Honorables. Rossana Dresdner Cid
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© LOM ediciones Primera edición, marzo 2020 Impreso en 1000 ejemplares ISBN: 978-956-00-1248-7 eISBN:9789560012821 RPI: 2020-a-511 Imagen de portada: Emiliana Rojas Diseño, Edición y Composición LOM ediciones. Concha y Toro 23, Santiago Teléfono: (56–2) 2 860 68 00 [email protected] | www.lom.cl Tipografía: Karmina Impreso en los talleres de LOM Miguel de Atero 2888, Quinta Normal Impreso en Santiago de Chile
Miércoles 11 de Marzo de 2015
Tabla sesión de sala
Valparaíso 10:30 a 14:00
1 Inmediatamente después de la cuenta se votará la renuncia de los miembros de la Mesa de la Corporación, y posteriormente se procederá a la elección de los cargos de la nueva Mesa.
2 Proyecto que modifica disposiciones aplicables a los funcionarios municipales y entrega nuevas competencias a la Subsecretaría de Desarrollo Regional y Administrativo. Boletín 10057.
3 3. Proyecto que modifica el Código Penal para tipificar el delito de acoso sexual en espacios públicos. Boletines 7606 y 9936.
4 Proyecto que modifica la ley General de Urbanismo y Construcciones, para extender la vigencia del certificado de informaciones previas que emite la Dirección de Obras Municipales. Boletín 10395.
5 Proyecto que aprueba el acuerdo entre Chile y Bahamas sobre exención del requisito de Visa para titulares de pasaportes diplomáticos y oficiales, suscrito en Nassau, el 20 de abril de 2015. Boletín 10218.
1. Los diplomas no sirven de nada
Javiera Koch
–¡Se necesitan 60 votos más uno para sacarme de aquí y no los tienes! Tú, en cambio, ni siquiera vas a ser reelecto. ¿Crees que no sé que estás mal evaluado? Lo comentan tus propios colegas.… Así es que tengo la impresión de que el que va a seguir acá en tres años más soy yo y no tú. Por lo tanto, me parece que seguir hablando contigo es una pérdida de tiempo.
La puerta de la oficina de Augusto Catalán, Secretario General de la Cámara de Diputados, estaba entreabierta. Todos los que estábamos sentados afuera podíamos escuchar la discusión en su interior.
–¿Qué te has creído? ¡Tú eres un funcionario acá y estás para servir a los diputados…! Voy a hablar esto con mi jefe de bancada. Esto no va a quedar así.
–¿Ah sí? Mándale mis saludos a Carlos. ¿O vas a hablar con Javier? Porque me dijeron que él asume este año… Da lo mismo; seguro que no tienes ni idea de las negociaciones en tu propia bancada. ¿Sabes? Ahora no tengo tiempo: si tienes algo más que hablar conmigo, puedes pedir hora con mi secretaria. Tengo que ir a ver al futuro Presidente y explicarle la ceremonia de cambio de Mesa: algo que nunca tendré que aclararte a ti, por cierto. ¡Ah! No sé si te enteraste, pero al final se confirmó que el futuro Presidente es tu correligionario, Ignacio Cruz.
Miré a mi alrededor: la secretaria no había movido la vista de la pantalla del computador. Inmutable. Al frente suyo, detrás de un escritorio más pequeño, el asistente, un hombre gordo y de tez morena, vestido con un apretado terno oscuro, hojeaba una revista. Impávido. A nadie parecía llamarle la atención el altercado en la oficina de la máxima autoridad administrativa de la Corporación. Aparenté no escuchar. Al parecer era lo apropiado.
El diputado salió murmurando garabatos. No lo reconocí, ni de la prensa ni de las ciento veinte fotos de la sección «Diputados» de www.camara.cl que había revisado reiteradamente las últimas semanas, y donde me percaté de que gran parte de los parlamentarios son desconocidos para la mayoría de los ciudadanos comunes y corrientes. Como lo era yo, hasta hace once días.
