Rebeldes. Amy Tintera
se dibujó en su rostro.
—De acuerdo, entonces. Me siento mejor —tomó aire profundamente—. Correcto. Ve con los desconocidos. Esperemos que todo salga bien. Adelante.
Asintió con la cabeza mientras terminaba. Parpadeé al darme cuenta de lo que le estaba pidiendo.
—Yo puedo ir en tu lugar…
Se rio mientras retrocedía.
—Está bien, no te puedo culpar por ser sincera.
Corrió para luego saltar a la parte de atrás de la moto. Señaló en la dirección por la que habíamos llegado. Kyle salió a toda velocidad; la moto escupía tierra mientras desaparecían.
—¡Ciento-Veintes y más, conmigo! —llamó Micah a los Reiniciados de Austin—. ¡Hagámoslo!
Prácticamente brincaba de emoción.
No entendí nada.
Eché un vistazo detrás de mí a los Reiniciados de Austin y encontré expresiones igual de confundidas en sus rostros. Beth Uno-Cuatro-Dos, un par de chicas y dos chicos que supuse que eran de más de Ciento-Veinte se separaron del grupo y se dirigieron lentamente hacia Micah, pero no paraban de mirarme con perplejidad. Había menos Reiniciados de más de Ciento-Veinte en Austin de los que había en Rosa, pero a mí me habían destacado en la ciudad más ruda de Texas. Más misiones significaba Reiniciados más especializados. Todos tenían más o menos mi edad, excepto uno de los chicos, que probablemente tenía apenas doce o trece años.
—¡Micah! —llamé, siguiéndolo mientras se movía rápidamente hacia la reja—. ¿Qué está pasando? ¿Cómo sabes que viene la CAHR? ¿Cómo sabías que veníamos?
Se detuvo.
—Tenemos a gente ubicada en lugares estratégicos fuera de las ciudades y un equipo que vigila el tránsito aéreo en la zona.
Arqueé las cejas, sorprendida. No me esperaba que estuvieran tan avanzados.
Micah abrió los brazos y sonrió a los Reiniciados de Austin.
—¡Chicos, mostrad un poco de emoción!
Sólo nos quedamos mirándolo.
Levantó un puño.
—¡Hurra!
—¡Hurra, hurra! —gritaron cien Reiniciados de la reserva al mismo tiempo y me sobresalté. ¿Qué demonios?
—Venga, vamos —dijo con una carcajada—. ¿Quién quiere patear traseros de la CAHR?
Eso provocó algunas risas. Alguien de detrás de la muchedumbre de Reiniciados de Austin levantó la mano.
—¡Contad conmigo!
En realidad, había pateado suficientes traseros de la CAHR en la última semana como para que la satisfacción me durara aún un largo rato. Miré a Callum de reojo. Nunca había querido luchar contra nadie, humano o Reiniciado.
Micah se carcajeó cuando vio mi expresión.
—Sé que probablemente estás cansada. Y pronto vas a tener que contarme la historia sobre cómo saliste de Rosa, robaste dos transbordadores llenos de Reiniciados de esas instalaciones y terminaste en Austin —dio un paso hacia mí—. Pero justo ahora hay un montón de oficiales de la CAHR en camino para atacarnos, así que no tenemos muchas opciones.
Miré a Callum, que se encogió de hombros, como si no estuviera seguro de qué hacer.
Pero yo sí lo sabía. Quería largarme de ahí antes de que llegara la CAHR. No sabía adónde iríamos ni cómo llegaríamos, pero no me cabía duda de que no debíamos quedarnos a pelear.
O quizá sí. Miré al grupo de Reiniciados que había traído aquí y vi varios rostros mirando en mi dirección, observando para saber cómo reaccionaría. Había entrado por la fuerza en las instalaciones de Austin, los había apresurado a todos para que abordaran los transbordadores y los había metido en esta situación. Si le pedía a Callum que escapáramos, me diría que ellos necesitaban mi ayuda. Y, por desgracia, tendría razón.
