Reinventa las reglas. Meg-John Barker
particular han colaborado en mi cambio de mentalidad de forma que la segunda edición sea mejor libro —en mi opinión— que el primero. La primera es Hannah Darvill, cuyo entusiasmo infinito me dio la confianza necesaria para volver a Reinventa las reglas, y me enseñó tanto en nuestras numerosas sesiones maratonianas sobre relaciones. La segunda es Alex Iantaffi —mi maravilloso coautor y querido amigo— que me ayudó especialmente a pensar todo desde la interseccionalidad. La tercera es Justin Hancock —colega cercano y también «eminente profesional de la sexología»— cuya colaboración me ha permitido ir más allá, profundizar en mis reflexiones y hacer mis textos más atractivos.
Me gustaría dar las gracias a más autoras y autores —actuales y del pasado— que me han influido. En particular, para la segunda edición esa lista debe incluir a bell hooks, Pema Chödrön, Harriet Lerner, Hal y Sidra Stone, Ros Gill, Laura Harvey, Sara Ahmed, Audre Lorde, Gayle Rubin, John Welwood, Stephanie Davis, Carrie Jenkins, Reni Eddo-Lodge, H Howitt y CN Lester.
Gratitud inmensa a todos mis maravillosos amores —humanos y no humanos—, especialmente al grupo nbsp, Ed Lord, al gato Barney, Bee y Jess, Jake Yearsley, al grupo de Pink Therapy (especialmente Clare Staunton por su amable acogida), a quienes han asistido a los congresos de nmci, mi lugar preferido junto al río, y mis yoes que he rechazado: ¡cuántas veces resurgís! También necesito dar las gracias a todas las personas con quienes he tenido relaciones complicadas a lo largo de muchos años; quizá sea una de las formas de intimidad más profundas y menos valoradas. Es de esas personas de quienes más he aprendido, con un mayor coste, y os debo agradecimiento eterno por eso: sabéis quienes sois.
Gracias a quienes trabajan en Routledge, especialmente a mi editora Joanne Forshaw, por creer en este libro y hacer posible una segunda edición. Gracias también a mis colegas de Open University por su continuo apoyo a mi trabajo, ¡por muy extraño que le parezca a la academia «auténtica»!
Como siempre, gracias a mis clientes, miembros de mi comunidad, activistas y estudiantes que han trabajado conmigo estos años, por tener el coraje suficiente para sincerarse y hacer preguntas tan complicadas (son las mejores). Es sobre todo en la sala de consulta, en espacios de trabajo y en clase donde más se han cuestionado mis propias creencias y donde me he visto en la obligación de tener que seguir preguntándome cómo funcionan esas ideas en la vida real. No puedo nombrar a todo el mundo, pero espero que veáis cómo habéis dado forma a este libro. Os aprecio especialmente a quienes le habéis dedicado tiempo a responder la encuesta sobre feedback. Espero haberos hecho justicia con los cambios realizados.
Finalmente, gracias a ti, que me estás leyendo, por hacer posible este libro, y por tu valentía y apertura a acompañarme en este viaje para reinventar las reglas.
1. Especialmente comunidades de sexualidad no convencional, no monogamia y bisexuales. Se puede encontrar esta investigación académica en las siguientes publicaciones:
Langdridge, D., y Barker, M. (Eds.) (2007). Safe, sane and consensual: Contemporary perspectives on sadomasochism. Palgrave Macmillan.
Barker, M., y Langdridge, D. (Eds.) (2010). Understanding non-monogamies. Routledge.
Barker, M., Richards, C., Jones, R., Bowes-Catton, H. y Plowman, T. (2012). The bisexuality report: Bisexual inclusion in LGBT equality and diversity. The Open University, Centre for Citizenship, Identity and Governance.
2. Ver capítulo 1 para leer más sobre el significado de esto.
3. Por ejemplo: Jeffries, S. (2012). «The sex issue: Is monogamy dead». The Guardian, 10 de noviembre de 2012; y Moore, A. (2012). «Modern love: The rise of “monogamish” couples». The Times Weekend, 5 de mayo de 2012.
