La masonería. Francesc Cardona
la venganza hacia el papado y a la monarquía francesa, hubiera anidado en su corazón.
Tal supuesta vinculación de algunos templarios a la masonería llenó el vaso de su historia y de su propaganda, y se buscó su enlace en el inicio de los tiempos como receptores de secretos herméticos. Así no es de extrañar que una Orden de los Caballeros Templarios y otros con el apelativo de templarios, lo hicieran en Escocia, Irlanda y EE. UU.
Los templarios enemigos de la Santa Sede por las circunstancias, tuvieron una relación innegable en el siglo XIV con maestros escoceses. Otra cosa es la cadena de atribuciones con un pasado remoto hermético. Además, existen logias que no acaban de ver lo primero, de forma innegable.
Los constructores de catedrales
En la Baja Edad Media, las corporaciones derivadas de los collegia, dieron lugar a los gremios según una antigua teoría, pero esto solo se ha confirmado en las zonas de Italia que se hallaban bajo el dominio bizantino. El gremio medieval es el resultado de la conjunción de dos acciones: la de la libre asociación de los artesanos urbanos, que a partir del siglo XI constituyeron cofradías (fratermitates) con fines religiosos y asistenciales y la de los poderes públicos que intentaban controlar la calidad y el precio del producto. Pocos gremios medievales tuvieron tanto influjo y repercusión en la historia posterior como el de los constructores de la Baja Edad Media. No existe la menor duda de que fue el originario de la denominada masonería operativa que siglos después, en el siglo XVIII, se transformaría en masonería especulativa, no ya con el fin constructivo, pero sí con un ritual semejante de iniciación, nomenclatura y organización.
El escalón más bajo lo constituían los aprendices que permanecían unos diez años (variables según las circunstancias) bajo el control de un maestro. Después estaban los oficiales, obreros o cumpagnors (en los reinos francos). Debían ejercer su oficio “bien y lealmente” junto al maestro durante varios años por medio de un acuerdo o contrato verbal o escrito. Se accedía a maestro realizando una obra maestra o excepcionalmente mediante el pago de un dinero.
En Inglaterra, los gremios custodiaban celosamente las artes de su oficio, que solo enseñaban a personas muy concretas y que se reunían en cabañas llamadas logias. Su objeto era burlar las ordenanzas que fijaban los emolumentos por sus trabajos de albañilería y como tales, estaban sometidos a una reglamentación moral.
Cuando un candidato deseaba ingresar en el gremio, debía prestar un juramento de lealtad y de honradez. En el acto de iniciación, el candidato juraba mantener en secreto todos aquellos hábitos y costumbres del gremio. Sin embargo, no todos obtenían el aprobado. Alcanzar el puesto de maestro albañil, tanto en Inglaterra, como en el resto de Europa Occidental equivalía a convertirse en una de las figuras más importantes del reino. Según los países existieron variantes de los mismos. El nombre de franc-masón, deriva del francés franc-magon (por mucho tiempo la lengua oculta de Inglaterra) con el significado de albañil libre o free-mason o free-stone-mason5.
Se han conservado hasta ciento treinta versiones de las ordenanzas inglesas de fines del siglo XIV en las que se estipulaba la creencia en Dios de sus miembros así como las enseñanzas dentro de la ortodoxia católica, rechazando cualquier atisbo de herejía, obedecer al monarca, no desear al elemento femenino familiar del maestro, prohibición del juego de cartas durante ciertas fiestas religiosas y de frecuentar los prostíbulos. Aquí estas prohibiciones no diferían de las de los otros gremios, pero es que hasta entonces su finalidad era meramente profesional. Sin embargo, hemos de recalcar cómo los masones posteriores se aprovecharon de la reglamentación para ascender en el escalafón y no se podía transmitir sus conocimientos sin permiso de sus superiores. Sin lugar a dudas, se sentaron las bases para la auténtica masonería especulativa.
Fran, Lorenzo y Arus, Rosendo: Buenos Aires, Kiev 1962. 3 vols.
