Homo sapiens. Antonio Vélez
ontogénica seguida por la característica determinará su valor resultante o valor fenotípico.
Durante el desarrollo, la característica seguirá una trayectoria determinada por la resultante de las fuerzas del entorno, que en algunos casos proporciona la energía requerida para su aparición y desarrollo, sumadas a las fuerzas creadas por los surcos del relieve. Los biólogos llaman a este fenómeno “canalización”. Mientras más pronunciado sea el relieve o canal, es decir, mientras más fuerte sea la influencia genética o biológica, mayor presión exterior será necesaria para desviar la trayectoria de su ruta o cauce.
La velocidad de desarrollo o progreso de una característica dada va a depender estrechamente de la trayectoria seguida: si se elige la trayectoria natural, la velocidad logra su máximo valor. Si se desvía o se sale de la ruta natural, se incurre en un costo, tanto en energía y tiempo como en eficacia y potencialidad de la característica. Puede postularse un principio ontogénico: para obtener el máximo resultado, en el menor tiempo posible y con un costo mínimo, es necesario conducir el desarrollo por una ruta natural. De allí la dificultad, insalvable la mayor parte de las veces, de interesar a las niñas en los juegos masculinos y viceversa.
Debe anotarse que la construcción del relieve puede estar influenciada a su vez por las fuerzas del entorno. Así, la identidad sexual de un individuo, que va a ser determinante del relieve epigenético correspondiente al sexo, puede modificarse sensiblemente por medio de tratamiento hormonal en estado fetal o por una educación traumática. Pero también es verdad que a medida que se va completando el desarrollo y, por tanto, madurando la característica, los cambios de trayectoria se van haciendo cada vez más difíciles; es decir, las trayectorias tienden a ser estables y, por consiguiente, menos lábiles ante las presiones del medio exterior.
Puede explicarse lo anterior admitiendo que los relieves no son receptáculos inmutables, sino que se modifican con el transcurrir del tiempo, de tal modo que las trayectorias seguidas, aunque no sean las naturales, van ahondando ellas mismas sus surcos (“se hace camino al andar”, cantaba el poeta Antonio Machado), lo que les da estabilidad y hacen que el gasto de energía exterior no tenga que mantenerse en un nivel muy alto (esto se debe a la infinita maleabilidad de las estructuras inmaduras). Así, al principio puede ser muy exigente forzar a un niño zurdo a escribir con su mano derecha, pero, con el paso del tiempo y a medida que se completa la ontogenia, el gasto de esfuerzo educativo para mantenerlo en esta trayectoria artificial es cada vez menor. Al final, puede ser más difícil, o aun imposible, desviar la trayectoria artificial y hacerla coincidir con la natural. Es como enderezar un árbol ya maduro. El costo de salirse de la trayectoria natural se traduce, para los educadores, en un mayor esfuerzo docente; para el sujeto, en una gran pérdida en habilidad y realizaciones.
Mellizos y heredabilidad
Los experimentos con seres humanos tienen restricciones éticas que impiden averiguar directamente lo que ocurriría en situaciones especiales. Pero a veces natura viene en nuestra ayuda y suministra los conejillos que de otra manera sería inmoral procurarnos. En el caso del estudio de la influencia de los genes en la personalidad, la misma naturaleza, por medio de los mellizos, le ha dado al sicólogo la muestra que necesitaba. Y en esta clase de elementos de investigación sicológica, la naturaleza ha sido pródiga, pues el fenómeno de los nacimientos múltiples es más común de lo que uno se imagina: 3,5 por cada mil nacimientos.
Por otro lado, la sociedad humana ha colaborado también con el investigador, porque nos ha permitido saber qué ocurre con los mellizos idénticos, poseedores de genomas también idénticos, al criarlos por separado; en otras palabras, qué ocurre cuando dos genomas iguales se desarrollan en ambientes diferentes. Aclaremos que la separación de mellizos se ha debido a factores económicos, a la muerte de la madre o al hecho de ser hijos naturales. En algunos países, como Japón, los aldeanos separaban a los mellizos pues creían que portaban un estigma para la familia. Y en la década de 1960 se puso de moda separar a los mellizos recién nacidos, con fines de adopción, algunas veces con el propósito oculto de probar la tesis de que la educación y el entorno eran los factores determinantes de la personalidad (para su mala fortuna, el bumerán se devolvió).
