Neofascismo. Chantal Mouffe

Neofascismo - Chantal  Mouffe


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13 de noviembre, ambos en París (nota de la editora).

      Las derechas y su ideología

      Jean-Yves Camus

      En Europa, desde 1945, la expresión “extrema derecha” designa fenómenos muy diferentes: populismos xenófobos y “antisemitismo”, partidos políticos nacionalistas-populistas, a veces fundamentalmente religiosos. La consistencia del concepto está sujeta a caución en la medida en que, desde un punto de vista más militante que objetivo, los movimientos rotulados con esta etiqueta son interpretados como una continuación, a veces adaptada a las necesidades de la época, de las ideologías nacionalsocialista, fascista y nacionalista-autoritaria en sus diversas declinaciones. Y esto no refleja la realidad.

      En una época en la que no se estiman demasiado las grandes ideologías que predican el advenimiento de un hombre y de un mundo nuevos, los valores de esta extrema derecha tradicional se muestran inadaptados. El culto al jefe y al partido único no convienen del todo a las expectativas de sociedades nacientes, individualistas, en las que la opinión se forja a través de los debates televisados y la frecuentación de las redes sociales.

      Sin embargo, el legado ideológico de esta extrema derecha “a la antigua” sigue siendo fundamental. Es, en primer lugar, una concepción etnicista del pueblo y de la identidad nacional, de la cual se desprende el doble encono por el enemigo exterior –el individuo o el Estado extranjeros– y por el enemigo interno: las minorías étnicas o religiosas y el conjunto de los adversarios políticos. Es también un modelo de sociedad organicista, a menudo corporativista, fundado sobre un antiliberalismo económico y político que niega el primado de las libertades individuales y la existencia de los antagonismos sociales, excepto el que opone al “pueblo” y las “elites”.

      La diferencia consiste en que, formalmente y con mucha frecuencia, estos partidos aceptan la democracia parlamentaria y el ascenso al poder por la única vía del voto en las urnas. Si bien su proyecto institucional continúa siendo confuso, está claro que valoriza la democracia directa por medio del referéndum de iniciativa popular, en detrimento de la democracia representativa. El eslogan del “escobazo” destinado a eliminar del poder a las elites consideradas corruptas y apartadas del pueblo es común entre ellos. Apunta a la vez a la socialdemocracia, los liberales y la derecha conservadora.

      El pueblo es para ellos una entidad transhistórica que engloba a los muertos, los vivos y las generaciones venideras, ligados por un fondo cultural invariable y homogéneo. Lo que induce la distinción entre los nacionales “de raigambre” y los inmigrantes, en particular extraeuropeos, cuyos derechos de residencia habría que limitar, así como los derechos económicos y sociales. Si la extrema derecha tradicional sigue siendo a la vez antisemita y racista, las derechas radicales privilegian una nueva figura del enemigo, a la vez interior y exterior: el islam, al cual están asociados todos los individuos originarios de países culturalmente musulmanes.

      Inversamente, en la mayoría de los países europeos, las derechas radicales o bien suplantaron totalmente a sus rivales extremistas (Suecia, Noruega, Suiza y Holanda), o bien, como los Verdaderos Finlandeses, lograron surgir


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