Mensajes para los jóvenes. Elena G. de White

Mensajes para los jóvenes - Elena G. de White


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sufrimiento, antes que contaminar al ser con el pecado. El lema de todo cristiano debiera ser: “La muerte antes que el deshonor o la transgresión de la ley de Dios” (Testimonios para la iglesia, t. 5, p. 137).

      28 Juan 1:46.

      29 Lucas 2:40.

      20

      Cómo resistir la tentación

      Los que son participantes de la naturaleza divina, no cederán a la tentación. El enemigo está trabajando con todo su poder para vencer a los que se esfuerzan por vivir la vida cristiana. Con la esperanza de que cedan, los tienta. Así espera desanimarlos. Pero los que han asentado firmemente sus pies en la Roca de los siglos, no cederán a sus estratagemas. Recordarán que Dios es su Padre y Cristo su Ayudador. El Salvador vino a este mundo a traer fuerza a cada persona tentada y probada para que venza, así como él venció. Yo conozco el poder de la tentación; yo conozco los peligros que yacen en el camino; pero sé también que hay provisión de fuerza suficiente para cada momento de necesidad, para los que están luchando contra la tentación.

       Hay que evitar las tentaciones innecesarias

      Manténganse alejados de las influencias corruptoras del mundo. No vayan espontáneamente a lugares donde las fuerzas del enemigo se hallan poderosamente atrincheradas.

       El deber antes que la inclinación

      Cuando los jóvenes intenten romper con el dominio de Satanás, él redoblará sus tentaciones. Sacando ventaja de la ignorancia y la inexperiencia de ellos, intenta oscurecer la distinción entre el bien y el mal. Se transforma en un ángel de luz, y con engañosas promesas de placer los induce a entrar en su sendero prohibido. Si los jóvenes han formado el hábito de seguir la inclinación antes que el deber, hallarán difícil resistir la tentación. No ven el peligro de entregarse, aunque sea una sola vez, a los placeres prohibidos. Las sugestiones de Satanás despertarán todo vestigio de depravación que haya en el corazón (The Signs of the Times, 19 de enero de 1882).

      30 1 Corintios 10:13.

      31 2 Corintios 6:17, 18.

      32 Juan 17:15.

      21

      La falacia del pecado

      Nada es más traicionero que la falacia del pecado. Es el dios de este mundo que engaña, ciega y conduce a la destrucción. Satanás no expone todas sus tentaciones a la vez. Las disfraza con una máscara de bien. Mezcla con diversiones y extravagancias algunas pequeñas ventajas, y los seres engañados dan como excusa que el tener parte en ellas reporta un gran bien. Esta es sólo la parte engañosa. Son las artes infernales de Satanás enmascaradas. Las personas engañadas dan un paso y se preparan para el siguiente. Es mucho más placentero seguir las inclinaciones del corazón que estar a la defensiva y resistir la primer insinuación del astuto enemigo, y así impedir sus intrusiones.

      Oh, ¡cómo acecha Satanás para ver cuán fácilmente se toma su carnada, y para ver a las personas andar precisamente en la senda que él ha preparado! Él no quiere que abandonen la apariencia de oración y prácticas religiosas, pues así puede hacerlos más útiles en su servicio. Une su sofistería y sus trampas engañosas con la experiencia y la profesión de fe de ellos, y así hace progresar maravillosamente su causa.

       El examen de sí mismo

      Existe la necesidad de examinarse íntimamente y de preguntarse a la luz de la Palabra de Dios: “¿Soy íntegro o corrupto de corazón? ¿Estoy renovado en Cristo o soy todavía carnal de corazón, cubierto sólo exteriormente con un vestido nuevo?” Acérquense al tribunal de Dios y observen, como a la luz de Dios, si hay algún pecado secreto, alguna iniquidad, algún ídolo que no hayan sacrificado. Oren, sí, oren como nunca antes para que no sean engañados por lo ardides de Satanás; para que no se entreguen a un espíritu descuidado, indiferente, vano y presten atención a los deberes religiosos para acallar la propia conciencia...

      Uno de los pecados que constituyen una de las señales de los últimos días es que los cristianos profesos son amadores de los placeres más que de Dios. Traten sinceramente con sus propios seres. Investiguen cuidadosamente. Cuán pocos, después de un examen fiel, pueden levantar la vista al cielo y decir: “No soy uno de los así descritos. No soy un amador del placer más que de Dios”. Cuán pocos pueden decir: “Estoy muerto para el mundo; la vida que ahora vivo es por la fe del Hijo de Dios. Mi vida está escondida con Cristo en Dios, y cuando aquel que es mi vida aparezca, yo también apareceré con él en gloria”.

      ¡El amor y la gracia de Dios! ¡Oh preciosa gracia, más valiosa que el oro fino! Eleva y ennoblece el espíritu por encima de todos los demás principios. Coloca el corazón y los afectos en el cielo. Mientras los que nos rodean se ocupan en vanidades mundanas, placeres y frivolidades, nuestra conversación está en el cielo, de donde esperamos al Salvador; el ser se dirige a Dios para obtener perdón y paz, justicia y verdadera santidad. El trato con Dios y la contemplación de las cosas de arriba transforman a la persona a la semejanza de Cristo (Review and Herald, 11 de mayo de 1886).

      22

      Una advertencia contra el escepticismo

      Siento la más intensa angustia por nuestra juventud. Los amonesto, como quien conoce el peligro, que no se dejen entrampar por Satanás, por medio del pequeño conocimiento científico que puedan haber adquirido. Es mejor tener un corazón puro y humilde que toda la ciencia que puedan obtener sin el temor del Señor.

      Es probable que los jóvenes de hoy encuentren a escépticos e incrédulos dondequiera que vayan, por lo cual, ¡cuán necesario es que vayan equipados de modo que puedan dar razón de su esperanza con mansedumbre y temor! Tomás Paine ha pasado al sepulcro, pero sus obras viven para maldecir al mundo, y quienes dudan de la verdad de la Palabra de Dios colocarán estas producciones incrédulas en manos de los jóvenes inexpertos para llenar su corazón de la atmósfera ponzoñosa de la duda. El espíritu de Satanás obra mediante los hombres impíos para llevar a cabo sus ardides para la ruina de las personas.

       El peligro de la relación con los escépticos

      Vivimos en una época de disipación, y los hombres y los jóvenes son atrevidos en el pecado. A menos que nuestra juventud sea guardada en santidad, y fortificada por principios firmes,


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