Gracias a los caprichos de la cultura y de las circunstancias, los sicólogos disponen hoy para su estudio de una muestra bastante amplia de parejas de niños en la cual hay mellizos idénticos, criados en el mismo medio y en medios diferentes; parejas de mellizos fraternos, esto es, de mellizos que comparten solo la mitad del genoma, y también, como en el caso anterior, criados en el mismo medio o en medios diferentes; finalmente, parejas de niños sin parentesco alguno que, por adopción, han compartido desde temprana edad el mismo ambiente. Recordemos que los mellizos idénticos o monocigóticos resultan de un accidente que le ocurre al huevo recién fecundado o cigoto: en un momento dado, después de algunas divisiones, el paquete de células se separa en dos mitades, y de cada una se produce un individuo completo; de ahí que los dos individuos resultantes sean portadores del mismo material genético. Los mellizos fraternos, en cambio, resultan de la fecundación simultánea de dos óvulos distintos, por espermatozoides también distintos. Dos mellizos fraternos son en realidad dos hermanos que cumplen los mismos años en las mismas fechas y sus parecidos genético y físico no van más allá de lo que se observa entre dos hermanos corrientes.
El problema es averiguar el efecto o la participación del genoma en rasgos variados de la personalidad. Se ha observado, en todo el mundo y en todas las épocas, que los hermanos, y asimismo los gemelos fraternos, guardan un parecido notable en una amplia variedad de rasgos. También se ha observado que los mellizos idénticos, sin ser perfectamente idénticos en su morfología, sí lo son hasta un punto tal que a veces cuesta trabajo distinguirlos (un dato curioso: los dientes, por lo general, son muy diferentes, pero las orejas son muy parecidas). Johann Christoph y Johann Ambrosius, padre este último de Johann Sebastian Bach, eran gemelos. Dicen los historiadores que su forma de tocar el violín y de escribir la música eran idénticas (Pérez, 2004). De igual forma, los músicos que los acompañaban nunca estaban seguros de la identidad de quien acudía a tocar el violín en los servicios religiosos en Erfurt.
En particular, los mellizos idénticos exhiben rasgos de personalidad que asombran por su parecido, observación que invita a preguntarnos si por debajo de las similitudes está el efecto de haber recibido crianzas muy similares o la razón es que sus genomas son idénticos. Un artículo reciente de la revista Science se refiere al caso de Oskar y Jack Yufe, dos mellizos idénticos separados en el momento de nacer. Para colaborar con el estudio de mellizos, los Yufe viajaron a la Universidad de Minnesota, ya cuarentones. Oskar fue criado como católico en Alemania, mientras que Jack fue criado por judíos en Trinidad. A pesar de la separación, los dos mellizos mostraron múltiples rasgos en común, incluyendo gustos particulares, temperamentos impetuosos, un especial sentido del humor (ambos disfrutaban sorprendiendo a la gente al estornudar en los ascensores), el gusto por mojar el pan untado de mantequilla en el café, la costumbre de usar una banda de caucho en la muñeca a manera de pulsera y el infaltable mostacho. Pero lo más sorprendente de todo fue la costumbre insólita, compartida por ambos, de vaciar el sanitario antes y después de usarlo.
Se sabe que autismo, dislexia, retraso del lenguaje, deficiencias específicas en el lenguaje, problemas de aprendizaje, zurdera, depresión severa, enfermedad bipolar, desórdenes obsesivo-compulsivos y orientación sexual, entre otros rasgos, son más concordantes en los mellizos idénticos que en los fraternos, y no muestran ninguna concordancia especial entre hermanos adoptivos. En Dinamarca, un estudio de niños adoptados y con antecedentes penales demostró que hay una fuerte correlación entre la conducta antisocial y los antecedentes de los padres biológicos, y solo una correlación muy débil con los de los padres adoptivos.
Los mellizos idénticos piensan tan parecido a veces, que mucha gente ha sospechado que poseen telepatía. Aclaremos que dos tercios de los mellizos idénticos son monocoriónicos, es decir, dentro del útero comparten la misma membrana (corion), el líquido amniótico y la placenta. Esos mellizos poseen simetría especular, de tal modo que las huellas dactilares de uno son la imagen especular de las del otro, e igual cosa sucede con el remolino en el pelo de la cabeza y con la posición de los lunares; más aún, si uno de ellos es diestro, el otro es zurdo.
En este punto del análisis de