Los novios. Alessandro Manzoni

Los novios - Alessandro Manzoni


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jacobinas y la profunda admiración que sentía por Monti —el príncipe entonces de los literatos italiano—, el joven Alessandro compuso sus primeros poemas.

      Su madre, separada del marido, residía en París, era amiga de Cario Imbonati, y formaba parte de la intelectual Société d’Auteuil. En ella participaba también el estudioso Claude Fauriel. A la muerte de Imbonati, en 1805, Manzoni publicó sus Versi in morte di Cario Imbonati, primera composición que dio a la imprenta. Por deseo de su madre, que quería introducirle en varias tertulias, ese mismo año Manzoni marcha a la capital francesa, donde su vida cobra una nueva intensidad intelectual. Allí llegará a tener una gran amistad con Fauriel, el escritor de más sanas ideas religiosas y morales de cuantos acudían a las tertulias.

      El 6 de febrero de 1808, en Milán, Alessandro contrae matrimonio con Enriqueta Blandel, hija de un banquero ginebrino, y de religión protestante. Ciertas murmuraciones surgidas en esa ciudad hicieron que los recién casados se trasladaran a París, donde nació su primera hija. Allí Enriqueta se convirtió al catolicismo, y su dulce influencia y su ejemplo ayudaron a que su esposo, impregnado de la escéptica filosofía entonces imperante, saliese de la indiferencia religiosa para volver a la fe.

      Manzoni regresó de París con su familia para afincarse definitivamente en Milán, y a la conversión religiosa acompañó la literaria. El escritor abjuró del pseudoclasicismo y aceptó los principios del Romanticismo. Las nuevas corrientes , los consejos de Fauriel y sus propias reflexiones imprimieron ese cambio de rumbo en su obra.

      Dentro ya de esa nueva escuela literaria, compuso los Inni sacri, colección de cinco poemas religiosos de sencilla y sublime originalidad , que fue un intento de situar dentro de la órbita del Evangelio los conceptos de igualdad y fratenidad que había proclamado la Revolución francesa. El valor lírico de estos himnos señala una madurez poética que alcanzará su mayor valor con Il Cinque di Maggio, nacido de la impresión que causó en Manzoni la muerte de Napoleón, y de una profunda y humanísima piedad. Fue acogido con gran entusiasmo por doctos e indoctos, y acrecentó enormemente su popularidad como autor.

      Su siguiente creación fue Il Cante di Carmagnola, una tragedia publicada en 1819 y dedicada a C. Fauriel, que adolecía de ciertos altibajos.

      En 1822, después de haber trabajado en otra obra que no llegó a terminar, Manzoni publicó su segunda tragedia, Adelchi, muy superior a la primera y considerada la mejor obra teatral del Romanticismo italiano. Con un argumento de amplitudes épicas, es una muestra de las cualidades del autor en sus escritos históricos, según palabras de uno de sus biógrafos: es sobria, tersa y convincente.

      Dos fueron los estímulos externos que alentaron a Manzoni a iniciarse en un nuevo género: el éxito que tuvieron en Milán las novelas de Walter Scott, y los textos de Ripamonti y Gioia, determinaron su propósito de escribir una novela histórica . Y lo hizo nada menos que con I promessi sposi, que marcó en Italia el comienzo de la novela moderna de base realista. Sin embargo, él no la llamó novela, sino «Historia mitanesa del siglo XVII»; fueron los lectores quienes calificaron de novela este magnifico relato, que desde su inicio en 1821, hasta su publicación en 1827, recorrió un complejo camino.

      I promessi sposi —o Los novios, como la tituló en su traducción al castellano Juan Nicasio Gallego— es una historia de opresores y oprimidos, con la novedad de que los protagonistas son dos campesinos de la clase más humilde. Con esta elección, Manzoni centra su atención y su afecto en el pueblo anónimo, y se propone que, frente a lo habitual, los héroes sean los humildes. Pero esta novedad suscitó no pocas sorpresas y censuras entre los escritores y críticos de entonces, incluso del propio Goethe, a pesar de lo que apreciaba al autor.

      Tan sencillo argumento pudiera haberse encerrado en el estrecho marco de un idilio, pero Manzoni crea un extenso mundo social cruzado por estigmas e injusticias para enmarcar las muchas desventuras de la pareja protagonista.

