La Santa Biblia - Tomo I. Johannes Biermanski

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      “Cojamos ahora un mapa de Italia. Visiten la zona del Papa y pregúntense cuántos de los diez reinos originales tiene hoy el papa. Se encontrará con que ha expulsado a tres. Lleva sobre su Tiara Babilónica (pues él es el único príncipe del mundo que lleva ese profético adorno sobre la cabeza), las tres coronas de cuernos que le fueron arrebatadas ante sus ojos.“

      (Gaussen, “El Papa y la Iglesia Romana”, pág. 22, 23.)

      La forma usual de investir al papa con la tiara papal dice así: “Reciba esta triple corona y sepa que usted es el padre, el príncipe, el rey y el gobernador del mundo.”

      (Guinness, “El fin está acercándose”, tomo 1, pág. 62)

      A partir del siglo quinto “el poder de los obispos romanos aumenta bajo la protección del mismísimo emperador” como Ranke observaría. Su mayor obstáculo eran los grupos de poder arrianistas, con quienes la Iglesia Romana se había fraguado especial enemistad por causa de la doctrina de la Trinidad. Sin embargo, y después de que el Papa hubiera derrotado a los Héruloss en el año 493, a los Vándalos en el 534 y a los Ostrogodos en el 538, el camino hacia la supremacía quedó completamente allanado. En marzo del año 533 el famoso Decreto de Justiniano hizo del Obispo de Roma “la cabeza de todas las sagradas iglesias y de todos sus sagrados sacerdotes”, mientras el mismo Justiniano horrorizaba a toda la iglesia exterminando sin demora a los Ostrogodos y a los Vándalos con sus estrategas, „schritt er ohne Verzug zur vollen Einsetzung der katholischen Kirche.”

      (Véase Guinness, “El final está acercándose”, tomo 2, pág. 296; Gibbons röm. Weltreich, cap. 41, pág. 21.) Todo esto ocurrió en el año 538, de modo que se puede decir que esa fecha es la de la fundación del poder papal.

      “El Papa es un dios terrenal, una majestad suprema y el más poderoso señor del mundo, por en cima de todos los reinos, por encima de todas las gentes y países, por encima de todos los bienes, sean estos espirituales o mundanos, pues en su mano reposa la espada de lo divino y de lo terrenal. Esta efinición, que nada parece tener que ver con las buenas iglesias, y sí mucho con la persona del Papa de Roma, no se encuentra solamente en los libros canónicos, sino que el mismísimo profeta Daniel se refirió una vez de esta forma al Anti-Cristo.“

      (Apología de la confesión de Augsburger, Art.7, 8 [4].) (véase Daniel 7:24 y Apocalipsis 13:7)

      “El papado romano de la actualidad es la bestia.” “El Papa es romano, y Roma es papal, lo son, y lo son de verdad desde hace ya mucho tiempo.”

      (Bengel, sobre la Apocalipsis 12:1)

      “La caída de los reinos fue el punto esencial en el ascenso del Obispo de Roma; pues con ello apartó, en primera instancia, a los césares de su camino. ,Una mano invisible,’ según dijo De Maistre,’ sacó al emperador de la Ciudad Eterna para poner a la cabeza de la iglesia eterna en su sitio.’ En segundo lugar, los Obispos de Roma, ya emancipados estos de la influencia del emperador que tanto los había apoyado en su ascenso al poder, necesitaban de esa caída, para poder proclamar que el Obispo de Roma era el sucesor de San Pedro, el príncipe de los apóstoles y, por consiguiente, el representante de Cristo sobre la tierra. Mientras esta pretensión se abría paso, se autoproclamó representante del Señor, con poder legítimo sobre todos los reyes de la tierra por la gracia de Dios. De este modo Roma volvió a ser ama y señora del mundo, y su Papa su guía.”

      (Wylie, “El Papado”, pág. 35.)

      “No han sido pocos los papas que, para ensalzar su gran poder, han usado el nombre de Dios en vano, como, por ejemplo, Julio III, quien lo hizo durante muchos años. Pero también es usar el nombre de Dios en vano que el Papa utilice una y otra vez del sagrado nombre de Dios para sus propios fines.”

