Terapia de vidas pasadas. José Luis Cabouli
Capítulo V
Un poco de historia
Es probable que en la antigüedad se practicara la regresión de memoria. Tanto Patanjali como Buda hacen referencia a la posibilidad de recordar las existencias anteriores. Por otra parte, en el mundo antiguo estaba difundido el uso del sueño hipnótico con fines terapéuticos. Heródoto cita varios templos donde llevaban a los enfermos, a quienes se sumía en el sueño para obtener su curación.1
La primera experiencia de regresión documentada oficialmente fue realizada en España, en 1887, por Fernández Colavida. Ésta fue recién comunicada en público por Esteban Marata, en el Congreso Espírita de París de 1900, en la sesión del 25 de setiembre. Debe hacerse notar que dicha regresión fue llevada a cabo en un sensitivo.
Fernández Colavida decidió probar si era posible provocar en un médium, en estado de trance, el recuerdo de sus existencias anteriores. El médium fue magnetizado por él —luego explicaremos esto— le ordenó decir qué había hecho el día anterior, una semana, un mes, un año antes y lo hizo llegar así hasta su infancia. Ordenándole que fuera más atrás, el médium relató su vida en el espacio, la muerte de su última encarnación y llegó así a cuatro existencias anteriores, la última de las cuales era una existencia totalmente salvaje. En cada existencia, los rasgos del médium se modificaban completamente. Luego lo hizo volver a su existencia presente y lo despertó. Para evitar la posibilidad de un engaño, unos días más tarde, hizo magnetizar al mismo médium por otro magnetizador, quien le sugirió que las existencias pasadas no eran verdaderas. A pesar de esta sugestión, el médium reprodujo nuevamente las cuatro existencias exactamente en la misma forma como lo había hecho antes. Según León Denis, esas experiencias fueron intentadas en varios centros de estudios, obteniéndose numerosas indicaciones sobre las vidas sucesivas del alma. A este fenómeno se lo llamó renovación de la memoria.2
Las experiencias del coronel Albert de Rochas
Nacido en 1837. Rachas no era un hombre vulgar. Coronel de ingenieros, administrador de la Escuela Politécnica de París, al retirarse en 1888 ya había escrito innumerables obras sobre temas militares, ciencias naturales, conducción técnica, historia y lingüística. Varias obras suyas fueron premiadas por la Academia de Besançon, la Sociedad Francesa de Arqueología, la Sociedad para el Estímulo de los Estudios Griegos y la Sociedad de Lenguas Románicas. No era, pues, un improvisado. Luego de su retiro, se dedicó al estudio de los estados profundos de la hipnosis, valiéndose para ello de la vieja hipnosis, el sueño magnético. Escribió una docena de libros al respecto, el último de los cuales, Las vidas sucesivas, publicado en 1911, es el que nos interesa.3
Recién en 1991 pude dar con el libro de Rachas. En una visita a Francia dos años antes, mi búsqueda había sido infructuosa. Fue gracias a la perseverancia y el oficio de mi hermana Claudia, conservadora de museos. que el libro de Rachas al fin llegó a mis manos.
Claudia lo rastreó en París y consiguió nada menos que un ejemplar de la edición original, celosamente custodiado por un viejo librero, quien accedió a desprenderse de él ante la sorpresa que le causó que ese libro fuera tan importante para un desconocido médico que habitaba en la Argentina.
Leer a Rochas fue entrar en contacto con la fuente original. Ante su lectura, no se puede experimentar menos que sorpresa y admiración. Allí detalla paso a paso sus experiencias con la regresión realizadas en 19 personas entre los años 1893 y 1910. Algunas de ellas fueron seguidas durante varios años. Siempre tuvo testigos calificados presenciando las sesiones, y algunas de ellas fueron llevadas a cabo en la Facultad de Medicina de Grenoble.
Rochas fue el primero en utilizar el término regresión de memoria. Sus experiencias fueron llevadas a cabo como investigación, y no sabemos si se le ocurrió o no su uso terapéutico. Lo cierto es que, ya en aquel entonces, Rochas describió todos los pasos que hoy se investigan en una regresión. Las vidas pasadas, la muerte, el espacio entre vidas, la concepción, la vida fetal y el nacimiento.
