Forming Intentional Disciples. Sherry A. Weddell

Forming Intentional Disciples - Sherry A. Weddell


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      No sabemos lo que es normal

      Jesucristo no vino a sufrir y a morir para hacer “católicos culturales”.

      Mons. José Gómez, Arzobispo de Los Ángeles1

      Cuando visité la parroquia de la Preciosa Sangre de Cristo en Brooklyn, sentí como si hubiera llegado a un foro de cine. Había expresiones, acentos y la sensación de estar en un mundo que había visto en las películas cientos de veces. Ahora me encontraba frente algo auténtico y frente a una cultura católica singular y arraigada.

      Una de mis guías era Nancy Arkin, una neoyorquina que había trabajado en el ministerio pastoral de la diócesis de Brooklyn durante veinte años. Por los últimos tres años, Nancy había sido coordinadora de la formación en la fe para adultos en la Parroquia de la Preciosa Sangre de Cristo, que se encuentra en un área que por generaciones había sido habitada en su mayoría por italianos. Sin embargo, las cosas han cambiado. Los italianos se han mudado y en su lugar, han llegado inmigrantes chinos y rusos quienes no son católicos. Como ha sucedido en casi todas las parroquias del área, el número de miembros de la Preciosa Sangre de Cristo ha disminuido en un 80% desde 1960 y la mayoría de las personas que asisten a la Iglesia son personas mayores. Actualmente, muchos de los habitantes del área ya no tienen herencia cristiana.

      El Padre Maduri, quien creció en la parroquia vecina, se convirtió en párroco en el 2009 y ha respondido de una manera admirable. Él evaluó la situación con rapidez: era necesario reconstruir la comunidad humana, o de otro modo habría que cerrar la parroquia. Como la población católica tradicional estaba dejando el área, el Padre decidió concentrarse en convertir en discípulos a las personas que no habían sido bautizadas y en apóstoles a las bautizadas. Para hacerlo, tenía que presentar ideas nuevas a un grupo de sus feligreses comprometidos. Nancy afirma:

      El concepto del Espíritu Santo —que Dios participa activamente en una relación con su pueblo y lo llama a vivir a plenitud esta relación, convirtiéndolo en un instrumento para llevar el Evangelio a los demás— todavía era desconocido. Para la gente que conocí aquí, toda esta idea era nueva. Estoy sorprendida de su nivel de apertura y de su respuesta tan positiva.

      Para comenzar, el Padre Maduri trajo a varios jóvenes evangelizadores llenos de entusiasmo que forman parte de un grupo católico llamado “Dirty Vagabonds” (Vagabundos sucios), que se especializa en evangelizar a jóvenes en zonas urbanas. Estos recién graduados de la Universidad Franciscana de Steubenville llevan tatuajes, viven sencillamente y pasan sus tardes con los muchachos de los barrios cercanos.

      En el año 2012, la parroquia comenzó a acercarse a la gran cantidad de inmigrantes chinos del área. Cuando me di cuenta de que pertenecía a un grupo de católicos neoyorquinos que aprendieron a hablar en chino para evangelizar a sus nuevos vecinos, (quienes no sabían nada acerca del cristianismo), me sentí como Dorothy en El Mago de Oz: “¡Toto, tengo la impresión de que ya no estamos en Kansas!”.

      ¿Qué tan extraño es esto? Tal y como decía el Cardenal Avery Dulles:

      Cuando se les preguntó a varias parroquias si una de sus prioridades era difundir la fe, el 75% de las congregaciones protestantes tradicionales y el 57% de las congregaciones afroamericanas respondieron afirmativamente, mientras que solamente el 6% de las parroquias católicas hizo lo mismo. Cuando se les preguntó si fomentaban actividades evangelizadoras en sus comunidades, el 39% de las congregaciones protestantes tradicionales y el 16% de las congregaciones afroamericanas respondieron afirmativamente, en comparación con un 3% de las parroquias católicas.2

      El Padre Maduri y Nancy se enfrentan a un nuevo tipo de misión y de ministerio pastoral en Brooklyn. Su situación se repite en las parroquias y diócesis de todo el mundo occidental; razón por la cual el Papa Benedicto convocó un Sínodo para la Nueva Evangelización en Roma en el año 2012.

