Mensajes para los jóvenes. Elena G. de White

Mensajes para los jóvenes - Elena G. de White


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y no santificados; pero recuerda que los actos más triviales de tu vida están abiertos a la vista de Dios. Tienes un registro manchado en el cielo. Allí están anotados todos los pecados que has cometido.

      Dios te mira con desaprobación, y sin embargo pareces desprovista de sentimientos; no te percatas de tu condición perdida y arruinada. A veces sientes remordimientos, pero pronto se sobrepone tu espíritu independiente y orgulloso, y ahogas la voz de la conciencia.

      No eres feliz; y sin embargo imaginas que si pudieras hacer tu voluntad sin restricciones, lo serías. ¡Pobre niña! Ocupas una posición semejante a la de Eva en el Edén. Imaginaba ella que si tan sólo comía del fruto del árbol que Dios le había prohibido tocar siquiera, so pena de muerte, se exaltaría grandemente. Comió, y perdió todas las glorias del Edén.

       El dominio de la imaginación

      Deberías dominar tus pensamientos. No será esto tarea fácil; no lo puedes realizar sin severo y serio esfuerzo. Sin embargo, eso es lo que Dios requiere de ti; es el deber que descansa sobre todo ser responsable. Eres responsable ante Dios de tus pensamientos. Si fomentas ideas vanas, y permites que tu mente se espacie en temas impuros, en cierta medida eres tan culpable ante Dios como si llevaras a la práctica tus pensamientos. Todo lo que impide la acción es la falta de una oportunidad.

      Soñar de día y de noche y construir castillos en el aire son hábitos malos y excesivamente peligrosos. Cuando se han arraigado, es casi imposible quebrar esos hábitos y dirigir los pensamientos a temas puros, santos y elevados. Tendrás que transformarte en una fiel centinela de tus ojos, oídos y sentidos si quieres controlar tu mente y evitar que los pensamientos vanos y corruptos manchen tu ser. Sólo el poder de la gracia puede cumplir esta muy deseable obra. Eres débil en este sentido.

       El sometimiento de las pasiones y los afectos

      Te has vuelto díscola, atrevida y osada. La gracia de Dios no tiene lugar en tu corazón. Sólo por el poder de Dios puedes colocarte en una posición que te permita recibir su gracia, ser un instrumento de justicia. No sólo requiere Dios que controles tus pensamientos, sino también tus pasiones y afectos. Tu salvación depende de que te gobiernes en estas cosas. Las pasiones y los afectos son agentes poderosos. Si se utilizan mal, si se ponen en marcha por motivos equivocados, si se los dirige hacia objetivos equivocados, serán poderosos para arruinarte y convertirte en una miserable piltrafa, sin Dios y sin esperanza.

      La imaginación debe ser positiva y persistentemente controlada si se desea sujetar las pasiones y los afectos a la razón, la conciencia y el carácter. Estás en peligro, porque estás a punto de sacrificar tus intereses eternos ante el altar de la pasión. La pasión está obteniendo el manejo positivo de tu ser entero. ¿Qué clase de pasión? La de una naturaleza baja y destructora. Si cedes a ella, amargarás la vida de tus padres, acarrearás tristeza y vergüenza a tus hermanas, sacrificarás tu propio carácter, y perderás el cielo y una vida gloriosa e inmortal. ¿Estás dispuesta a hacer esto? Te ruego que te detengas donde estás. No avances ni un paso más en tu proceder terco y caprichoso, porque ante ti están la desgracia y la muerte. A menos que domines tus pasiones y afectos, ciertamente te desprestigiarás a ti misma y a todos los que te rodean, y traerás la desgracia a tu carácter por el resto de tu vida.

      27 Mateo 12:34.

      19

      La fortaleza de carácter obtenida por la lucha

      Cristo es nuestro ejemplo en todas las cosas. De acuerdo con la providencia de Dios, su vida temprana transcurrió en Nazaret, donde los habitantes eran de tal carácter, que él se encontraba continuamente expuesto a las tentaciones y necesitaba estar en guardia para permanecer puro y sin mancha entre tanto pecado y maldad. Cristo mismo no escogió ese lugar. Su Padre celestial se lo eligió, para que su carácter fuese probado de diversos modos. La vida temprana de Cristo fue sometida a severas pruebas, dificultades y conflictos con el fin de que desarrollase el carácter perfecto que lo convierte en ejemplo perfecto para los niños, los jóvenes y los adultos.

      Los niños y jóvenes están frecuentemente colocados en un ambiente que no es favorable para la vida cristiana, y ceden fácilmente a las tentaciones, alegando como excusa por su conducta pecaminosa que el ambiente es desfavorable para ellos. Cristo escogió el retiro, y mediante una vida industriosa, que mantenía activas sus manos, no invitó a la tentación, sino que se mantuvo alejado de la compañía de aquellos cuya influencia era corruptora. Cristo recorrió el camino más desparejo que hayan de transitar alguna vez los niños y los jóvenes. No le tocó en suerte una vida de abundancia e indolencia. Sus padres eran pobres y dependían de su trabajo diario para ganar el sustento; por tanto, la vida de Cristo fue una vida de pobreza, abnegación y privaciones. Compartió con sus padres su vida de laboriosidad diligente.

       La pureza no depende de las circunstancias

      Nadie será jamás llamado a perfeccionar un carácter cristiano bajo circunstancias más desfavorables que las que rodearon a nuestro Salvador. El hecho de que Cristo viviera treinta años en Nazaret, lugar del cual muchos consideraban una maravilla que saliese algo bueno, es un reproche para los jóvenes que piensan que su carácter religioso debe conformarse a las circunstancias. Si el ambiente de los jóvenes es desagradable y positivamente malo, muchos hacen de esto una excusa para no perfeccionar un carácter cristiano. El ejemplo de Cristo sería un reproche para la idea de que sus seguidores han de depender del lugar, la fortuna o la prosperidad para vivir vidas sin culpa. Cristo les enseñaría que su fidelidad haría honorable cualquier puesto, por humilde que sea, al cual los haya llamado la providencia de Dios.

      La vida de Cristo tuvo por objeto mostrar que la pureza, la estabilidad y la firmeza de principios no dependen de una vida libre de dificultades, pobreza y adversidad. Cristo soportó sin murmurar las pruebas y privaciones de que se quejan muchos jóvenes. Y esta disciplina es la experiencia que necesitan los jóvenes, la que dará firmeza a sus caracteres y los hará como Cristo, fuertes en espíritu para resistir la tentación. Si se separan de la influencia de quienes los harían descarriar y corromperían su moral, no serán vencidos por los ardides de Satanás. Orando diariamente a Dios, recibirán de él sabiduría y gracia para soportar el conflicto y las severas realidades de la vida y salir victoriosos. Sólo se puede conservar la fidelidad y la serenidad de la mente mediante la vigilancia y la oración. La vida de Cristo fue un ejemplo de energía perseverante que no se dejó debilitar por el vituperio, el ridículo, la privación o las dificultades.

      Lo mismo debería ocurrir con los jóvenes. Si aumentan para ellos las pruebas, deben saber que Dios está probando su fidelidad. Y en el mismo grado en que mantienen la integridad de carácter bajo circunstancias desalentadoras, aumentarán su fuerza, estabilidad y poder para resistir, y se fortalecerán en espíritu (The Youth’s Instructor, marzo de 1872).

       La


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