1 Reinventa las reglas
Fig. 1.1. Reglas contradictorias.
la incertidumbre y las normas
Estamos en un momento de incertidumbre en las relaciones. Nunca han existido más consejos sobre a quién y cómo amar. Las apps para ligar nos prometen que encontraremos a nuestra media naranja. En los consultorios sentimentales valoran cada ruptura y reconciliación de cada celebridad. Los reality shows ofrecen consejos sobre cómo arreglar tu relación. Las canciones pop nos cuentan cómo sentirnos cuando nos enamoramos y nos desenamoramos. Los anuncios de prensa nos inundan con imágenes de parejas felices que en cierto sentido «han encontrado la clave», mientras desayunan o conducen su coche. Se nos bombardea a diario con normas sobre las relaciones: quién ser para conseguir y conservar a alguien, qué desear y esperar de alguien y cómo saber cuándo ya no funciona. Al mismo tiempo, las normas que recibimos sobre las relaciones se han vuelto cada vez más confusas y contradictorias, como puedes ver en la ilustración al comienzo de este capítulo. Todo —desde formularios oficiales a los periódicos digitales en internet— parece intentar definirnos por nuestras relaciones, pero cada vez está menos claro a qué nos referimos con «relaciones». Si dijéramos la verdad, quizá todo el mundo marcaría la casilla de «es complicado».
Así que nos rodea la incertidumbre, y es aterrador porque es el lugar con más posibilidades de causarnos dolor y sufrimiento, así como placer y satisfacción. Nos dicen: hazlo bien y podrás conseguir la máxima felicidad para siempre; la seguridad de que te vean tal cual eres y te quieran por serlo; la seguridad de la entrega absoluta, de tener todas tus necesidades y deseos cubiertos. Equivócate, y en su lugar, te verán como realmente eres, con tus carencias. Puede que nos enfrentemos a un rechazo tras otro cada vez más angustioso que el anterior. Nos pueden herir y —quizá peor todavía— nos damos cuenta de que podemos herir a otras personas.
No es de extrañar que busquemos normas para hacerlo bien.
¿Cómo hemos llegado a este punto?
La historia y la sociología señalan varios cambios que han alterado nuestra percepción y forma de experimentar el amor.1 Una mayor igualdad de género y una mayor aceptación del hecho de que las relaciones pueden darse entre personas del mismo género significa que las relaciones, hoy en día, están compuestas por personas independientes con sus propios sueños y objetivos.2 Tenemos un fuerte sentido de la identidad individual y un fuerte deseo de satisfacción personal.
Sin embargo, al mismo tiempo concebimos las relaciones románticas como la máxima fuente de validación, significado y sensación de pertenencia, quizá por el declive de la fe religiosa y las comunidades locales, y la inseguridad e inestabilidad a la que nos enfrentamos en el mundo laboral. El amor es la nueva religión.3
Esta situación agrava una tensión existencial previa cuando estamos en una relación con otra persona: somos dos personas diferentes y al mismo tiempo estamos juntas en la relación; somos a la vez una persona y una relación. Las personas quieren tener relaciones satisfactorias, gratificantes, en las que todas sus necesidades estén cubiertas simultáneamente, y a la vez quieren ser libres para perseguir sus objetivos y escribir la historia de su propia vida.4 Veo esto continuamente en películas y programas de televisión en los que los personajes intentan encontrar un equilibrio entre su relación con su trabajo, amistades o pasiones. En terapia se compara esa tensión a frotar tu barriga y dar palmadas en tu cabeza simultáneamente.5 Inténtalo, ¡no es fácil!
Numerosos ensayos indican que estos cambios culturales son el motivo por el que las relaciones se encuentran en una situación tan precaria en este momento. Aproximadamente la mitad de los matrimonios termina en divorcio6 y al menos una cuarta parte de las personas casadas tiene una aventura en algún momento. Los índices de rupturas e infidelidades entre quienes no se han casado son aún más altos.7 Y aproximadamente una de cada tres personas vive sola.8
Cosas que se daban por sentadas ahora tienen que ser meditadas y negociadas entre los miembros de las relaciones: ¿en qué momento tener citas se convierte en una relación? ¿Hasta