Jesús, Nacido En El Año 6 «antes De Cristo» Y Crucificado En El Año 30 (Una Aproximación Histórica). Guido Pagliarino

Jesús, Nacido En El Año 6 «antes De Cristo» Y Crucificado En El Año 30 (Una Aproximación Histórica) - Guido Pagliarino


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proceso ante Poncio Pilatos

      El sanedrín tenía que hacer que los romanos crucificaran a Jesús y para ello era necesario conseguir del procurador Poncio Pilatos una sentencia que se basara en la ley de Roma. Con esta intención lo conducen y lo acusan delante de él.

      Acudamos a Juan.50 Se entiende, por la pregunta directa de Pilatos a Cristo: «¿Eres tú el rey de los judíos?» y de la afirmación: «… los sumos sacerdotes te han puesto en mis manos», que el sanedrín ha acusado esencialmente a Jesús de ser el líder político y religioso de los autonomistas y que el gobernador quiere entenderlo bien, antes de aceptar inmediatamente la acusación. El calificativo de «malhechor» dado a Cristo al presentarlo a Pilatos, tiene el sentido romano de activista político-religioso contra el emperador.

      «Desde la casa de Caifás llevaron a Jesús al pretorio. Era de madrugada. Pero no entraron en el pretorio, para no contaminarse y poder así participar en la comida de Pascua. Pilatos salió adonde estaban y les preguntó: “¿Qué acusación traéis contra este hombre?” Ellos respondieron: “Si no fuera un malhechor, no te lo hubiéramos entregado”. Pilatos les dijo: “Tomadlo y juzgadlo vosotros mismos, según la ley que tenéis”. Los judíos le dijeron: “A nosotros no nos está permitido dar muerte a nadie”. Así debía cumplirse lo que había dicho Jesús cuando indicó cómo iba a morir. Pilatos volvió a entrar en el pretorio, llamó a Jesús y le preguntó: “¿Eres tú el rey de los judíos?” Jesús le respondió: “¿Dices esto por ti mismo u otros te lo han dicho de mí?” Pilatos explicó: “¿Acaso yo soy judío? Tus compatriotas y los sumos sacerdotes te han puesto en mis manos. ¿Qué es lo que has hecho?” Jesús respondió: “Mi reino no está en este mundo. Si mi reino estuviera en este mundo, los que están a mi servicio habrían combatido para que yo no fuera entregado a los judíos. Pero mi reino no es de aquí”. Pilatos le dijo: “¿Entonces tú eres rey? Jesús respondió: “Tú lo dices: yo soy rey. Para esto he nacido y he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. El que es de la verdad, escucha mi voz”. Pilatos le preguntó: “¿Qué es la verdad?” Al decir esto, salió nuevamente a donde estaban los judíos y les dijo: “Yo no encuentro en él ningún motivo para condenarlo”».

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      Pietro Citati, La luz de la noche: Los grandes mitos en la historia del mundo.

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        Los primeros tres mandamientos se refieren a la actitud del hombre hacia Dios.

      3

        El precepto de odiar al enemigo no aparece en el Antiguo Testamento, al menos tal cual. Tal vez sea una remisión de Jesús al citado salmo 139, 21, expresado de una forma fuerte, en contraposición a su orden muy fuerte de amar al enemigo.

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        Mt 5, 43-45: Aquí queda claro que, según Jesús, la justicia divina no está en este mundo, lugar de la libertad del hombre de amar y de odiar, es decir, de seguir o no la voluntad del Padre del Cielo. Por tanto, no tiene sentido para un cristiano sorprenderse ante Dios porque a menudo los malvados triunfan y los justos son humillados. Pero todo cristiano ha recibido de Jesús la orden precisa de buscar la justicia en esta tierra y debe obedecerla, aunque nunca será posible conseguir un mundo perfecto, debido precisamente a la libertad dada al hombre para pecar, en su débil carnalidad (por cierto, este es el tema de fondo de mi novela histórica El juez y las brujas, Tektime, 2017). Por otro lado, el mismo Cristo, justo perfecto que ha predicado el amor y la justicia absoluta, sufre la suerte de la cruz: sin Resurrección, el mundo del hombre no tendría sentido. He tratado el argumento de la Resurrección en La vita eterna, saggio sull’immortalità tra Dio e l’uomo, Prospettiva Editrice, 2003.

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        Lc 6, 27-28.

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        «Durante los primeros siglos de la era cristiana, la asamblea de los cristianos a la que, con Cristo al frente, se le suele llamar Iglesia, combate el absolutismo del estado romano, rechazando que la pe

1

Pietro Citati, La luz de la noche: Los grandes mitos en la historia del mundo.

2

  Los primeros tres mandamientos se refieren a la actitud del hombre hacia Dios.

3

  El precepto de odiar al enemigo no aparece en el Antiguo Testamento, al menos tal cual. Tal vez sea una remisión de Jesús al citado salmo 139, 21, expresado de una forma fuerte, en contraposición a su orden muy fuerte de amar al enemigo.

4

  Mt 5, 43-45: Aquí queda claro que, según Jesús, la justicia divina no está en este mundo, lugar de la libertad del hombre de amar y de odiar, es decir, de seguir o no la voluntad del Padre del Cielo. Por tanto, no tiene sentido para un cristiano sorprenderse ante Dios porque a menudo los malvados triunfan y los justos son humillados. Pero todo cristiano ha recibido de Jesús la orden precisa de buscar la justicia en esta tierra y debe obedecerla, aunque nunca será posible conseguir un mundo perfecto, debido precisamente a la libertad dada al hombre para pecar, en su débil carnalidad (por cierto, este es el tema de fondo de mi novela histórica El juez y las brujas, Tektime, 2017). Por otro lado, el mismo Cristo, justo perfecto que ha predicado el amor y la justicia absoluta, sufre la suerte de la cruz: sin Resurrección, el mundo del hombre no tendría sentido. He tratado el argumento de la Resurrección en La vita eterna, saggio sull’immortalità tra Dio e l’uomo, Prospettiva Editrice, 2003.

5

  Lc 6, 27-28.

6

  «Durante los primeros siglos de la era cristiana, la asamblea de los cristianos a la que, con Cristo al frente, se le suele llamar Iglesia, combate el absolutismo del estado romano, rechazando que la persona se defina por su dimensión pública. Pero está claro que tampoco en ese tiempo los cristianos rechazaban la autoridad estatal. La convivencia civil es para ellos algo natural: es necesario que la sociedad esté organizada, pero quien la manda no debe pretender, como hace el emperador, tener un poder absoluto, sin límites trascendentes. Es muy significativo que, entre 124 y 177, un grupo de cristianos, llamados los apologistas, Cuadrado, Arístides, Justino, Atenágoras o Melitón y desde 180 hasta los primeros años del siglo III, Teófilo, Tertuliano o Minucio Félix, escriba, con algunos dirigiéndose directamente a los emperadores, pidieron valerosamente libertad para los individuos y para el pueblo y, en particular, la exención de la obligación del culto al dios-emperador: es la idea de una sociedad, organizada, sí, pero que consiente la libertad de pensamiento y de expresión. Todos estos escritores no solo se esfuerzan por responder punto por punto a las críticas de los paganos, sino incluso por presentar, con muchos años de anticipación de lo que ocurrirá con el emperador Constantino, al cristianismo como garante religioso de la unidad del imperio. Sin embargo, se puede


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<p>50</p>

  Jn 18, 28-38.