Un café al amanecer. Farid Numa
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Portada
Farid Numa
Obra ganadora de la Convocatoria
Primer Libro de Creación Literaria
Modalidad: novela
Bucaramanga, 2019
Página legal
Un café al amanecer
Farid Numa
© Universidad Industrial de Santander
Reservados todos los derechos
Fotografía de cubierta:
Daniel López
ISBN: 978-958-52740-6-8
Primera edición: abril de 2019
Edición, diseño, diagramación e impresión:
División de Publicaciones UIS
Carrera 27 n.° 9, ciudad universitaria
Tel.: 6344000, ext. 1602
Bucaramanga – Colombia
Prohibida la reproducción parcial o total de esta obra,
por cualquier medio, sin autorización escrita de la UIS.
Impreso en Colombia.
Dedicatoria
A los integrantes del grupo de
investigación Tropicana (1975-1978),
con el cariño que acrecientan
la distancia y el tiempo.
A Gerardo Rivas Moreno y
Saúl Rugeles Quirós,
in memoriam.
Prólogo
Una mujer enciende su fogón de leña, se dispone a preparar el café de la mañana y se encuentra de pronto con un cadáver. En plena calle, a esa hora del día y con el sombrero echado sobre su rostro, este hombre parece más dominado por la resaca de una noche de tragos que por los brazos de la muerte. Pero no, este hombre, Argemiro Aguilar, no está dormido, sino muerto; y esto lo sabe el lector de Un café al amanecer, obra ganadora de la Convocatoria Primer Libro de Creación Literaria, tan pronto como lee el primer párrafo de la novela. En adelante, el narrador de la obra conducirá al lector a través de escenas del pasado y del presente de un pueblo ficcional llamado Marsalia, a fin de develar las causas y las circunstancias de la muerte de aquel hombre.
Ambientada en un pueblo del interior de Colombia, Un café al amanecer vuelve la mirada sobre una de las muchas temporadas de violencia del país. La obra se desarrolla algunos años después del asesinato de Jorge Eliecer Gaitán, el ‘Caudillo Liberal’. Es decir, tiene lugar en pleno auge de algunos grupos paramilitares como los chulavitas o los pájaros, puestos al servicio del Partido Conservador, y amparados las más de las veces por las Fuerzas Militares y la Iglesia. Así pues, el autor de Un café al amanecer demuestra tener una plena conciencia acerca de que todas las temporadas de violencia que ha sufrido el país, incluida la más reciente, no son sino réplicas sucesivas de una misma y única catástrofe: la de los conflictos propios de la violencia política.
Por estas páginas, desfilan personajes típicos de los pueblos que han padecido la guerra. Allí están el padre Cándido Sánchez, cómplice de asesinatos y saqueos; el alcalde Timoteo Guerra, corrupto y oportunista; el sargento Lobo Blanco, cruel en el oficio de la guerra, o el extraño Visitador, silente, malévolo y poderoso, seguidos todos por una recua de adeptos a sus creencias. Pero también, como contraparte de aquel grupo, allí están el médico Álvaro López, consagrado a su labor humanitaria; el profesor Pedro Abelardo Salazar, rebelde e inconforme; el tipógrafo Antonio Bayona, hombre de letras y de ideas, o el propio Argemiro Aguilar, carpintero de oficio y uno de los personajes más queridos por la gente menos favorecida de este pueblo.
Pero no todo en esta novela supone una realidad cruenta y fría. A la par que asistimos al detalle histórico, a la minucia investigativa, asistimos también a la irrupción de lo sobrenatural. De la manera más inesperada, y deslizándose con total naturalidad en el plano de lo que podríamos llamar ‘la realidad de la ficción’, aparecen de pronto muertos que hablan, tanto desde más allá de la muerte como en la cotidianidad de las calles del pueblo. Aun así, esta irrupción de lo sobrenatural no deja de estar anclada en la realidad misma. De ahí que, aunque los muertos hablen, no lo hagan más que con sus semejantes, con los demás muertos que pueblan Marsalia y que parecen no querer marcharse de allí hasta que puedan vivir una temporada de paz.
Me pregunto si publicar esta novela representa para su autor una dosis de calma y satisfacción creativas. Porque el caso es que Farid Numa, arquitecto y curador de profesión, escribió el primer borrador de esta novela a finales de la década de los setenta. Entonces estudiaba arquitectura en Manizales, y hacía parte de un grupo de investigación llamado Tropicana. Este grupo se ocupaba de investigaciones de tipos histórico y sociológico. Entre sus tareas, Farid Numa desarrolló una investigación sobre un caso de violencia ocurrido hacía cerca de veinte años en el municipio de Marsella, Risaralda. Fue esta investigación el germen de Un café al amanecer. Para Farid, Marsella sería en adelante Marsalia, su propio pueblo ficcional.
Alrededor de cuarenta años después, Farid Numa es, junto con Juandiego Serrano, uno de los dos primeros autores que hacen parte de la colección Emergentes, de Ediciones UIS. El jurado de la Convocatoria Primer Libro de Creación Literaria UIS, conformado por Rónald Salazar, editor y catedrático de literatura, y Álvaro José Claro, escritor y promotor de lectura, ha decidido otorgarle este reconocimiento a Un café al amanecer en la modalidad de novela. Como editor, no me resta sino sugerirle al lector que se permita entrar en Marsalia y oír el relato de sus vivencias. Tal vez usted, lector, reconozca en este pueblo su propia tierra, sus raíces y la historia de un país que no cesa de repetirse a sí misma una y otra vez.
Hugo Armando Arciniegas
I
La penumbra del amanecer se tapizó de estrellas que brotaban del fogón de leña que ña Paulina acababa de encender. Perpleja ante los jugueteos del fuego, la mujer contempló al mismo tiempo la escena de un cadáver que se desangraba. A pesar de que un sombrero le cubría casi por completo el rostro, la figura del muerto le resultaba familiar. Inquieta, con la incertidumbre de esta revelación y el corazón zozobrante en las tinieblas del amanecer, se asomó a la puerta de su casa y presintió que ese viernes primero de noviembre iba a ser el día más frío y triste del año.
El antiguo reloj de pared que adornaba la sala señalaba un cuarto para las seis de esa mañana gris, cuando ña Paulina salió como de costumbre, con la jarra de peltre en la mano y su viejo pañolón que le servía de bufanda, a hacer el recorrido diario hasta la venta de la leche. Antes había dejado calentando el agua en el fogón, a fin de preparar la primera olla de café, “la de las siete”, que su familia consumía a diario. Caminaba medio dormida todavía, cuando alcanzó a ver en la esquina a un hombre sentado en el alto sardinel de la casa de su compadre Nacianceno Castro. Ña Paulina creyó que el hombre estaba dormido. Su cuerpo, más que sentado, parecía recostado, sin firmeza, contra el barranco donde terminaba el andén.
El sombrero del hombre, echado sobre su rosto, no permitía identificarlo a simple