Manual de atención de familias para profesionales de la salud. Angelina María Dois Castellón

Manual de atención de familias para profesionales de la salud - Angelina María Dois Castellón


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      Según los indicadores de estratificación social del Censo de 2002, en Chile existía un 10% de familias de nivel socioeconómico alto, un 40% de estratos medios y 50% de estratos bajos, situación que empeoraba en los sectores agrícolas. A fines del año 2006, los hogares pobres correspondían a 488.293 hogares. De ellos, el 75,8% (370.158) eran pobres no indigentes y el 24,2% (118.135) hogares indigentes2.

      En 2006, se constató una disminución general de los hogares que vivían en condición de pobreza e indigencia. El porcentaje de hogares pobres disminuyó de un 15,3% en el año 2003 a un 11,3% en el 2006, lo mismo ocurrió con el porcentaje de hogares pobres no indigentes que se reducen de un 11,4% en 2003 a 8,5% en 2006 y el porcentaje de hogares indigentes que disminuyen, durante el mismo período, desde un 3,9% (2003) a un 2,7% en el 2006 (CASEN, 2006).

      Por otro lado, se observa que el número de hijos promedio en las familias de menores ingresos si bien ha disminuido, es mayor que en la población general.

      TABLA 7. NÚMERO DE HIJOS SEGÚN NIVEL DE POBREZA DE LAS FAMILIAS (CASEN, 2006)

Promedio de hijos 1990 2003 2006
Indigente 2.3 1.9 1.8
Pobre no indigente 1.9 1.8 1.7
No pobre 1.3 1.2 1.2

      Al considerar los tipos de familia según el nivel de ingreso, se observa un menor número de familias extensas a mayor nivel de ingreso y más hogares unipersonales y aquellos constituidos por una pareja sola sin hijos. Las familias nucleares monoparentales se distribuyen de manera similar en los distintos estratos socioeconómicos. Las familias monoparentales, en una alta proporción, tienden a incluir a otros parientes, conformando familias extensas, lo que es menos frecuente en los sectores más acomodados, de modo que la familia extensa en Chile se configura principalmente por razones de índole económica. De acuerdo a la etapa de ciclo vital familiar en que se encuentran, las familias que presentan niños y adolescentes, tienen niveles de pobreza e indigencia mayor que en otras etapas. Según lo señalado por Arriagada (1998), la pobreza de los hogares se concentra en el ciclo en el cual la tasa de dependencia es mayor, puesto que hay mayor cantidad de miembros y mayor cantidad de niños con necesidades amplias en educación, vestuario y alimentación. Es la etapa en la que los hijos demandan más cuidado y, por ende, impiden la incorporación plena de la madre al trabajo.

      En general, la jefatura de hogar es mayoritariamente masculina, siendo el hombre habitualmente el único proveedor. La participación de los cónyuges se asocia principalmente al aumento de los ingresos del grupo, lo que les permite contar con ayuda en el cuidado de los hijos y en las tareas domésticas. Sin embargo, un problema relevante es la compatibilización del trabajo remunerado con el no remunerado ya que al interior de la familia no se ha producido la flexibilización de roles ligados al género necesaria para cumplir con las funciones familiares.

      En las familias de nivel socio económico más bajo, el aporte de ingresos generados por los mayores de 15 años es cercano al 30% del presupuesto familiar, por lo que es habitual que los estudios sean interrumpidos pudiendo optar a empleos no calificados y mal remunerados que aseguran la perpetuidad del círculo de la pobreza. Según el Instituto Nacional de la Juventud, el 66% de los jóvenes de las clases más acomodadas dedican la mayor parte del tiempo al estudio, lo que prácticamente duplica la realidad de los sectores más desfavorecidos (Gutiérrez & Osorio, 2008).

      En 2006, dos tercios de los ingresos de las familias del decil más pobre eran destinados al pago de deudas, porcentaje que se reduce considerablemente en los otros deciles.

