Chamanes y poetas. Flavia Inés Carrión

Chamanes y poetas - Flavia Inés Carrión


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      Este libro –en su primera edición– fue el primer resultado de esa búsqueda: un conjunto de prácticas para reencontrarnos con esa Espiritualidad Natural. Esta segunda edición profundiza los conceptos y experiencias que permiten ese encuentro y brinda los resultados de diez años de trabajo dentro de este marco.

      Como dije en la primera versión de este libro: no me presento al mundo como chamana o maestra consagrada, ni como antropóloga. Dejo esos ámbitos para quienes sientan ese lugar. Soy un ser humano buscando lo que todo ser humano ha buscado desde el principio de los tiempos: respuestas a las preguntas fundamentales: ¿Quiénes somos? ¿Para qué estamos aquí? Mi pasión consiste en compartir lo que voy descubriendo en mi viaje con otros buscadores de la tribu a la que pertenezco, la de la Tierra.

      Y la noción más motivadora que he descubierto es que los seres humanos todavía estamos a tiempo de crear una sociedad saludable, que honre la individualidad de cada ser y a la vez le ofrezca un lugar de dignidad en la comunidad; una sociedad que considere los derechos de animales y plantas, que elija el consenso por sobre la destrucción del diferente, que trabaje para que todos sean felices, que se comprometa a dejar un mundo mejor para las siguientes generaciones.

      ¿Qué lugar vas a ocupar en ese nuevo mundo?

      1 Laufer, 1917, pp. 361-371

      2 Fericgla, 1998.

      3 Para leer, es recomendable comenzar por el primero de la serie: Castaneda, Carlos (1974). Las enseñanzas de Don Juan.

      4 Harner, 1980.

      5 Ver un notable ensayo sobre este tema citado en la bibliografía: Llamazares y Sarasola, 2004.

      6 Pueden leerla en Internet: http://www.aics.org/war.html

      7 Manataka American Indian Council, 2006.

      3. ESPIRITUALIDAD NATURAL COMO ENTRENAMIENTO

      Al rescate de tu Naturaleza Sagrada

      He descubierto que, cuando recorremos el aprendizaje de la sabiduría ancestral, tanto si lo hacemos de la mano de un maestro o a través de nuestra propia vivencia de lo sagrado, no incorporamos conceptos sino entrenamientos. Encontrar –por ejemplo– nuestro propósito en la vida, no es algo a lo que se acceda a través de la revelación, sino que surge de practicar, con constancia y paciencia, cierto conjunto de acciones concretas. Incluso entonces, una vez descubierto “cuál es nuestro llamado”, el trabajo recién comienza, ya que es necesario que encontremos un cauce para nuestros talentos y un lugar donde expresarlos en forma plena.

      La Espiritualidad Natural se manifiesta en lo cotidiano y, por lo tanto, no trabaja con abstracciones o estructuras dogmáticas, sino que conduce al individuo a verificar permanentemente su estado interno en relación con el mundo de experiencia en el que está sumido. De allí surgen los aprendizajes, de allí surge la transformación, de allí se espera el encuentro con su ser verdadero.

      Existen varios territorios en donde el trabajo consciente con prácticas y reflexiones nos permitirá conocernos más a nosotros mismos y tomar decisiones acerca de si deseamos –o no– hacer cambios en nuestras actitudes. Describiré brevemente algunos.

      Nuestra relación con la Tierra

      Se nos ha dado un planeta bellísimo, riquísimo, amoroso y creativo como ninguno. No somos sus dueños, somos sus huéspedes, y –conscientemente o no– estamos destrozando el hogar que nos han prestado. No hablo solamente de las grandes multinacionales de la destrucción –que por supuesto aniquilan a una escala mayor–, hablo también de nosotros, los individuos en nuestro diario transitar. En muchas de nuestras acciones habituales, deshonramos –seguramente sin desearlo– al planeta. Cada vez que arrojamos basura en forma displicente, cada vez que hacemos talar innecesariamente un árbol, cada vez que compramos un animal exótico para tenerlo en cautiverio; en cada uno de estos pequeños actos estamos colaborando con la destrucción y el desequilibrio.

