La magia de tu poder. Madeleine Silva

La magia de tu poder - Madeleine Silva


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la universidad, mis padres no tenían el dinero suficiente para pagarme una universidad privada, pero a punto de esfuerzo pude ingresar rápidamente a una de las mejores universidades nacionales del país. Y mientras estaba en aquella excelente casa de estudios superiores, también pude vivir otro de los momentos mágicos en mi vida, pues en ese momento quería estudiar idiomas, quería pertenecer a grupos que me permitieran poder impactar de manera positiva mi comunidad, y se presentó entonces la oportunidad de participar de un proceso de becas del Centro de liderazgo, donde participé con varias personas de diferentes carreras al mismo tiempo. La vida me permitió poder ser una de las ganadoras de aquel programa de liderazgo, y fue cuando conocí a otro de mis maestros, esta persona me permitió ver otros matices de la vida, pude aprender inglés en una de las mejores escuelas del país y recibía talleres de liderazgo, hasta el día de hoy él sigue siendo mi maestro Alfonso Caillaux.

      Mi esposo también forma una pieza importante en mi vida, y es quien siempre me motiva a hacer aquello que mi corazón me dice. Sin lugar a duda estas son oportunidades que la vida me ha regalado y que sobrepasan de lo racional. Por supuesto, todo esto también tiene gran parte de mi esfuerzo en ello, pero me siento muy afortunada por haberme permitido poder atraer a mi vida personas que me han dado mucha luz y me han ayudado a repotenciar la magia de mi poder interior.

      Como estas experiencias que te acabo de compartir, tengo muchas más maravillosas, pero las iré desarrollando durante todo el libro, y sobre todo compartiré mis aprendizajes y más de 10 diferentes ejercicios que me han permitido poder desarrollar mi poder interior, y gracias a ello puedo estar compartiéndolos contigo el día de hoy.

       Iniciando el camino

      La vida de cada persona es un camino hacia sí mismo, el ensayo de un camino, el boceto de un sendero. Hermann Hesse

      Cada una de nosotras guarda una historia en particular, cada una de nosotras guarda además vivencias de felicidad y de dolor que de alguna manera nos han permitido edificar el ser humano que somos. Todas estas vivencias nos han permitido construir además nuestro propio camino; camino en el cual podemos ver obstáculos, y hemos podido pasar victoriosas, aunque otras vías aún nos cuestan poder sobrepasarlas. En este camino de la vida, cada una de nosotras tenemos nuestras propias historias, algunas de ellas te podrán sonar familiares o conocidas…

      Algunas veces queremos o inclusive intentamos ser omnipresentes, porque nos solicitan estar presentes en todas partes: En nuestros hogares, en el trabajo, en la actuación de nuestros hijos, con nuestras amigas o algún familiar importante para nosotras. Realmente si pudiéramos tener varias gemelas, podríamos tener la capacidad de ser omnipresentes, para poder cumplir con todas las personas que amamos o consideramos importantes en nuestras vidas. Pero ¿cuántas veces en el afán por cumplir, para estar presente para los demás, nos dejamos a un lado y dejamos de cumplirnos a nosotras mismas? ¿Cuántas veces no hemos preferido ir a algún lugar para satisfacer alguna petición de nuestros hijos, de nuestras parejas, de nuestros padres, o de nuestros amigos, y no tenemos la misma energía para cumplirnos a nosotras mismas?

      También nos convertimos en detectives privados, porque vamos atrás de las huellas de nuestras parejas para confirmar que son fieles o de lo contrario que tienen una aventura con otra mujer. Y a pesar de que hemos confrontado aquella realidad que rompió nuestro corazón en pedacitos, preferimos mantener nuestra relación, alegando que lo hacemos por los hijos, por la estabilidad económica, porque pensamos que a la edad que tenemos, ¿quién nos va a amar? ¿Cómo podríamos iniciar todo de nuevo? ¿Qué oportunidades tendría?, porque quizá nos consideramos un poco mayores para poder enamorarnos nuevamente, y así aparecen diferentes pensamientos que dramatizan cada vez más el momento.