      (Bengel, Apocalipsis 13:6)

      El Papa se autodenomina “El gobernador Jesu Christi.” Leo X se atribuyó el título de: “El león de la tribu Judá.” Leo XII, se hizo llamar “El señor, nuestro dios”. Martin V se atribuyó el nombre de: “El santísimo y agraciado, aquel que es el juez de los cielos y señor de la tierra, sucesor de San Pedro, el ungido del Señor, señor del universo, de los padres de los reyes, la luz del mundo.” Durante las festividades papales llovieron sobre Leo XII alabanzas como estas: “Él es el león de la tribu Judá, él es la estrella de Jacobo”; “él es inmutable como Dios”; “Como el Padre Eterno, quien dijo: que se haga la luz”; Él es el dios visible sobre la tierra”; “el “Vice-Dio”.

      (Teología Vierteljahrschrift, tomo 10, No.1.)

      “Él asegura ser perfecto; incluso se atreve a imponer sus decretos sobre la palabra de Dios, el hace que las personas actúen en contra de los mandamientos de su creador. Afirma que solo él puede instituir a los sacerdotes que gracias a él pueden convertir un mendrugo de pan en Dios con unas pocas palabras en latín para que este pueda disfrutar de las gentes. ¡Quiere dar perdón a los pecados contra el Señor y poder abrir las puertas del cielo a las personas según su albedrío! ¿A caso no son estas suficientes blasfemias por parte de un gusano?”

      (Gaussen, “El Papa”, pág. 27.)

      “Ha sido calculado que los Papas han matado, directa o indirectamente a cinco millones de hombres y mujeres que se negaban a tomar parte en los servicios religiosos romanos, gente que se aferraba a la palabra de Dios {la Biblia es la palabra de Dios}, y que estaban dispuestos a enfrentarse al pecado aunque ello les conllevara la muerte.” “Por las meticulosas investigaciones de Llorentes se ha sabido que sólo en España entre los años 1481 y 1808 más de trescientas cuarenta mil personas fueron perseguidas y condenadas a terribles penitencias. Cada país católico de Europa, Asia o América tuvo su propia inquisición.”

      (Guinness, “El final se está acercando”, tomo 1, pág. 287, 277.)

      “Donde sea que se vierta sangre como si fuera agua, no se trata de un regalo a Roma, sino de uno en su contra, y ello despierta una poderosa sensación de júbilo.” “Se supone que entre los años 1518 y 1548 perdieron la vida por causa de la inquisición papal más de quince millones de personas.“

      (Bengel, sobre la Apocalipsis 18:24.)

      Las siguientes palabras de la Confesión de Augsburger muestran cómo la Iglesia Romana se vanagloria:

      “El Sábado/Sabbath ha sido convertido en domingo [por la Iglesia Romana] en contra de lo exigido en los Diez Mandamientos que predican, y no hay otro ejemplo más claro de ello que el traslado del Sábado/Sabbath al domingo, esperando mostrar con ello el poder de una Iglesia Romana que puede desligarse de los mandamientos cuyo cumplimiento exige, pero que en este, como en otros casos, no duda en cambiar.” (Art. 28)

      “¿Acaso no está obligado todo cristiano a santificar el Sábado? ¿Acaso no se encuentra entre nuestras más sagradas obligaciones el cuidar de estas leyes? Pero podéis leeros la Biblia desde el Génesis hasta la Arcana Revelación, y no encontraréis una sola palabra que se refiera a la santidad del domingo. Las escrituras exigen la comprensión religiosa del Sabbath/Sábado, día que ya no santificamos.”

      (Cardenal Gibbens {Católico}, “Cree en nuestro Padre”, pág. 70.)

      “Otros ni siquiera quieren encontrar al Papado en la revelación mientras sí quieren ver al aún futuro Anticristo o la antigua destrucción de Jerusalén. De este modo se debilitará la tan necesitada cura frente a las tentaciones. No es, por consiguiente, ninguna sorpresa que aquellos que sienten en su interior que la verdad falla se desorienten durante su búsqueda y que acaben cayendo en las manos del papado.”

      (La vida de Bengels, pág. 303)

      “El papa Gregorio IX implantó los así llamados tribunales de la inquisición en el sínodo (Toulouse 1229) para que este hallara a los herejes, los juzgara según las leyes de la iglesia y luego los ajusticiara. Cualquier persona que diera cobijo a dichos herejes perdería tanto sus bienes


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