      Un último elemento a considerar en el análisis de la situación de la familia chilena actual, se relaciona con el envejecimiento poblacional. Chile se encuentra en la etapa de transición demográfica avanzada, definida por una baja tasa de natalidad (año 2004: 14,9/1000 habitantes) y de mortalidad (año 2004: 5,4/1000 habitantes), que se traduce en un crecimiento natural también bajo (año 2004: 1%).

      La mujer chilena tiene actualmente mayores posibilidades de desarrollo educacional, laboral, académico y profesional que, sumado al fácil acceso para el control de su fertilidad, hizo que la tasa global de fecundidad en 2004 fuese de 1,9 hijos por mujer (INE, 2007) y de 1.3 en 2006 (MIDEPLAN, 2006), lo que da cuenta de una disminución de 11.8% del total de nacidos vivos respecto del año 1990. Lo preocupante es que esta cifra es inferior a la tasa de recambio poblacional de 2,1 hijos por mujer, concepto que significa que los hijos nacidos de cada mujer no alcanzarían para renovar la población al momento del fallecimiento de sus progenitores.

      Una de las características de la transición demográfica de un país es que los grupos etáreos que forman su población no crecen simétricamente. Es así que hay un aumento progresivo de los grupos de personas mayores de 65 años (año 2010: 9% de la población total, INE 2010), con una progresiva reducción de la población de 15 a 64 años, definida como la potencialmente activa de un país. Esto trae como consecuencia un mayor descenso de la natalidad y el envejecimiento poblacional, así como también problemas sociales, económicos y de salud pública, derivados de ese fenómeno.

      Sin embargo, ha habido un aumento en la tasa de natalidad de adolescentes. El 83% de las adolescentes que se embaraza es soltera y corresponde al 14.9% de todos los embarazos (INE, 2007). Del total de nacimientos ocurridos en el año 2003 cuyas madres eran adolescentes, hubo un 32.2% en que el padre era menor de 20 años, lo cual significó que del total de nacimientos provenientes de madres menores de 20 años, casi un tercio tuvo madre y padre adolescentes.

      En síntesis, se puede afirmar que en Chile hoy la población envejece a expensas de una menor tasa de natalidad que se ve reflejada en la existencia de menos familias con hijos en el hogar, más parejas jóvenes sin hijos y más parejas en etapa del nido vacío. Esta situación es más notoria en la medida que el nivel de ingresos de la familia aumenta. En general, las parejas retardan el nacimiento de su primer hijo en tanto aquellas en etapas más avanzadas no se ven en la necesidad de compartir su hogar una vez que los hijos se marchan.

      A través de los datos obtenidos del Censo (2002), en líneas generales, se puede observar que existe una tendencia a que la vida de la familia se despliegue en espacios eminentemente urbanos. Se han desarrollado cambios en la forma de vivir en familia con aumento de hogares monoparentales y unipersonales y un aumento de las familias nucleares sin hijos. La familia chilena se ha ido reduciendo en tamaño y empieza a prescindir de los hijos como definitorios de proyectos de vida de hombres y mujeres con una disociación progresiva de la relación parental y la conyugal.

      El aumento de las uniones de hecho y de los separados y divorciados muestra una estructura familiar en un contexto de cambio, con la consiguiente inestabilidad de los vínculos, inseguridad y desprotección jurídica. La familia en Chile ha dejado entonces de ser una realidad unívoca y homogénea.

       CONCLUSIONES

      En Chile, al igual que en el resto del mundo, los cambios sociales y estructurales que ha vivido la familia y las diferencias culturales y económicas de las que son objeto, no permiten construir una única definición de familia, lo que da cuenta del proceso de transformación constante que no admite referirse a ella como a una estructura inmutable, sino mas bien a un conjunto de formas de estructurar la vida entre personas.

       BIBLIOGRAFÍA

      Arriagada, I. (1998). Familias Latinoamericanas: convergencias y divergencias de modelos y políticas. Revista CEPAL, 65: 85-102.

      Burgos,


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