      También, puede ser que te encuentres en el camino de la vida, donde has teniendo éxitos profesionales, terminas tu carrera, tu maestría, tienes el trabajo o tu propio negocio que te ha permitido avanzar por el mundo corporativo o empresarial, tienes el sueldo o los ingresos que siempre quisiste tener, pero a pesar de que realizaste aquello que siempre tus padres o la sociedad te dijeron que era lo correcto que deberías hacer, te encuentras en una etapa de tu vida donde sientes un profundo vacío del cual no te explicas el por qué, ¡cómo puede ser posible si “compraste” la historia de la joven mujer exitosa y toda poderosa, que ha avanzado con gran sacrifico y dedicación, y te portaste tan bien por la vida! Quizá entonces, al mirar hacia atrás te das cuentas de que has vivido para satisfacer a tus padres, que has dicho siempre sí a tus jefes por complacerlos, y que probablemente no has establecido tus límites y has permitido que el trabajo sea tu centro en la vida. Y quizás pueda ser que hayas descuido tu alimentación, tus relaciones interpersonales, tu relación con tu pareja y sobre todo, la relación más importante de todas: La relación contigo misma.

      Puede ser que esto o más te haya pasado, que te sientas estresada o angustiada y para llenar los vacíos que surgieron te tientes a comer todo aquello que ves adelante tuyo. O cuando estás en la mesa y si ves que un sobrino o tus hijos dejan parte del pan, te comes las sobras, y te justificas diciendo que hay tantos niños en el mundo sin comer, que no podemos botar la comida, entonces te sacrificas y tomas el papel de ser la recolectora de sobras. O cuando estás en el camino de seguir la dieta perfecta, la rompes porque tratas de alimentar el vacío interno que tienes dentro, llenándolo con la comida, con bebidas energizantes, con el alcohol o con las drogas. Ojo, no solo las sustancias alucinógenas son drogas, también lo es todo aquello por lo cual sientes cierta dependencia al tomarlo, puede ser el café, las gaseosas o los dulces.

      Muchas veces de manera inconsciente o consciente aparece nuestro miedo, miedo a quedarnos solas, a sentir que sin el amor de nuestra pareja no vamos a poder vivir, miedo a establecer nuestros límites con los demás porque quizás si lo hacemos no vamos a tener su aprobación, miedo al qué dirán los demás por la ropa que nos ponemos, por decir dónde crecimos de pequeñas, por decir quiénes fueron nuestros padres, por presentarnos genuina y sin máscaras pero, muchas veces al final del camino, todo esto es miedo a no poder vernos a nosotras mismas en la intimidad profunda, sin las máscaras y totalmente al natural, donde se encuentra nuestra niña interior dolida, con varias heridas del pasado. Donde se encuentran aquellos pensamientos autodestructivos que no podemos, que no nos merecemos, donde está la persona que queremos, la vida que queremos, donde se encuentra tu corazón dolido, y sin fe para confiar hacia los demás o sobre todo, hacia ti misma.

      ¿Quién no ha pasado por alguna de estas experiencias, sentimientos o pensamientos durante el camino llamado vida? Es muy probable que nos hayamos sentido un poco identificadas con alguna de las historias descritas arriba. Pero ahora permíteme contarte mi historia, quiero señalar que es desde mi observador, no quiero ser una víctima ante ustedes ni ante el mundo, se trata solo de compartir un espacio contigo que me estás leyendo.

      Mis padres lo hicieron de la mejor manera posible, no los culpo y tampoco reclamo absolutamente nada, ellos me amaron y me criaron desde su amor infinito de padres y desde su niño interior herido, por lo que papás si me están leyendo por favor no lo tomen personal, los amo desde lo más profundo de mi corazón.

      Comenzamos, mis padres se unieron cuando eran muy jóvenes, mi madre me tuvo cuando tenía 20 años, y para ese entonces ya tenía también a mi hermano mayor de dos años, desde que tengo uso de razón mi mamá era mi adoración, compartía cada espacio con ella, ella era mi amiga y mi mejor amiga. Jugábamos y la pasábamos muy bien juntas y en compañía de mi hermano mayor, para ese entonces mi papá no nos acompañaba mucho, trabajaba y muchas veces prefería estar con otras personas. Cuando tenía 11 años mis padres se separaron, mi mamá decidió irse de la casa porque no tenía muy buena relación con mi padre y conoció a otra persona, en ese momento me preguntaron con quién quería vivir, ¿con tu papá o con tu mamá? Y pregunté: “¿Con quién se va mi hermano?”, y me dijeron que con mi papá, así que ese momento me dije a mí misma: “Vamos Madeleine, cómo vas a dejar a tu hermano y papá solo, ¿quién se va hacer cargo de ellos?”, era increíble que a tan corta edad tuviera esa actitud, fue uno de los dolores más intensos que he vivido hasta el momento en mi vida, dado que mi mamá se alejaba de mi vida. Me acuerdo de que la primera noche que viví sin ella, en mi dormitorio


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