Los problemas de los padres de hoy. Ana Hilda Cruz
es que queramos niños perfectos, es que en algún punto de nuestra crianza recibimos quejas acerca del comportamiento de nuestro hijo en algún ambiente, ó, simplemente vemos como el hijo de nuestros amigos, cumple satisfactoriamente ciertos hábitos que nuestro hijo con un año mayor no cumple.
En algún momento comienzan a surgir los reproches, no siempre de la pareja, la mayoría de las veces, de nuestra propia conciencia, y entonces, esas observaciones del colegio, esas quejas eventuales, y esas criticas de la familia, van tomando tanto peso, que para el padre o la madre se convierten en verdaderos dolores de cabeza. Un sentimiento llamado frustración, comienza a evidenciarse, lo curioso es que se va regando como un virus, afecta inclusive las relaciones de pareja, afecta el trabajo y afecta la propia autoestima de los padres. Se inicia un círculo vicioso donde ya no es solo el niño la víctima, sino también los padres, e inclusive los hermanos del niño.
Luego vienen las “eternas” terapias que le inician al niño, y los “eternos” comentarios de los abuelos y tíos, comparando su hermosa niñez sin ningún trauma, con la niñez de su nieto o sobrino tan abrumada por semejantes traumas inventados por este siglo. Los padres en medio de críticas, terapias, afanes y anhelos, valientemente enfrentan su mundo con todo tipo de justificaciones. En el fondo, muchos creen que las terapias no le ayudarán al niño, que es solo una “perdedera” de dinero, pero lo hacen por calmar su conciencia. El problema se acrecienta cuando después de 1 o 2 años en terapia, el niño sigue igual o peor, y en el colegio, los informes ya no son tan excelentes como antes, se evidencia que el niño definitivamente no siempre se relaciona bien con sus compañeros, no siempre obedece, no siempre cumple las normas y los deberes, no siempre sabe resolver sus conflictos, no siempre se lleva bien con sus amiguitos, no siempre expresa hábitos de iniciación básicos, y no siempre se le ve feliz y disfrutando de su proceso educativo.
Para muchos padres, la remisión a consulta de psicología es la gota que derrama la copa, si el niño no quiere ir a estudiar definitivamente es culpa del colegio, lo mejor es cambiarlo, si hay muchas quejas del colegio, lo mejor es cambiarlo porque definitivamente le quedo grande al colegio controlar a un niño de 5, 6 u 8 años, si el niño tiene matrícula condicional, lo mejor es amenazarlo y decirle que si pierde el año, pasará a un colegio de menos categoría o inclusive a uno de tipo militar. Sin embargo los padres acceden a la consulta de psicología “ya ha estado en tantas, que una más que mas da”….
Y dentro del proceso iniciado en consulta psicológica se establecen momentos para dialogar y asesorar a padres, y es cuando surge un nuevo inconveniente: papá le dice a mamá, -“vaya usted ya que es la que lo tiene tan mal criado, yo no tengo porque ir, no tengo tiempo”-, la mamá asiste y en medio de la sesión comienza a llorar involucrando una serie de factores no solo de crianza, sino de pareja y hasta de proyecto de vida personal. Al indagar mucho más el sistema parental (padres) y fraternal (hermanos), se evidencian una serie de desajustes a nivel de hogar relacionados con pautas de crianza (hábitos, rutinas), modelos de afectividad, modelos de disciplina y autoridad, establecimientos de límites y comunicación.
En las siguientes páginas, se tratarán temas relacionados con vivencias diarias y situaciones que los niños y los padres manifiestan en su convivencia rutinaria, para muchos padres, las orientaciones han sido de gran ayuda, les han brindado un panorama tan diferente que al ponerlas en práctica, su experiencia como padres, ha pasado de ser tormentosa a ser totalmente placentera. En otros casos, su labor satisfactoria, ha mejorado con la adaptación de ciertas sugerencias, que han incrementado la unidad familiar y han convertido sistemas familiares estables, en sistemas familiares totalmente sólidos. Este es un libro diseñado para ayudarnos a mejorar nuestra labor de padres y disfrutar el privilegio de serlo.