      La transmisión de la fe: Los Lineamenta

      Los Lineamenta, es decir, el conjunto de lineamientos para el debate publicados como preparación para el sínodo, no es una compilación de abstracciones elevadas. Más bien, se trata de los lineamientos derivados de una seria meditación sobre dónde nos encontramos actualmente en el occidente post-cristiano en materia de nuestra habilidad para transmitir a las futuras generaciones una fe católica viva y personal. En los Lineamenta se repiten ciertas palabras como: discípulo, personal, encuentro, cambio, misionero, experiencia, transmitir, proclamar, Jesús, vivo y Evangelio. Sin embargo, la frase identidad católica se omite por completo.

      El énfasis en transmitir es crucial, ya que la transmisión de la fe es un concepto orgánico, integral y personal que va más allá de la instrucción de hechos o doctrinas. Queda claro que este enfoque holístico está en las mentes de las personas que escribieron los Lineamenta:

      Transmitir la fe significa crear en cada lugar y en cada tiempo las condiciones para que este encuentro entre los hombres y Jesucristo se realice. La fe como encuentro con la persona de Cristo asume la forma de la relación con Él, de la memoria de Él (en la Eucaristía) y de la formación en nosotros de la mentalidad de Cristo, en la gracia del Espíritu. Como ha afirmado el Papa Benedicto XVI: “No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva…”

      El resultado esperado de este encuentro consiste en inserir a los hombres en la relación del Hijo con su Padre para sentir la fuerza del Espíritu. La finalidad de la transmisión de la fe, el objetivo de la evangelización, es llevar por Cristo “al Padre en un mismo Espíritu” (Efesios 2, 18).3

      La discusión comienza por reconocer que la transmisión de la fe católica no consiste en transmitir una identidad religiosa que nos ha sido heredada. La identidad católica genuina fluye desde la experiencia del discipulado. Como se menciona en los Lineamenta:

      No se puede transmitir aquello en lo cual no se cree y no se vive… No se puede transmitir el Evangelio sin saber lo que significa “estar” con Jesús, vivir en el Espíritu de Jesús la experiencia del Padre; así también, paralelamente, la experiencia de “estar” con Jesús impulsa al anuncio, a la proclamación, al compartir lo que se ha vivido, habiéndolo experimentado como bueno, positivo y bello.4

      Si no existe una relación viva con Cristo y, por tanto, con su Padre y con el Espíritu Santo, no hemos “transmitido” la fe de manera exitosa. La fe no se transmite a menos que la Persona y la relación que se encuentra en el núcleo de la fe hayan sido transmitidas. Y no podemos transmitir exitosamente la relación que se encuentra en el núcleo de la fe a menos que nosotros mismos participemos conscientemente en dicha relación.

       Tres itinerarios espirituales

      El catolicismo normativo implica tres itinerarios espirituales simultáneos que, en la práctica, con frecuencia se consideran por separado:

      1. El itinerario interior personal de una relación viva con Cristo que resulta en un discipulado intencional.

      2. El itinerario eclesial hacia la Iglesia mediante la recepción de los sacramentos de iniciación.

      3. El itinerario de la práctica activa (que se pone de manifiesto al recibir los sacramentos, asistir a Misa y participar en la vida y misión de la comunidad cristiana).

      El Padre Mike Fones y yo experimentamos la separación de estos tres itinerarios en una conversación que tuvimos en una ocasión con algunos seminaristas. Hablábamos sobre la experiencia de un joven amigo católico que acababa de tener una drástica conversión. Cuando utilicé el término “discípulo intencional” para describir a nuestro amigo, un seminarista respondió: “Quieres decir que él aceptó su identidad católica”.

      Idealmente, el discipulado y la identidad católica siempre deberían ser la misma cosa. Cada católico debería de realizar los tres itinerarios — ser un discípulo consciente de Jesucristo, un católico plenamente


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