La masonería. Francesc Cardona

La masonería - Francesc Cardona


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trato. Por otra parte, como ya hemos señalado, una vida irregular incluso al margen de la ley, no era ningún obstáculo para seguir perteneciendo a la logia e incluso sus hermanos podían protegerle. Esta ayuda fraternal estaba por encima de las prácticas filantrópicas.

      Giacomo Girolamo Casanova

      Por último, nos encontramos con ese afán de la Europa Ilustrada por la búsqueda de lo esotérico, lo hermético que tanto impulsó al desarrollo de la masonería especulativa.

      Sin embargo, Casanova aunque fuera iniciado en la misma, y sus hermanos masones siempre la defendieron pretendiendo gozar de poderes ocultos, ni fundó logias, ni transmitió ninguna verdad oculta, fue un simple embaucador que se aprovechó de su encanto, en especial con el género femenino.

      Cagliostro ya es harina de otro costal. Nacido en 1743 como José Bálsamo en Palermo, Sicilia. Hijo de un humilde quincallero que murió en la miseria y de una mujer con delirios de grandeza, confiado a sus tíos maternos inició desde muy joven una ininterrumpida cadena de fechorías y de visitas a la cárcel. Intentando llegar a Egipto, símbolo masónico de primer orden, recaló en Malta donde todavía gobernaba la orden de caballeros de San Juan de Jerusalén. Su gran maestro buscaba con ahínco la piedra filosofal, pero un accidente mató al compañero de fatigas de José Bálsamo y este tuvo que abandonar la isla —sus estafas continuaron.

      Pasó por Roma en donde contraería matrimonio con una mujer que se dedicaría a la prostitución para poder vivir y codearse con las personalidades del momento.

      Tras muchas aventuras por diversos países, el matrimonio recaló en Inglaterra en donde en 1777 se inició en la masonería ya como conde de Cagliostro (título de su invención) en una logia de inmigrantes italianos y franceses que aplaudieron la llegada del supuesto aristócrata.

      Ya como iniciado en los tres primeros grados de la masonería, en Holanda tuvo un éxito extraordinario, inventando supercherías de transmutaciones en oro.

      En Alemania (Prusia) conoció a un tal don Pernety, expulsado de la abadía benedictina de Saint Germain de Prés y que Federico II, masón convencido, lo había nombrado conservador y miembro de la Academia Real de Berlín, quien había entrado en contacto con los Iluminados a los que nos referiremos después, aunque quizás no perteneciera a ellos. El exbenedicto se inventó un extremo rito especial con ángeles incluidos que si a Cagliostro no entusiasmó, hizo como tal, porque le interesaba tenerle como protector.

      Cagliostro creó así su propio ritual que vertió en un libro que tituló: Ritual de la masonería egipcia en el que admitían todo el esoterismo vigente hasta entonces reconocida su relación con Isis, Osiris y los arquitectos egipcios.

      Cagliostro

      Este rito en el que entrarían hombres y mujeres, sería presidido por él, elevado a la categoría de gran copto. Sería ayudado por doce maestros (profetas) y siete muestras (sibilas), con unos mandamientos genuinamente masones; amor a Dios y al prójimo, y el respeto al soberano y a sus leyes. Lo innovador eran sus promesas: visión beatífica, la perfección, el poder de invocar espíritus y la regeneración física y moral, auténtico programa gnóstico que casaba bien con la masonería que pretendía redimir a Adán y reunirlo en una visión beatífica con la divinidad. Enseñarle un camino de bien, virtud y sabiduría (la perfección), de los secretos de la nigromancia greco-egipcia y por último alcanzar la inmortalidad y la eterna juventud.

      El cristianismo se puso en guardia a pesar de que Cagliostro insistiera en su compatibilidad. La gota que colmó el vaso, fue el emblema simbólico que adoptó de una serpiente con una manzana en la boca y una flecha que le traspasaba la cola dirigida hacia abajo ¿Pretendía con el culto a la serpiente, significar que se abría el arcano de Satanás? ¿Serían como dioses?

      Europa se rindió a sus pies incluso con sus supuestos milagros perpetrados en la corte de Catalina de Rusia y hasta llegaron a invocarle como “Dios mío”, creyendo a pie juntillas lo que explicaba: que había nacido antes del Diluvio Universal, que se había embarcado en el arca de Noé y que había sido amigo de Moisés y Salomón, discípulo de los faraones y de Sócrates, compañero de Hermes Trismegisto y de Jesús al que le había dado consejos para salvarse de la Cruz, aunque a veces contaba otro relato con orígenes arábigos. Sus sesiones de espiritismo parecerían proverbiales.

      Un asunto turbio de un collar en el que se mezclaron estafadores profesionales, el cardenal de Rohan y la propia reina María Antonieta, precipitó su caída y su reclusión en prisión. Finalmente resultó absuelto, pero tuvo que abandonar París.

      Alcanzó Londres en 1786, pero fue recibido con frialdad. Se dirigió a Italia e intento que el papa Pío VI le escuchara. La inquisición intervino y fue puesto en prisión. Un juicio lo condenó a muerte, pero le fue conmutada la pena por la de cadena perpetua. Falleció en la cárcel en 1794, pero su fascinación por el ocultismo pervivirá durante siglos. La masonería utilizó su proceso para desacreditar a la Santa Sede y convirtió a Cagliostro en un mártir18.

      Los Illuminati

      Durante el siglo XVIII algunos reformistas y francmasones se esforzaron en los países europeos por reunir y organizar a hombres elegidos que difundieran el saber y sirvieran a la causa de la libertad. Mirabeau que presidiría la Asamblea Constituyente de Versalles de 1789 (y que no está claro que fuera masón) redactó el proyecto de una “sociedad íntima” organizada según el modelo de la Compañía de Jesús a la que combatió:

      “Nuestras ideas son en todo opuestas (a las de ella) —escribió— deseamos ilustrar a los hombres, hacerlos libres y felices, pero ¿quién nos impedirá hacer para bien, lo que los jesuitas han hecho para mal?”19

      El plan lo puso en marcha Adam Weishaupt (1748-1830) en Baviera en 1776. Catedrático de Derecho Canónico de la Universidad Católica de Ingolstadt en Viena. Su ascendencia judía pudo influir en sus puntos de vista, tanto expresados en clases como privadas, no muy ortodoxos y los plasmó en la sociedad secreta de los illuminati (los iluminados).

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