Rochas se encontró por azar con el fenómeno de la regresión de memoria mientras estudiaba los estados profundos de la hipnosis provocada con la imposición de sus manos. Rochas trabajaba entonces con lo que se conoce como sueño magnético. Utilizaba su propia fuerza vital proyectándola con sus manos.
Sus primeras experiencias con regresión fueron publicadas en los Annales des Sciences Psychiques, en 1895. Allí relataba el caso de Laurent, un estudiante de letras de 20 años. Con Laurent descubre la regresión de memoria, pero sólo llega hasta la infancia. Habrían de pasar varios años antes de darse cuenta de que podía acceder al recuerdo de las vidas pasadas. Esto ocurre en 1904, cuando hipnotiza mediante pases con sus manos a Joséphine, una joven de 18 años, llevándola primero a la edad de siete y luego de cinco años. Allí decidió seguir ejerciendo su acción magnética, y al interrogarla nuevamente, Joséphine le hizo saber que todavía no había nacido, que el cuerpo en el que debía encarnar estaba en el vientre de su madre. Profundizando más aún el sueño magnético, Joséphine dio lugar a la aparición de un personaje que hablaba con voz de hombre y decía llamarse Jean Claude Bourdon, nacido en 1812 en Champvent. Así describe Rochas ese momento trascendental:
Me encontré así lanzado en una investigación que estaba lejos de sospechar. Envejecía o rejuvenecía al sujeto en sus existencias anteriores, por medio de pases apropiados.4
En esta primera experiencia, además del hecho de la regresión en sí misma, aparece una constante que se repetirá en todos los casos: la evaluación de la vida pasada en el espacio entre vidas; el concepto de la reparación en las vidas siguientes de las faltas cometidas en las vidas precedentes, y las enseñanzas que se desprenden espontáneamente al efectuar la regresión.
El tal Bourdon había estado cuatro años en el servicio militar, en cuyo transcurso había abusado de muchas jovencitas. Interrogado por Rochas si no había embarazado a alguna de ellas, contestó muy suelto de lengua: “Y bueno, no será ni la primera ni la última”. Murió a los 70 años, burlándose de los curas. Entonces Rochas, adelantándose en muchos años a Joel Whitton,5 lo sigue al espacio entre vidas. Al morir, permanece atado a su cuerpo por un largo tiempo. Sigue su entierro de cerca. En la iglesia, el cura, dando vueltas alrededor de su cuerpo, ha creado con su paso un muro luminoso que lo protege de los malos espíritus. Reconoce que la muerte no era lo que pensaba. Si hubiera sabido lo que sabe ahora, no se hubiera burlado del cura. Tiene entonces la inspiración de encarnarse en un cuerpo de mujer, porque las mujeres sufren más que los hombres, y él tiene que expiar sus faltas por haberse aprovechado de las jóvenes. Y entonces pasa a describir cómo se encarna. Se aproxima a quien será su madre y la rodea, hasta que la niña viene al mundo y entra poco a poco en el cuerpo de esa niña. Dice entonces que, hasta los siete años había alrededor de ese cuerpo como una suerte de brillo flotante con el cual había visto muchas cosas que luego no vio más.
Todavía le aguardaban más sorpresas a Rochas. Profundizando la magnetización, aparece una personalidad anterior: Philoméne Carteron; y antes de Philoméne había sido una pequeña niña, muerta a temprana edad, y antes había sido un hombre que había matado y robado, por lo cual sufría en la oscuridad. Pero eso no era todo. De improviso, Joséphine le dijo que era un simio. Imagínense a Rochas en 1904. Debió de haberse caído de espaldas. Afortunadamente, se recobró de su sorpresa y pudo rescatar este concepto fundamental que le entregó Joséphine. Dijo que entre las bestias había, como entre los hombres, naturalezas buenas y malas, y que, cuando se convertían en hombres, se guardaban los instintos de aquello que se había sido como bestia. Retengan este concepto, porque más adelante asistirán