Augusto Catalán salió de su oficina con el ceño fruncido. Tenía la piel rosada y el pelo castaño oscuro, opaco y ralo, como pelo teñido. Bajo, más bien gordo, vestía un terno azul marino, corbata roja y camisa blanca, que le apretaba en la zona del abdomen. Se detuvo frente a la secretaria y le dijo:
–Vamos a ver si esta ceremonia sale mejor que el año pasado…¿Llegó el Presidente Céspedes?
Se dio vuelta y me vio.
–Tú debes ser la nueva Directora de Comunicaciones… No me vienes a ver a mí, ¿verdad?
–No, vengo a buscar la copia de un papel que envió Contraloría y que usted tenía que firmar –respondí mientras me ponía de pie, rápida.
Miró a su secretaria. Ella le hizo un gesto afirmativo con la cabeza. No intercambiaron palabra.
–Está listo –me dijo–. Me hubiera encantado conversar contigo, ¿Javiera…?
Asentí con la cabeza.
–Sí… Javiera, pero ahora estoy muy ocupado con los últimos detalles de la ceremonia de instalación de la nueva Mesa. ¿Tú tienes alguna duda con eso?
–No… –respondí.
–Muy bien. Le dije a Bernardo San Martín que te explicara todo. Él lleva veinticuatro años acá, así es que debería saber. Es un poco lento, pero conoce la Cámara y sus procedimientos. Pide una cita con Carmen para que conversemos. Mejor para la próxima semana, porque ésta ya prácticamente terminó. Marzo es siempre así. Acá cada mes tiene su afán, pero en general todo es tranquilo. Si sigues el ritmo de la Corporación, no habrá problemas. Ya te vas a acostumbrar.
–Me imagino… Pediré la cita. También el Prosecretario me ha orientado –agregué.
Se detuvo.
–Es mejor que lo veas con Bernardo –dijo.
Me pareció amable. Correcto. Muy distinto al personaje que hace momentos le gritaba al diputado. Y a la descripción que de él me habían hecho de un par de amigos periodistas.
–Acá está la copia de la resolución enviada a Contraloría –me dijo Carmen, mientras me entregaba una carpeta blanca con el logo de la Cámara de Diputados–. Tiene el timbre de la Cámara y la firma del Secretario General.
Le agradecí y me preocupé de sonreír. Ella no. Tomé la carpeta, revisé el documento y salí de la Secretaría General. Ya en el pasillo del cuarto piso me acerqué a la baranda, desde donde se veía el gran hall «El Pensador», en el primer nivel, llamado así por la estatua de bronce que tiene al centro. Ahí estaban los trípodes con las cámaras de televisión, alrededor de los cuales conversaban camarógrafos, fotógrafos y periodistas. Hombres de terno oscuro y corbata cruzaban apurados de un lado a otro del hall. Las altas paredes de mármol generaban una acústica que permitía escuchar varias conversaciones, aunque estuvieran tres pisos más abajo.
–Dicen que el Canal 13 va a despedir a más de cincuenta personas, productores y periodistas –comentaba un camarógrafo.
–Pero si ahora nos mandan la pregunta por interno, grabamos la respuesta y hacen los despachos sin periodistas –respondía otro.
Por el pasillo del cuarto piso, sobre la alfombra roja, circulaba mucha gente, casi todos hombres. Apurados y serios. De terno. En este nivel se ubicaba la Presidencia, la Primera y Segunda Vicepresidencias, la Secretaría General y la Prosecretaría. Es decir, las oficinas de las máximas autoridades y personas con más poder de la Cámara de Diputados. Al menos eso creía yo en ese entonces. Después entendí que el poder lo pueden ejercer, de manera regular e irregular, las personas más variadas.
Carmen, la secretaria de Augusto Catalán, se acercó y se ubicó a mi costado derecho, afirmándose también en la baranda. Miró hacia abajo y me preguntó si había estado antes en una ceremonia de cambio de Mesa.
–No, nunca –respondí–. ¿Y usted?
–Llevo en la Cámara más de veinte años, así es que ya perdí la cuenta. Hace como tres años dejé de ir.