      Esto da al maravilloso ingenio del autor espacio suficiente para bosquejar a todas las clases sociales, desde el rey de España al oscuro pechero; desde el cura de aldea hasta el cardenal; desde la ingenua aldeana a la criminal aristócrata, y todos tan distintos y caracterizados, tan de verdad, que quedan en la memoria del lector como si realmente los hubiera conocido . Y este arte alcanza incluso a los personajes secundarios —como Inés, Perpetua o El Canoso—, a los que dota también magistralmente de fisonomía propia y rasgos inconfundibles. Todos excitan la piedad, el amor, la risa, la admiración o el desprecio.

      Situada cronológicamente entre finales de 1628 y 1630, bajo el dominio de Felipe IV y con el dramático episodio de la peste cercenando vidas, la novela está conducida por una armonía que enlaza de forma magistral ficción y hechos reales; y se eleva desde su restringida parcela histórica para ser un vigoroso valor representativo de Italia.

      La moral cristiana impregna toda la narración y da al libro el gran mérito de ser fundamentalmente democrático, y de querer mejorar al pueblo con hermosos ejemplos de devoción sincera, caridad universal y humildad.

      Tras una primera acogida más bien fría y crítica de muchos detractores que la leyeron con una inteligencia llena de sistemáticos prejuicios, comenzaron a apreciarse en todo su valor sus inefables bellezas, y a publicarse entusiastas elogios. El propio Goethe declaró que «en Los novios se pasa constantemente de la conmoción a la admiración, y de la admiración a la conmoción, sin que se salga nunca de estos dos grandes afectos».

      El escaso éxito inicial de la novela retrajo a Manzoni de los trabajos literarios; pero transcurrido algún tiempo volvió a escribir varias obras más de contenido moral y de crítica literaria.

      En todos esos años, su vida familia fue muy grata . Enriqueta Blondel hizo feliz a Manzoni, y le dio ocho hijos. Su muerte en 1833, sumió a la familia en un profundo dolor. Mas, contra lo que pudiera suponerse, el poeta contrajo nuevas nupcias con Teresa di Cesare en 183 7. Esta unión trajo perturbaciones a la tranquila casa del gran autor. Los graves problemas económicos, y el carácter de su nueva esposa amargaron la existencia de Manzoni en esa etapa.

      Por fortuna, el Gobierno puso fin a la difícil situación del escritor señalándole una pensión digna, y las condiciones editoriales mejoraron un poco, con lo cual pudo pasar sin sobresaltos los últimos años de su vida. Dos caídas derrumbaron su salud, ya muy quebrantada por una enfermedad que padecía desde 1858. En sus momentos lúcidos, presintiendo la muerte, se preparaba al postrer viaje, y lo hizo con especial devoción en la Pascua de 1873. Después de una larga agonía, entregó su alma a Dios el 22 de mayo de 1873, a los ochenta y ocho años.

      Italia le tributó honores extraordinarios, y desde su muerte, la gigantesca figura de Manzoni, gran poeta y gran prosista, insigne historiador y pensador, permanece en la memoria de los hombres.

      La traducción al castellano que aquí presentamos es la que realizó el escritor romántico español Juan Nicasio Gallego entre 1836 y 1837, que está considerada una versión magistral. Por ello, se ha optado por respetar rasgos lingüísticos de la época, y los propios del estilo y el habla del traductor, como diversos arcaísmos, leísmos, etc. Así conserva el sabor y el espíritu original.

      C. C. A.

      INTRODUCCIÓN

      «La historia puede considerarse como una guerra ilustre contra el tiempo, porque al arrancarle de las manos los años, que ha reducido a dura esclavitud, convirtiéndolos en cadáveres, la historia los resucita, los examina, y al revistados los alínea de nuevo en orden de batalla. Pero los ilustres campeones de semejante torneo tan sólo cosechan palmas y laureles, los despojos más ricos y resplandecientes, embalsamando por medio de la tinta las proezas de los príncipes, potentados y personajes de noble estirpe, zurciendo con la aguja de su talento los rasgos escritos con hilos de oro y seda, un brocado de acciones gloriosas.

      »No le es permitido, sin embargo, a mi pequeñez elevarse a tamaños asuntos, a sublimidades tan peligrosas, que podrían exponerme al riesgo de perderme en los intrincados laberintos de las intrigas políticas, por dejarme guiar por el estruendo de las bélicas trompas.

      »Pero habiendo tenido conocimiento de hechos memorables, que atañen a gente


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