El misterio de las Catedrales (Barcelona, 1999) y La masonería: historia e iniciación (Barcelona, 2004).
Los gnósticos constituyeron diversas variantes o escuelas de una secta surgida en el siglo II que sintetizaba doctrinas filosóficas griegas y orientales y con complicadas cosmologías, constituyendo diversas asociaciones con grados de iniciación. En 1945 se descubrió una importante biblioteca gnóstica en el Alto Egipto escrita en copto y en periodo de estudio. Una parte se editó en 1977.
Sus comunidades religiosas se establecieron junto al mar Muerto con bienes compartidos y hábitos ascéticos y pacíficos. Los aspirantes tenían que someterse a una serie de pruebas antes de ingresar en la comunidad. Los alumnos vestían un mandil blanco. Poseían grandes conocimientos arquitectónicos y singulares rituales y ceremonias. Jesucristo fue identificado como uno de ellos. Los manuscritos de Qumrán los relacionan con el cristianismo primitivo.
Es decir, el albañil que trabaja la piedra de adorno, para distinguirlo del rough-mason, trabajador tosco comúnmente aplicado a los canteros ingleses. Se encuentra en un acta conservada del Parlamento del año 1350, reinando Eduardo III, que en el tiempo se reduciría a la de freemason (libres de impuestos). Al ser la mayoría extranjeros, se defendían por encima de todo de pagar estos impuestos, cosa que debían hacerlo las corporaciones autóctonas. En la actualidad, es como si hubieran conseguido en nuestra terminología, la autonomía sindical.
Capítulo II: Los inicios de la masonería
histórica. La logia del otoño medieval
y el Renacimiento
Se admite que la palabra masonería deriva, bien del sánscrito “ver”, bien del latín lux (luz). Ambas etimologías hacen referencia a la visión y a la imagen, señalando que solo se ve con claridad lo que se halla en plena luz. También se emparenta el vocablo con el antiguo logos como “razón” y con loggia en italiano, “estancia”, “sala”.
La logia era un obrador, un refugio y con frecuencia un edificio permanente. Generalmente, se trataba de una casa de madera o piedra donde los obreros trabajaban resguardados de la intemperie, pudiendo albergar hasta veinte canteros. Desde el punto de vista laboral, se trataba de una oficina de trabajo en la que había mesas o tableros de dibujo y un suelo de yeso para trazar un esquema de la obra. Servía también como tribunal presidido por el maestro albañil que mantenía la disciplina y aplicaba la reglamentación de la construcción.
La construcción de grandes edificios públicos establecía vínculos de estrecha unión entre los artistas y los operarios durante el largo espacio de tiempo en que tenían que convivir, y esto daba lugar a una comunidad de aspiraciones estable y un orden necesario e imprescindible que comportaba una subordinación completa e indiscutible.
La cofradía de los canteros estaba constituida por aquellos operarios hábiles que abarcaban tanto los obreros encargados de pulimentar los bloques públicos, como los artistas que los tallaban y los maestros autores de los planos. En los lugares en que se emprendía una obra de envergadura se construyeron logias y en su entorno habitaciones que constituían colonias y conventos, pues los trabajos de edificación duraban, por lo general, muchos años (y a veces se interrumpían por circunstancias diversas y se volvían a reanudar más pronto o más tarde). Las ordenanzas (Old Charges) reglamentaban la vida de los trabajadores con uno de los objetivos principales para lograr una total concordia fraternal, necesaria para la realización de una gran obra.
Durante el final de los tiempos medievales y el Renacimiento, los gremios albañiles no fueron más allá de agrupaciones artesanales que debían cumplir las normas. Todos pertenecían a este oficio, no como más tarde cuando los masones tenían alguna conexión real (si es que la tenían) con él.
Santos patrones
También el gremio de albañiles, como los demás, tuvo sus santos patrones protectores: san Juan Bautista o de verano y san Juan Evangelista o de invierno, así como los cuatro cantos coronados, tal como refieren los estatutos de