¿Dónde están mis orgasmos?. Francis Aurò
puesto en marcha y había que jugar.
Cuando lo recibí en la puerta me miró fijamente y al segundo ya me sujetaba con firmeza la cabeza por detrás y me acercaba a él para besarme con ímpetu.
—Hola Sara… ¿Cómo estás? Cerramos la puerta mejor, ¿verdad? —me susurró mientras posaba ahora su mano en mi trasero y lo apretaba.
¡¡Uff!!
—Este vino está buenísimo. Espero que te guste tanto como a mí. ¿El abridor?
Fui a buscar el abridor sin decir nada. No podía dejar de sonreír y notaba cómo mi entrepierna se ponía jugosa por momentos.
La conversación durante la cena fue muy agradable. La tortilla me había quedado brutal y el vino me pareció estupendo.
La cena duró lo justo para coger fuerzas y entrar en calor.
Los dos nos teníamos muchas ganas...
—Ven, vamos a por el postre —me dijo mientras me invitaba a acercarme a él.
Se bajó los pantalones y se quedó sentado. Estaba ya empalmado y no parecía pequeña (y eso que él no era demasiado alto)
Me invitó a arrodillarme y a chupársela.
Estaba muy excitada pero a la vez descolocada. Lo había hecho muy pocas veces y me sentía un poco torpe, pero me apetecía… y además me animaba diciéndome que lo estaba haciendo muy bien.
Siempre he pensado que el refuerzo positivo es importante ;).
De repente me golpeó en la mejilla. Un cachete. Levanté la cabeza y lo miré desafiante. Sonrió y con cariño me empujó de nuevo a seguir lo que estaba haciendo.
En unos segundos, otro cachete.
De nuevo le lancé una mirada de «¿qué coño estás haciendo?».
Me levanté y me fui al sofá.
—Creo que no te ha gustado mucho —me dijo mientras me retiraba el pelo de la cara—. Es un juego. A mí me ha encantado lo que me has hecho.
Y en el sofá empezó a besarme de nuevo, con cuidado al principio y con más pasión después. Esta vez me chupó él a mí la vulva, sin ninguna intención clara, o al menos así lo sentí yo. Me apetecía sentir su pene en mi vagina… ¡Hacía tanto que no tenía sexo! ¡Me encantó!
Quitando el cachete (al que no le vi en aquel momento la gracia por ningún lado) fue una partida muy placentera.
Aún no se había marchado y ya tenía ganas de repetir :)).
Al acabar me preguntó si se podía duchar.
—Sí, claro. Ahí tienes gel y champú —le dije.
—¡Uy, no! Si llego a casa oliendo a otro gel de baño Irene se dará cuenta.
—¿Irene? —le pregunté.
—Bueno, ya llevamos una temporada en la que nos estamos planteando dejarlo. Por eso he quedado contigo. Pero igualmente prefiero que no se entere.
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