Tres modelos contemporáneos de agencia humana. Leticia Elena Naranjo Gálvez
su teoría de la justicia, importante dentro del esquema de Morals by Agreement, dado que con ella se busca dotar a dicho esquema del elemento que muchos de sus críticos echarían en falta: un contenido propiamente moral. Este podría haberse difuminado a causa de la insistencia de nuestro autor en el mercado, al que postula como modelo de todo sistema de interacciones humanas y, en estrecha conexión con ello, en la figura del homo oeconomicus, al que postula como paradigma de agencia moral-racional. Finalmente, en el capítulo tercero se concluye el examen de la propuesta de Gauthier, para lo cual se lleva a cabo un análisis de su intento por hacer del homo oeconomicus un personaje menos amoral, mediante su estrategia de mostrarlo más cercano a los entusiasmos y sensibilidades propias de otro personaje fundamental en el discurso del filósofo canadiense: el individuo liberal.
Notas
1 Ver las definiciones de “teoría de la elección racional” y “teoría de la decisión” en: Resnik (1998), Abell (1991), Baron (1993) y Schmidtz (2006), así como en los clásicos de la rational choice theory: Von Neumann y Morgenstern (1953) y Luce y Raiffa (1958).
2 Aquí utilizo el término ‘prudente’ en un sentido distinto a la phronesis aristotélica. Como bien lo muestra Carlos Thiebaut (2005, pp. 75-111) en su texto sobre la prudencia, esta expresión ha sufrido un cambio semántico en virtud del cual ha terminado por designar, sobre todo en el ámbito anglosajón, la virtud del cálculo de las consecuencias de las propias acciones, lo cual no coincide del todo con lo que se entiende como phronesis en el contexto de la Ética a Nicómaco. Cf. Aristóteles, EN, 1140a25 y ss.
3 Tomo este apelativo de Habermas (1990), quien, a su vez hace eco de la expresión utilizada por Taylor (1994).
Capítulo 1
El nexo entre moral y autointerés:
los supuestos iniciales de La moral por acuerdo
La propuesta de Gauthier tiene como eje su tesis de que existe una conexión esencial que, a la luz de las ya mencionadas reducciones de los conceptos de moralidad y racionalidad, tal vez podría parecerle insólita a un lector desprevenido: la relación que, según el autor, une a la moral con el autointerés, es decir, con la búsqueda que cada quien hace de su propio beneficio. El propósito del filósofo canadiense será incluso más ambicioso: mostrar que las normas morales hacen parte de la teoría contemporánea de la elección racional, esto es, del corpus axiomatizado de los principios que deben guiar las elecciones de agentes interesados en maximizar su utilidad, i. e., no en restringirla ni en contribuir a la utilidad de otros agentes.
Creo que en principio esta conexión entre restricciones morales y conveniencia individual no tendría por qué parecernos extraña —y hasta podría antojársenos como algo bastante sensato— si por ‘conveniencia’ se entendiera aquello que, en un sentido amplio, ‘le conviene a’ o ‘es bueno para’ un agente racional; y si ‘moral’ no significara solamente limitaciones al autointerés. Pero, como ya se ha anunciado, esta ampliación de contenido queda excluida del planteamiento del autor, quien insiste, a lo largo de todo su texto, en los sentidos estrictamente reducidos en que deben entenderse moral y racionalidad, si se quieren evitar compromisos metafísicos o filosóficamente injustificables (1986, pp. 6 y 238). Un importante resultado de esta restricción semántica será, como lo iremos viendo a lo largo de la siguiente exposición, que, una vez asumidos los términos de Gauthier, el intento por demostrar esa relación que une, según él, nuestro ser-racional con nuestro ser-moral se tornará en un ejercicio bastante complicado.
1.1. El contrato, la imparcialidad y el rechazo de la moral ‘de fines’. El tipo de agente que surge de este primer esquema
Estas dificultades con las que se encontrará en su intento por establecer que la moral necesariamente se incluye dentro de la conducta maximizadora, para Gauthier no solo explican en buena parte la relevancia de su propuesta, sino que también constituyen un obstáculo que puede y debe ser solventado, acudiéndose, en primer término, a lo que él considera la clave de esta relación de inclusión —repito, acaso insólita a los ojos de un lector desprevenido— entre la moralidad y una racionalidad que está al servicio del autointerés y de la eficiencia técnica: el modelo contractualista sobre el que ha de fundarse la moral. En este orden, Gauthier continúa la tradición moderna y contemporánea del contrato social, pero, en su caso, el sentido en que se asume la racionalidad es claramente el que propone la teoría de la elección racional. Lo cual marca un significativo contraste con otros discursos que también reeditan la idea del contrato, pero asociándolo a concepciones, en mi opinión más amplias, de racionalidad práctica, v. g., el neocontractualismo de J. Rawls.1 A diferencia de lo afirmado por este último, para el filósofo canadiense las relaciones entre contractualismo y rational choice son las que explican el vínculo entre ser moral y ser un maximizador autointeresado. La razón de este nexo que cree hallar Gauthier está en que el contrato social expresa, según él, la característica imprescindible que debe tener un sistema de normas morales para que se lo pueda considerar como racionalmente justificado: la imparcialidad.
De allí que nuestro autor intente mostrar que los mandatos morales se justifican racionalmente como restricciones al interés egoísta, restricciones que se hacen necesarias precisamente para salvar dicho interés. Pues, según el filósofo canadiense, con la moral se salvan los intereses de todos, pero no de un ‘todos’ entendido como un ‘nosotros’ o un colectivo social, sino como una agregación de individuos a quienes se les trata como tales individuos; nunca como meras partes de un todo. Así, Gauthier cree que en su propuesta los intereses de cada uno de esos individuos son tenidos en cuenta, ya que no se le da prioridad (ni se le resta importancia) a los fines de nadie en particular.2 En breve se examinará con más detalle esta tesis de que la imparcialidad de los principios morales es aquello que permite incluirlos dentro del conjunto de las reglas de elección racional. Si los mandatos morales se justifican porque son racionales, i. e., favorecen el interés de cada uno, esto implica, según el autor, que deben rechazarse las posiciones emotivistas3 que típicamente suelen asociarse (y creo que con toda razón) a la idea de que la racionalidad práctica es razón técnica-instrumental o solamente razón ‘de medios’, no razón ‘de fines’. Para Gauthier, en contra de las tesis que le atribuye al emotivismo, solo si se asume una concepción de la razón como exclusivamente técnica-instrumental, concepción que suscribe fervorosamente el autor de La moral por acuerdo, es como puede mostrarse que las reglas morales son un subconjunto de los principios de elección racional. Por lo tanto, solo desde una posición como la suya puede verse claramente, según él, que el cumplimiento de reglas morales hace parte de una conducta maximizadora, no de un altruismo con el cual un agente pueda comprometerse por motivos que escapen a los estándares de dicho tipo de conducta, o que queden por fuera de una justificación racional, en el sentido de una razón a la que se acude únicamente buscando adecuar los medios a los fines. Incluso Gauthier va más allá: intentará mostrar que la moral se explica por razones no morales, por mor de utilidad, y por ello se justifica, racionalmente hablando, que queramos actuar moralmente. “We claim to generate morality as a set of rational principles of choice. We are committed to show why an individual reasoning from non-moral premises, would accept the constraints of morality on his choices”.4
De allí que, según nuestro autor, su programa de fundamentación racional de la moral sea más exitoso y más radical que los intentos de otros pensadores, como J. Harsanyi, quien ha buscado mostrar que la racionalidad moral hace parte de la racionalidad económica.5