El príncipe toma el puesto del rey y la reina
1. Cuando se le da todo el poder al niño
-¿Si sabe que ya salió el juego startack versión 9?
-¿En serio?, ¿donde lo están vendiendo?-
- En la tienda donde siempre los compramos
-¡Huy, esta tarde llego y le digo a mi mamá que vayamos a comprarlo!
- ¿A si no más...?
- ¡Claro, mi mamá siempre hace lo que le pido!...
Lo anterior es una parte de una conversación entre dos amigos escolares, conversando a la hora de su descanso diario. Lo extraño en sí, no es sobre lo que conversan, sino la percepción que uno de ellos tiene acerca de la obediencia de su mamá. Los padres de esta generación, más que las anteriores, vivimos con demasiados compromisos, hay mucho que hacer, mucho que ver, mucho que conocer, mucho que vivir, y a veces el tiempo no nos alcanza, no solo nos abruman los gastos, las cuentas, la cantidad de compromisos, nuestras listas de sueños y metas, sino además, la exigencia interna y externa por entregar mañana, ciudadanos responsables, felices y realizados, todo esto sin contar, con la presión de generaciones pasadas que con “merecida” autoridad, nos cuestionan nuestro rol de padres. Para muchos padres, esos comentarios no aplican, pero lamentablemente para otros cuantos sí.
Algunos casos de la consulta psicológica, son de padres que en términos generales no disfrutan serlo. Están agobiados con las “1358” teorías del mercado, y más, cada dos segundos nacen nuevas propuestas, el ser padre debería ser una experiencia soñable para todos, pero la verdad, es que hoy abundan muchas parejas que después de tres, cuatros o cinco años de matrimonio, todavía no esperan, o mejor no quieren tener hijos. La paternidad es además de un privilegio-, -una gran responsabilidad- , es un deber mayúsculo, capaz de alterar nuestros proyectos de vida personales, y un derecho que inclusive se puede perder por negligencia. La estructura familiar también ha cambiado, abundan las familiares uniparentales y las familias mezcladas. De hecho para algunos, éstas últimas son lo mejor en cuanto a autenticidad en las relaciones, pues al interior de la familia típica nuclear, no siempre se vivencia la lealtad y la fidelidad.
Lo cierto es que hay familias en crisis, pero la familia como estructura básica de una sociedad nunca ha estado en crisis, se nos entregó un modelo donde las funciones, y los roles están claramente diseñados. La familia es la escuela del amor y de las virtudes, es el lugar a donde todos regresamos, es la base de nuestra identidad personal. Y en esa estructura familiar, se posiciona la autoridad como un deber y como un derecho, basada en el servicio, y patrocinada por la lógica de la naturaleza.
Padre y madre se complementan, no compiten, se unen, porque son más que un equipo, llegan a ser uno solo, no son perfectos, pero si perfectibles, se unieron no solo para compartir su amor, sino para transmitirlo a otros, -para trascender-. Por eso cuando llegan los hijos, la emoción se mezcla con miedo, la alegría se empaña con la inexperiencia, pero el amor se multiplica cada día. Se le quiere dar todo y más a ese hijo, y en algunos casos, se cae en una excesiva atención, descuidando inclusive a la pareja. Se le quiere proveer de todo y más, y en algunos casos, la alcoba de los niños termina convertida en un pequeño almacén. Se le quiere dar gusto a todas sus apetencias, y en el diario vivir, la convivencia dinamiza los roles de manera muy extraña.
En algún momento de la crianza, la sobreabundancia de atención, los cientos de objetos tangibles, y los deseos cumplidos, hace que el niño perciba que el mundo esta a su servicio, más aún, que él tiene el mundo a sus pies. Todo lo que pide, lo recibe, todo lo que desea, lo obtiene, sus padres están para complacerlo en todo, lo único que necesita es comunicar su deseo, su mundo es completamente dominado por él. No se necesita un coeficiente de 180, los niños son muy astutos, y se apropian sutil pero sagazmente de ese rol de liderazgo, de autoridad, y sin tomar ningún curso, comienzan