Gramática pura. Juan Fernando Hincapié

Gramática pura - Juan Fernando Hincapié


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encontraba indispuesta. Me miró de arriba abajo, dijo que no había problema. Sharon, antes de salir a su trabajo, ingresó a mi habitación y preguntó si pasaba algo.

      —Me siento un poco enferma, es todo.

      Pero el martes, cuando hice lo mismo, Wayne me llevó el desayuno a la cama. Sharon salió sin decir nada, pero en el curso del día me llamó tres veces y preguntó:

      —Are you ok?

      Fueron las únicas ocasiones en que sonó el teléfono. Ese martes lo dediqué por entero a escribir cartas. Leí un poco, también, literatura cristiana, que era lo único que había en la casa de clase media de Wayne y Sharon.

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      Todo sería muy fácil, vaya si lo sería, si los únicos tiempos verbales fueran el presente, el pasado y el futuro. La vida, las relaciones, el país, todo sería más sencillo. De hecho, siempre que me enfrento a un curso por primera vez me encanta inquirir sobre el tema a quemarropa, usualmente a alguno de los alumnos que se creen muy machitos y que nunca faltan en Colombia.

      «¿Cuántos tiempos verbales hay, a ver, cuántos?»

      La respuesta, a menos que sea alguien con alguna mínima instrucción, justo el tipo de persona que no abunda en el país, será el triunvirato ya referido: presente, pasado y futuro.

      Lo cavilará, primero, sabiendo que le estoy tendiendo una trampa.

      —Presente, pasado y futuro, profe —sentenciará triunfante. Algunos hallarán en algún recodo de su mente un tiempo compuesto, aunque esto no es demasiado frecuente.

      —Ah, desde luego, muchas gracias por el aporte —contesto con ironía—. Entonces, si no le importa, por qué no nos conjuga el verbo —y digo cualquier verbo.

      A lo que el aludido contestará:

      Yo comí.

      Yo como.

      Yo voy a comer/yo comeré.

      Siempre propongo algún verbo regular, para no confundirlos más. Lo bueno comienza cuando le pregunto por el «Yo comía».

      Digresiones aparte, en este manual hablaremos primero de los tiempos futuros.

      Lo primero es explicar la diferencia entre el futuro indicativo (simple) y el futuro perifrástico. Una perífrasis es la unidad verbal constituida por un verbo en forma personal, voy, y otro en forma no personal, comer. Explicaré más adelante, pero puedo adelantar que desde los tiempos en que el latín dominaba el mundo, el tiempo futuro, sobre todo en la forma oral, ha tendido a desaparecer. La explicación, creo yo, radica en que los humanos somos maniáticos y agüeristas, y preferimos no afirmar que algo pasará con certeza en el futuro, porque puede que no. Lo mejor en estos casos es explicar con ejemplos —es lo mejor cuando de un idioma se trata—. Entonces, por ejemplo, se puede afirmar que el viernes que viene voy al cine. No obstante, lo correcto desde el punto de vista gramatical es:

      El viernes iré al cine.

      Pero, de pronto, en una de esas puede suceder algo que me impida la feliz consecución de mi propósito, ir al cine el viernes siguiente (o sea en el futuro). Por tal motivo, otra opción, que además impide que se den por sentadas cosas que aún no suceden, es usar el futuro perifrástico, esto es, el verbo ir en presente (voy) más la conjunción «a», más la forma infinitiva del verbo a conjugar.

      Es decir:

      El viernes voy a ir al cine.

      Aunque, como ya enunciamos, también es correcto, de hecho es más correcto, decir o escribir el viernes iré al cine.

      (Como sea, el viernes voy al cine es incorrecto y debe omitirse. Incorrecto: he aquí una palabra que genera taquicardia entre los lingüistas; algunos suelen acomodar este caso como presente por futuro, pero convengamos que la gente instruida lo evitará. No quiero entrar en esta discusión, no por ahora, pero Voy al cine vendría a ser calco de I’m going to the movies, que es otro de los males que los anglos nos han hecho.

