Otros colores para nosotras. Jimena Arnolfi
LA LLUVIA Y EL RAYO
Las ideas entran por la ventana
junto con el viento helado.
Nadie evita que se caiga
lo que se cae
y se rompe en mil pedazos.
El desastre queda en el piso.
Nadie lo junta.
Con un trapo húmedo
no se puede sacar la mugre
de tanto tiempo.
Limpiar es ensuciar otro lugar.
Algún día, alguien dirá
que hice todo mal.
VALERIA CERVERO
Valeria Cervero nació en Buenos Aires en 1972. Es licenciada en letras y trabaja como correctora y editora. Publicó Cadencias (2011); el libro-álbum Escondidas (Ediciones del Eclipse, 2013), en coautoría con la ilustradora Vivi Chaves; Equilibristas (Colectivo Semilla, 2014), Sin órbitas (El Ojo del Mármol, 2016), Madrecitas (Barnacle, 2017), Seres pequeños (Hemisferio Derecho, 2018) y Sibilejo (ilustraciones de Juan Lima, Editorial Maravilla, 2018). Como compiladora estuvo a cargo de Poeplas. Antología de poesía argentina para chicos (2 vols., e-books, Poesía Argentina, 2013, y Op. cit, 2017). Desde 2013 hasta 2017 llevó adelante la antología de poesía publicada recientemente en la Argentina en el blog «De lo que no aparece en las encuestas». Participó de diversos proyectos dedicados a la difusión de poesía y crítica. Actualmente es coordinadora de la revista digital de poesía Op. cit. e integra «Poetas por el derecho al Aborto Legal».
Una casa no siempre es una casa;
puede ser la excusa para una renuncia.
Tal vez así fue para vos, mamá.
Un ejercicio solitario en medio de la espesura.
En Seres pequeños, Hemisferio Derecho, 2018.
La fragilidad no es una cueva,
un desborde,
la piedra que sabe hacer sapito en pleno salto.
No comemos
de ella.
No la deseamos.
Probamos su sostén
a la vuelta de la esquina,
mientras improvisamos las formas
de creernos casa.
Los restos de una rama nos marcan
la transición
y el verano
casi siempre llega
el día que no es.
Tal vez lo que quede simplemente sea el hueso,
el que hizo de sostén todo este tiempo,
antes y después de la caída,
de la aparición en medio de la tarde
–como una maravilla
de puro olor a jazmines–,
el hueso, en medio de un cielo
que no es cielo ni arte.
¿Porque cuántas vidas abarca una vida?
¿Cuánto amor puede guardar un cuerpo?
Pero el hueso sigue ahí,
en la espera, en la dicha,
en el borde de tanto,
como el ojo del tigre en la espesura
o un destello infinito
en el desierto.
Si fuéramos agujeros en la superficie,
lugares para entrar hacia el sonido
de la campana o de las alas de los insectos,
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