90 millas hasta el paraíso. Vladímir Eranosián

90 millas hasta el paraíso - Vladímir Eranosián


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irritaba artificiosamente cuando yo intentaba apartarme de la barra, se ofendía por la falta de atención a su palabrería. Y aún más, el barman hablaba mal de Fidel Castro y pedía con insistencia propina.

      La suerte de Julio César estaba echada…

      * * *

      El botín de Lázaro constaba de un brazalete de oro y una ropa interior de color turquesa – una lencería con bordadura de encaje. Venía volando en su “Lada”, viejita, sexto modelo a la cita con Elizabeth      , camarera-vanguardista del hotel “Paraíso-Punta Arenas”, una feúcha de veinte y seis años, que sufría por la falta de atención de su ex marido.

      Cárdenas es un pequeño pueblito. Decían que Juan Miguel se buscó una amante mucho antes de haberse divorciado de Elizabeth. ¡Se separaron y todo! ¿Para qué compartir un techo? La mujer dijo que él nunca la quería, simplemente se compadecía de ella. Siempre sentía el complejo de inferioridad de su misericordia. Hasta reconoció que él, Lázaro, le regaló la felicidad… Elizabeth realmente por primera vez sintió lo que era una pasión, sentir que era deseada, sentir ser una mujer, de la cual no se compadecen, sino que la quieren sinceramente…

      Lázaro deseaba únicamente solo una cosa – lo más rápido posible conocer a los familiares de Elizabeth, que estaban residiendo en Miami. El tío de Eliz, su tocayo Lázaro le ayudaría en los primeros días de estancia allí, luego él solo se las arreglaría. La meta estratégica que era hacerse millonario, ya no parecía ser una quimera.

      En lo que se refiere a Eliz, dicho sea de paso, su cuerpo no era tan malo. Cabe decir, Lázaro disponía de un pelotón entero de chicas como ella. Pero precisamente ahora Eliz lo excitaba mucho más que todas ellas juntas. En ese aspecto, Lázaro se asemejaba ser una ramera, la que goza del orgasmo viendo solamente los grifos de oro en el jacuzzi.

      En opinión de Lázaro, el apego a su ex marido Juan Miguel y al hijo Elián llegaba al absurdo. En sus proyectos a Elizabeth se le destinaba el punto clave, y él, como una persona con instinto hipertrofiado de propietario, aguantaba a duras penas tal bifurcación. Sin embargo, él estaba más que seguro de que quedaba poco tiempo para compartir a Elizabeth con su ex familia. ¡Lo viejo será destruido para satisfacer lo nuevo!

      El ladroncillo no podía concebir que el pasado estuviera formando el futuro, y a menudo lo estaba conduciendo. Los individuos de tipo aventurero menosprecian sus viejos pecados, no desean analizar sus erróneos modos de actuar. Creen que, al enajenarse del pasado, llegarán más rápido a la meta. Cuál es su sorpresa cuando al final del trayecto se encuentran con el pasado, esta inesperada cita conlleva habitualmente a resultados infortunados.

      Yendo camino a la “amada”, Lázaro hizo una parada imprevista. Pudo ver una vaga silueta conocida en el senderito empedrado, al lado de la parte transitable.

      – ¡Quién lo hubiera dicho, Dayana! – lo dijo en voz alta y apretó el pedal del freno. El coche se detuvo chirriando al lado de la chica, en el pecho de la cual colgaba una mochila con un pituso. El “Lada” traqueteó unos segundos y se paró espontáneamente. El chófer con dificultades hizo bajar el vidrio, se atrancaba la manecilla.

      – ¿Y en esta chatarra llevas a turistas? – expresó con ironía la muchacha.

      – Es que tú sabes – esto es provisional – sin salir del coche, Lázaro lo comentó entre dientes, estando irritado con su ruidosa chatarra, la cual no arrancaba de ninguna manera.

      – En tu vida todo es provisional – continuó riéndose del ex coinquilino la chulona – Aunque una sola vez hubieras venido a visitar a Xavier… – suavizando un poco el tono lo pronunció Dayana con reproche. El pituso, al oír su nombre, balbuceó algo ininteligible.

      – Para qué visitarle, si acabo de verle – lanzó esta réplica Lázaro despidiéndose, estaba contento de que el coche hubiera arrancado. Apretó el pedal del acelerador, sin lamentarse dejó atrás a su antiguo amor y no deseaba pensar en el destino del ser, en cuyas venas fluía su sangre.

