no eres una máquina. Si algo falla en una máquina, la máquina no siente tristeza, no está tentada a preocuparse, no cuestiona creencias de mucho tiempo, no desea la vida de otra máquina, y no tiene ninguna preocupación por lo que depare el futuro. Pero tú y yo no somos así. No vivimos mecánicamente o por instinto. Nosotros pensamos, nos maravillamos, deseamos, sentimos, reflexionamos, soñamos, interpretamos, percibimos, anhelamos, proyectamos, etc. Hacemos realidad nuestros corazones (Proverbios 4:23; Marcos 7:14–23; y Lucas 6:43–45), y nuestros corazones son una fuente continua de interactividad. Tu y yo nunca dejamos nuestras vidas solas. Traemos un mundo interior rico y multifacético de pensamientos, deseos, y emociones a cada experiencia. Nunca dejamos solos cualquier cosa que pase a nosotros o a nuestro alrededor. Empujamos todo en nuestras vidas a través de nuestra red conceptual, emocional, espiritual (CEE). Sea que estés consciente de ello o no traes, tu CEE particular a todo en tu vida. Esto significa que no solo eres moldeado por tus experiencias, sino que también le das forma a esas experiencias. Tú y yo nunca somos solo influenciados por lo que sufrimos, sino nuestro CEE influye la forma en que sufrimos.

      El CEE que traes a tu sufrimiento da forma a la manera en que lo ves y lo entiendes, y el impacto a corto y largo plazo que tiene en ti. Es por esto que dos personas en la misma situación difícil tendrán experiencias y respuestas dramáticamente diferentes a ella. Ambos Juan y Jorge perdieron mucho dinero cuando la bolsa de valores se desplomó hace algunos años, pero lo sufrieron de maneras muy diferentes. Para Juan, la riqueza física era una gran fuente de seguridad personal, por lo que cuando perdió una gran parte de su riqueza, no solo perdió dinero; perdió su seguridad y quedo paralizado por la ansiedad y la ira. Jorge sabía que tenía que ser un buen mayordomo del dinero que Dios había provisto, pero nunca lo vio como fuente de seguridad; le frustraba haber perdido tanto, pero tuvo poco impacto en su vida cotidiana.

      Permíteme repetir algo de lo que he hablado y escrito antes. Como personas creadas a la imagen de Dios, ninguno de nosotros vive la vida basada en los hechos crudos de nuestras experiencias. Todos vivimos basados en nuestra interpretación particular de esos hechos. De esta manera, el campo de batalla central del sufrimiento no es físico, financiero, circunstancial, o relacional. El impacto del sufrimiento en todas esas cosas es real, a menudo a largo plazo y, a veces, increíblemente difícil. Pero las dificultades físicas siempre se convierten en dificultades del corazón. El sufrimiento físico pronto se convierte en una guerra de pensamientos y deseos. El sufrimiento nos quita las preguntas y anhelos más profundos.

      Esto nos obliga a examinar y considerar las cosas de una manera nueva o por primera vez. Nos hace preguntarnos de maneras que nunca nos hemos preguntado, nos hace dudar de lo que asumimos anteriormente, anhelar lo que nunca hemos deseado, y pensar en formas que nunca hemos pensado.

      El sufrimiento expone elementos de nuestro CEE que no sabíamos que estaban allí. Desafía las antiguas suposiciones, a menudo reemplazándolas con nuevas preguntas. Nos tienta a querer respuestas donde Dios ha estado en silencio, a querer más de Dios de lo que ya se nos ha dicho. El sufrimiento es emocionalmente agotador y espiritualmente gravoso. Nos hace vulnerables en lugares que pensábamos éramos fuertes. El sufrimiento nunca es solo físico, sino siempre se convierte en sufrimiento del corazón. Esta batalla más profunda es la razón para este libro.

      Ojalá pudiera decir que como he sufrido en maneras que nunca pensé que lo haría, he sufrido con un corazón en completa y constante paz y descanso, pero no puedo. Mi corazón también ha sido agredido con el llanto y la confusión que trae el sufrimiento. Las suposiciones que había llevado cargadas durante años empeoraron mi aflicción, y los anhelos han hecho la carga más pesada. He examinado cosas que no tienen sentido en lo absoluto. He hecho preguntas que no prometen una respuesta. He enfrentado tentaciones que nunca antes había enfrentado. No he huido o rechazado a mi Señor, pero mi sufrimiento no ha sido solo corporal; ha sido también una batalla de mi corazón.

      Lo que la mayoría de nosotros fallamos en entender es que el impacto en lo que nuestro corazón hace con lo que sufrimos, es tan poderoso como aquello que estamos sufriendo. Tú y yo nunca somos personas que sufren pasivas, y el dolor que experimentamos nunca es solo físico o emocional. El sufrimiento es una experiencia hondamente teológica y profundamente espiritual. Tiende a agredir creencias profundamente arraigadas y a fortalecer dudas de mucho tiempo. Pero hay otro elemento que pide discusión. Como todo lo demás en nuestras vidas, la Biblia no aborda el sufrimiento solamente respecto a nosotros. No somos individuos aislados, tratando de dar sentido y de hacer frente a la vida por nuestra cuenta.

      De hecho, nunca estamos solos en nada. Sufrimos como criaturas de Dios. Sufrimos como súbditos del gobierno soberano de Dios. Sufrimos como hijos redimidos de Dios.

      Esto significa que Dios está inextricablemente conectado e íntimamente involucrado en nuestro sufrimiento. Como todo lo demás que enfrentamos, el sufrimiento tiene lugar bajo Su gobierno soberano, y sucede en el medio de Su plan redentor. Ahora, aquí está el punto que quiero establecer sobre esto: la manera en que entiendas la participación de Dios o la no participación en tu sufrimiento, la manera en que comprendas Su propósito para, o distancia en tu sufrimiento, y las conclusiones que hagas acerca de Su cuidado y capacidad para ayudar tendrán una gran influencia en tu experiencia de sufrimiento. Diré mucho más al respecto más adelante sobre cómo la Biblia conecta a Dios con las cosas que sufrimos, pero primero quiero compartir dos historias contigo.

       Sufrimiento: Trampas y Consuelos

      Juan perdió a su esposa, y él estaba enojado. Ella era la mujer de sus sueños. La conoció en un picnic de la empresa y rápidamente quedó enamorado. No podía creer que ella le prestaría atención, pero ella lo hizo. Al florecer su romance, Juan se sentía como el hombre más afortunado en la tierra. Ella compartía muchos de sus intereses y, lo más importante de todo, su fe. Mientras iba sentado en el avión con Jeannie, en camino a su luna de miel, Juan no podía creer que ella se hubiera casado con él. No podía comprender que en realidad pasarían el resto de su vida juntos. Los primeros cuatro años de matrimonio fueron maravillosos, solo ellos dos disfrutando de lo que cada uno siempre disfrutaba, pero ahora podían disfrutar juntos.

      A los cinco años de matrimonio llegó el primer bebé y dos años después otro. Y aunque su hijo y su hija trajeron el caos típico a sus vidas, lo que John pensaba que era tan bueno estaba por ponerse aún mejor. El negocio de Juan estaba prosperando, Jeannie era una madre competente y satisfecha, y su iglesia era un lugar donde se sentían felices y bien alimentados. En el día del decimoséptimo cumpleaños de su hijo, Jeannie sintió náuseas y debilidad, pero ella siguió adelante. En los días que siguieron, se sintió aún peor, y por insistencia de Juan hizo una cita con su médico. Ella


Скачать книгу