Leyden Ltd.. Luis Sagasti
Y no solo abarcó a los excombatientes.
3 Literalmente sentirse siempre equivocado.
4 Ese mismo suceso ha hecho que él se convierta al catolicismo y su hermana abandonara los hábitos.
5 Su abuela caía en trances de glosolalia.
6 La sensación de ver colores en estado puro. El deslizar de las gotas de lluvia que reflejan los carteles luminosos o los semáforos en las ventanas de un auto.
7 Más que cualquier otra cosa, Wilkes siempre reconoció el olor del cuero de una pelota de fútbol como el pasaje más directo que lo llevaba hacia la infancia.
8 Más frecuente era obligar a los pupilos a estar de pie sin dormir al lado de la cama, en especial cuando lloraban porque extrañaban a sus padres.
9 La costumbre de fotografiar muertos, fundamentalmente niños, se extendió en Inglaterra hasta principios del siglo XX. La foto de ese tío abuelo en un carrito de bebé rodeado de su familia persiguió a Wilkes toda su infancia.
10 “La maldición de saber que todas las noches tendremos pesadillas atroces aunque no las recordemos al otro día. Y la maldición de saber que soñaremos con el paraíso todas las noches y no recordar absolutamente nada a la mañana siguiente” (Diario, febrero de 1978).
11 Porque es imposible pensar cuando se está saltando. En el aire no hay sufrimiento.
12 Su padre le había confesado que la decisión de irse de ese pueblo, del que decía no recordar el nombre (supuestamente para que Wilkes no lo buscara nunca), había sido tomada por su madre. Paul tenía seis años y su hermano Roger, dos. Eran todos demasiado amables, demasiado felices allí, como si nunca hubiera habido una guerra. Dejaron el pueblo una madrugada al mes de haber llegado. Hasta que consiguió el traslado, su padre se quedó casi otro tanto. Nunca dijo nada pero, según su madre, había vuelto cambiado, más silencioso y reservado.
13 La certeza de haber encontrado en ese jardín un pozo que no tenía fondo.
14 En la entrada siguiente de su diario se detiene en la escena más horrorosa que recuerda de chico. En un documental de Disney un águila alza con su pico a un corderito que pastaba junto a su madre en la falda de una loma. La imagen del ave alejándose con la presa viva para comérsela fue recurrente en sus pesadillas.
15 “Gregory Peck, enredado en las cuerdas de los arpones, ha quedado sujeto al lomo de la ballena. Los marineros, como los chicos del otro lado de la pantalla, observan la escena con ojos sin pestañas. En verdad no se sabe si el capitán vive o no, si es su voluntad o el movimiento indolente de la ballena entre las olas lo que sacude su brazo derecho como en despedida. Moby Dick lo arrastra hacia lo que el blanco signifique” (Diario, octubre de 1987).
16 La esposa moriría en un crucero, en 1962; allí estuvo tres días antes de llegar al primer puerto, en la cámara frigorífica. El hecho se ocultó a todos.
17 Es verdad, no tenemos registro de haber visto a nuestra madre saltar.
18 En realidad se recuerdan una o dos, no más, visitas de los reyes magos en la infancia. Y eso basta para ocupar toda la infancia.
19 “Hay totalidades que cobran peaje al entendimiento. Ver la Tierra desde fuera es una de ellas”.
20 Wilkes siempre recordó cuando, ofuscado, un tal Ed tomó un puñado de arena y le dijo que ahí había más estrellas que en todo el universo.
21 La última foto del Titanic es terriblemente silenciosa, escribió, pese a alejarse a toda marcha –se percibe el humo de las chimeneas– y distinguirse gente en cubierta.
22 El iceberg solo a la deriva, desprendiéndose ante la mirada devota de los esquimales.
23 Durante cinco generaciones, desde 1869 hasta 1974, la familia Gibson se especializó en fotografiar naufragios. La más espectacular es la del hundimiento del Khyber en 1905 frente a las costas de Cornwall tomada por Alexander, el hijo del fundador de la dinastía.
24 En la película Pinocho, cuando los niños del País de los Juguetes quieren ir con sus madres mientras se metamorfosean en burros para ser vendidos en circos.
25 “Imaginaba el dolor como una entidad, una suerte de nube o gigantesca tormenta que da vueltas por la atmósfera y a la que los cuerpos atraen como un árbol al rayo. Nadie está al resguardo nunca. No duele el cuerpo cuando dormimos, por eso tiene que haber pesadillas” (Diario, diciembre de 1973).
26 No son más de diez los hombres que caminan en la luna como si flotaran y nada cuesta imaginarlos ataviados como cartujos o algo así de ensimismados. Nunca se han encontrado unos con otros en sus caminatas. Escuchan las plegarias y los llantos para luego esparcirlos entre las estrellas por la noche eterna.
27 Se jactaba de saberse de memoria diálogos enteros de muchas películas. En especial de ciencia ficción de la década del cincuenta.
28 Michel Collins, el tercer astronauta del Apolo XI, fue el primero de las seis únicas personas de la historia que ha visto el lado oscuro de la luna.
29 Pioneers Over C fue compuesta por Peter Hammill en 1970. Perdido en el infinito, el astronauta dice:
No hay miedo aquí.
¿Cómo puede existir algo parecido en un lugar
donde nunca se ha escuchado de la vida
y el conocimiento y el ser?
[…]
Soy el que se ha perdido, soy el que vos temés.
Soy el que fue al espacio o se quedó donde estaba
o no existió desde un principio.
30 “El silencio eterno de los espacios infinitos me espanta”.
31 Tolstoi quiso ser sepultado en Yasnaia Poliana donde él y sus hermanos habían enterrado una varita mágica con extrañas inscripciones que, de acuerdo a su imaginación, daban cuenta de una fórmula prodigiosa.
32 No le falta razón: desde cierto punto de vista, nada es simultáneo.
33 Ninguno de los astronautas que pisó la luna volvió muy sano. Alan Bean, la cuarta persona en hacerlo, se dedicó a pintar, hasta su muerte en 2018, escenas de astronautas sobre la superficie lunar; James Irwin, del Apolo XV, organizó expediciones al monte Ararat en busca del Arca de Noé.
34 “Decidí dejar de trabajar con la linterna en la oscuridad. Levanté el visor de mi casco y comencé a buscar constelaciones. Mirando hacia el espacio quedé impresionado con la oscuridad. Sentí mi piel apretada en mi espalda y mi pelo erizado en mi cuello. Me acordé de un pasaje de la Biblia que habla sobre el ‘horror de la gran oscuridad’”. William Pogue, el piloto del Skylab 4, 1973.
35 “Dios mío, ¡está lleno de estrellas!”. Dave Bowman, en 2001. Odisea del espacio.
36 Le dejaron un globo terráqueo en una vitrina y luego se confabularon todos para decirle que siempre había estado allí.
37 Le asombraba que el arroyo de su pueblo siguiera su cauce cuando ya era de noche.
38 En todos los patios hay un tesoro enterrado, escribió. Es imposible que no haya uno. Por eso si no se encuentra, hay que cavar para dejar uno para los próximos habitantes de la casa. Además “es una buena forma de entrar al sueño: saber que allí fuera en el jardín hay un tesoro aguardando”.