      La mayoría de estas acciones no se encuentran guiadas por la mala intención de las personas, sino por la pereza, la ignorancia o la auto indulgencia (“la papelera está lejos”, “el árbol molesta la vista”, “el animalito es como un juguete”).

      Los antiguos sabían que la desarmonía con el planeta genera desarmonía interna, enfermedad y vacío. El cazador de la prehistoria pedía permiso antes de obtener una presa para alimentarse, y entregaba a la naturaleza una ofrenda en reciprocidad. Lo sabemos porque muchas culturas han mantenido esta antigua práctica de respeto y honra. Los animales y plantas son tratados por ellos como maestros. Las fuentes de agua, los bosques, las montañas, son considerados lugares sagrados.

      Pero no estamos tan lejos. Si bien los maestros de la cosmovisión ancestral nos enseñan la unidad y mutua interacción de todo lo existente –orgánico e inorgánico– y nos llaman la atención sobre las consecuencias que hemos acarreado por apartarnos de esa cosmovisión, lo cierto es que esto no es algo nuevo. Muchos de nosotros recordamos habernos relacionado de otra forma con el mundo natural cuando éramos niños. Tan solo estamos activando ese recuerdo con cambios de comportamiento concretos. Cientos de personas en el mundo se están volcando a dietas orgánicas y prácticas protectoras del ambiente.

      Cuando era niña, recuerdo haberme sentido amiga de las criaturas pequeñas de muchas patas que habitaban las macetas del patio de mi abuela. Era una comunidad entrañable que yo observaba con asombro y reverencia ante su sabiduría. La forma en que se organizaban, cómo resistían las tormentas, sus innumerables habilidades, todo ese caudal de conocimiento me parecía la forma natural de aprender a mejorar mi propia experiencia. Intuyo que muchos de los lectores de este libro contarán con recuerdos similares de sus propias infancias.

      El entrenamiento consiste en darle continuidad a este vínculo saludable por la Tierra y enseñarlo a las generaciones que nos siguen.

      Ese amor que sientes cuando abrazas a un árbol, es la misma energía que al árbol lo atrae hacia ti.

      Todos formamos parte de una red de conexiones cuyo nombre es misterioso, pero que la mejor manera de traducirlo es con la palabra Amor.

      Confianza en el Misterio

      Este mundo en el que vivimos parece tener ya todas las respuestas: desde el origen del Universo al funcionamiento de una neurona. Pareciera que no hay espacio para más descubrimiento. Las inquietudes se han vuelto materiales: cómo produzco más dinero para comprarme más objetos, cómo resuelvo los problemas logísticos para que funcionen los proyectos, qué sustancia consumo para apagar el dolor.

      Todo parece centrarse en la cantidad de control que podemos ejercer sobre nuestro entorno.

      Filosóficamente hablando, no hemos avanzado mucho. Hemos perdido el interés por el debate de ideas y el vuelo lírico del pensamiento. Vivimos encerrados en nuestra pequeña y oscura caja–tan convencidos de que lo llamado paranormal es cosa de gente desequilibrada o charlatanes– que, cuando sucede algún fenómeno que no podemos explicar, inmediatamente lo escondemos para que no nos perturbe. Con el tiempo, dejamos de experimentarlos.

      Hemos olvidado que no hay actitud más científica que aceptar que no sabemos nada.

      El viaje que se propone un chamán cuando está dedicado a su tarea, es un viaje hacia el Misterio. Su entrenamiento lo prepara para lo inesperado, para la sorpresa. El chamán sabe que ni siquiera la muerte es algo de temer, porque forma parte del circuito de la vida y llegará –tarde o temprano– a ella. Lo que más le preocupa es quedar atrapado en las apariencias y no aprovechar la oportunidad que cada instante le ofrece para maravillarse ante lo sublime.

      Confianza


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