      Al llegar al hotel “Paradisus Punta Arena”, se reaseguró por si acaso – no hizo parar el motor. Quién sabe… Con odio iba recordando sus intentos infructuosos al fallarle la llave de encendido hasta que no hubo concebido el olor de una fragancia agradable y no hubo oído la tierna voz de Elizabeth. Ella ya había saltado al asiento delantero de su coche y cerró así la portezuela.

      – Llegaste con diez minutos de demora – le susurró en su oído.

      – Para eso hubo causas muy sólidas – murmuró Lázaro, cubriéndola con besos. Hasta en este momento, después de las “simultáneas”, que organizó la alemana llena de amor en el hotel “Siboney”, él la besaba con gran placer. Su afición venía impulsada por la comprensión de su completa superioridad sobre la criolla crédula, la que debería convertirse en un trampolín para su ascensión. Después le dirá “Adiós”, y no se pondrá a fingir su piedad hacia ella, asemejándose de tal forma a su ex prometido. Además, ella misma reconoció que la piedad solo humillaba a uno. La dejaría abandonada sin mínima compasión, en cuanto llegue la hora. Los millonarios deben tener un montón de criollas, mulatas y “chicas” de piel negra.

      – Espera, aquí no – Eliz hizo parar a su héroe-amante. – La mucama Lourdes trabó un lío amoroso con un huésped – petrolero de Rusia. Alquiló un jeep y se fue con ella a las playas del Caribe, a Trinidad. Sin dificultad alguna podemos penetrar en su bungaló… – lo pronunció ella de una manera conspirativa, desapretando la palma de la mano y mostrando una llave magnética.

      – Vamos – no había que persuadir a Lázaro, si se hablaba del sexo en apartamentos lujosos. De adueñarse de algo allí, él tampoco rechazaba esa idea. Verdad es que, yendo por el camino, Elizabeth pudo convencerlo de que no lo hiciera. Además, Lourdes le hizo un gran favor y ella no estaba acostumbrada a recompensar la bondad con una negra ingratitud. Él, a su vez, aceptó lo expuesto por la amante con pocas ganas.

      Un rato después, ellos ya estaban en el lugar de destino. Realmente, sin ninguna dificultad, por el caminito secreto de su amiga pudieron pasar de largo la guardia por el senderito que llevaba al bungaló del hotel “Meliá Las Américas”.

      Al entrar en la casa y viendo los enseres lujosos de sus habitaciones, Lázaro exclamó con amargura:

      – ¿Por qué todo eso no es para nosotros?

      – Es para nosotros, pero solo hasta las dos de la madrugada. Debo volver a Cárdenas para las dos, de otra manera, Juan Miguel no estará tranquilo – se puso a arrullar Elizabeth, acariciando con su mano las sobrecamas de seda de una enorme cama de dos plazas y echando una mirada “coquetona” a Lázaro.

      –Así siempre ocurre lo mismo. En este país del diablo nos limitan en todo – en el tiempo y en la libertad de circulación – Lázaro se puso a cantar su vieja canción, arrimándose a Eliz.

      – Esta “isla del diablo”, como te expresas tú – es nuestra Patria – repuso Elizabeth.

      – Y yo voy a hacer el amor con un miembro activo de la Unión de Jóvenes Comunistas – observó irónicamente

      – Además, muy activo – añadió Elizabeth mientras iba quitándose la ropa.

      – Espérate – recordó de improviso el amigo. Ahora quiso especialmente hallarse inmerso en el pellejo de un oligarca real. Te he preparado una sorpresa, mejor dicho, serían dos verdaderas sorpresas. Quiero ponértelas, sin que esto sea aplazado para después y tiró a la desnuda Elizabeth una ropa interior de encaje de increíble hermosura. El color turqués de esta dejó asombrada a la joven mujer, la cual podía ver prendas semejantes solo en los cuerpos de ricas turistas.

      – ¡Qué hermosura! – exclamó apasionadamente la joven, que saltó de la cama en un instante y se pegó al espejo. Volvió irradiando alegría, la talla le quedaba bien.

      – ¿De dónde es esto?

      – Ven aquí – la tomó de la mano y le puso en su muñeca un brazalete grande de oro con un capullo en forma de pétalos de una orquídea.

      En


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