Pero ésta era la última vez. Si parecía que habría más ataques de la CAHR, cogería a Callum y me marcharía. No quería pasar el resto de mi vida luchando contra los humanos. En realidad, me sentiría sumamente satisfecha si nunca los volviera a ver.
Suspiré y asentí casi imperceptiblemente hacia Micah. Me puso la mano en la espalda, como si lo aprobara.
—¡Menos-Sesenta, conmigo!—gritó un hombre esbelto saliendo de la fila.
Negué con la cabeza hacia Callum y le tendí la mano. No haríamos eso. La comisura de su boca se torció hacia arriba mientras caminaba hacia mí.
Micah miró la muñeca de Callum.
—¿Uno-Dos-Dos? — preguntó, entrecerrando los ojos.
—Dos-Dos —corrigió Callum.
Micah apuntó hacia la multitud que se juntaba alrededor del hombre delgado.
—Menos-Sesenta, con Jeff.
—Callum viene conmigo —apreté más su mano.
Micah abrió la boca, pero la cerró con un esbozo de sonrisa.
—De acuerdo —se giró hacia la entrada de la reserva, haciendo señas para que lo siguiéramos.
Nos enfilamos hacia la hilera de motos que vigilaba la entrada y me giré para ver a los Reiniciados de Austin que quedaban divididos en dos grupos: Menos-Sesenta de un lado, todos los mayores de Sesenta pero menores de Ciento-Veinte del otro.
Miré hacia delante mientras pasábamos las motos. Escuché a Callum contener la respiración cuando logramos ver la barda de la reserva.
Había más Reiniciados dentro. Ésta debía haber sido la segunda oleada y era quizá de la mitad del tamaño de la primera. Alrededor de cincuenta Reiniciados estaban formados en filas ordenadas frente a una enorme hoguera, todos con pistola en mano, pero los cañones apuntaban hacia abajo, al suelo. Un Reiniciado pasó corriendo junto a nosotros y comenzó a hablar emocionado con uno de los tipos que estaban delante.
La reserva se extendía en círculo, con senderos delgados de tierra que serpenteaban entre tiendas de campaña de color marrón y beis. Había muy pocas estructuras permanentes en el complejo, pero tiendas de campaña robustas estilo tipi se alineaban a cada lado de los senderos. Eran muchas, por lo menos cien, hasta donde podía ver.
A mi derecha había varias tiendas de campaña rectangulares mucho más grandes. El material estaba sucio y desgastado en algunas partes. ¿Cuánto tiempo llevaban ahí? ¿Por qué no construían estructuras más permanentes? A la izquierda, cerca de la barda, había dos edificios largos de madera que parecían ser un área de duchas. Había tubos que recorrían un lado del edificio y el suelo alrededor estaba húmedo. Al menos no nos tendríamos que bañar en el lago.
Examiné las filas de Reiniciados. Cuando descubrí que los rebeldes estaban ayudando a los Reiniciados a escapar, Leb me dijo que mi entrenador, Riley Uno-Cinco-Siete, había huido a la reserva y no había muerto, como me habían dicho antes. Pero no veía a Uno-Cinco-Siete entre la multitud.
Me detuve detrás de Micah mientras nos acercábamos a la tienda de campaña y él tiraba la tela hacia atrás, gesticulando hacia nosotros para que entráramos. Agaché la cabeza y di un paso adentro, seguida por Callum y los cinco Ciento-Veintes de Austin.
Armas. Por todos lados.
Nunca había visto tantas en mi vida. Cada pared estaba forrada de pistolas de todos los tamaños o estaban apiladas sobre docenas de repisas alrededor de la tienda de campaña. Había granadas y hachas, cuchillos y espadas, y cosas que ni siquiera reconocía. Tenían suficiente artillería para armar a toda Texas. Había un montón de repisas vacías, pero supuse que esas armas se las habían dado a los Reiniciados de fuera. Aun así tenían suficientes para darle a cada quien una segunda arma.