      I’m going to go to the movies. Voy a ir al cine.

      I will go to the movies. Iré al cine.)

      De todas formas, debe quedar claro el futuro perifrástico, pues no se considera en el momento de hacer la tabla de los tiempos verbales, la cual siempre les ordeno a mis alumnos que copien en sus cuadernos o en alguna hoja. Así:

      Para no confundir —y, al menos en este punto, esto sólo lo entenderá la persona culta—, nótese que omito dos tiempos verbales: en los futuros, el futuro de subjuntivo; y en la parte del presente, el imperativo. Son nueve, entonces, no siete. Prescindo del futuro subjuntivo dado su escaso uso (salvo en expresiones hechas como sea como fuere, o en algún que otro verso magistral, como el de la mexicana Sor Juana Inés de la Cruz: «Si acaso me contradigo/ en este confuso error/ aquel que tuviere amor/entenderá lo que digo»); también omito el imperativo, pues para todas las personas salvo para la segunda informal —tú— se conjuga de la misma manera que el presente de subjuntivo. Ya llegará el momento de ampliar sobre estos conceptos en «La parte del subjuntivo», cuarta y última entrega de este manual. Paciencia.

      Concentrémonos pues en la tabla, en la parte del futuro. Primero está el futuro, también conocido como futuro simple o futuro indicativo o futuro imperfecto de indicativo, depende del libro o del académico, pero aquí, para simplificar, le diremos futuro a secas. Es una de las cosas de la gramática, que básicamente cada quien puede nombrar los distintos conceptos como le venga en gana. Al principio puede ser confuso, pero después, cuando uno más o menos va entendiendo, es hasta divertido.

      Entonces, para dejar de lado este sencillo tiempo sencillo, diremos que el futuro es simplemente el futuro. Yo comeré, tú jugarás, él pensará, nosotros reiremos, ellos satisfarán. Fácil.

      Antes de emprender la explicación del tiempo verbal llamado pospretérito por don Andrés Bello, condicional para nosotros, observemos nuevamente que han quedado cosas pendientes como los futuros compuestos, que aún no abordamos pues no es el momento.

      El condicional, pues, como ya lo he advertido, es el «futuro del pasado». Para su feliz redacción, se debe pensar siempre en una situación que requiera una condición, y debe usarse el si condicional, que es el que no lleva acento gráfico, a diferencia del sí afirmativo o del pronombre personal de forma reflexiva para la tercera persona, ambos con tilde. Nunca está de más recordar estas minucias.

      Entonces, la oración condicional siempre va a contar más de una cláusula. En la cláusula del si —la subordinada— estará el verbo conjugado en cualquier forma de pasado (generalmente en imperfecto de subjuntivo); en la otra cláusula —la matriz, la que controla— aparecerá el verbo conjugado en condicional. Veámoslo con ejemplos:

      Yo comería si tú me invitaras.

      Tú jugarías si nosotros te lleváramos al parque.

      Él pensaría si pudiera hacerlo.

      Nosotras reiríamos si nos estuviéramos divirtiendo.

      Ellos habrían satisfecho su hambre si hubieran comido.

      Dos breves notas. Dada la naturaleza de la oración condicional, generalmente la cláusula subordinada se antepone a la matriz. O sea que habría que invertir los ejemplos: si tú me invitaras, yo comería; si nosotros te lleváramos al parque, tú jugarías, etcétera. De otro lado, como se está invirtiendo su orden natural, es esa la razón de que al escribirla de esta nueva manera, después del verbo en pasado hay que poner una coma. Bueno, no solo por esto: se sabe (o debería saberse) que las comas marcan ciertas pausas y entonaciones del lenguaje hablado. Cualquier hispanohablante haría una pausa despues de invitaras en: «si tú me invitaras, yo comería».

      En las personas plurales, primera y tercera, adviértase cómo inmiscuí tiempos compuestos (es decir, con verbo auxiliar y la forma no personal del verbo). Lo hice pues, a mi juicio, el condicional se ve mejor expresado con tiempos compuestos, al


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