Mi Lince Ottawa. Virginie T.
¿Por qué los espíritus no vienen a ayudarme a proteger a mi pueblo? Nunca habían permanecido tan difusos y silenciosos. ¿Los habíamos decepcionado? El nudo en mi estomago me confirma que se prepara un acontecimiento importante, incluso capital. Sin embargo, la tribu no está en conflicto con ningún clan de alrededor desde hace décadas y nuestros negocios son prósperos. El único cambio, es la llegada de la francesa. Tiene que tener una relación con la extranjera. No estoy en contra de las personas de fuera de Manitoulin. Sería hipócrita de mi parte porque vivo esencialmente del turismo. Pero desconfío de la gente que quiere instalarse en nuestra isla. Cuando uno quita su país natal, es porque huye de algo. Sólo falta saber de qué huye la joven au pair y hasta qué punto su venida va a afectar a la tribu.
Al llegar, saludo rápidamente a mi hermano y voy directamente al tema que me ocupa.
– ¿Dónde está la extranjera?
– Buenos días a ti también, Achak. ¿Has dormido bien?
Tiene suerte de ser mi hermano y el jefe de la tribu, porque con otra persona, no hubiese estado de humor para soportar el sarcasmo. Le respondo conteniendo mi frustración.
– No te burles de mí.
– Aiyanna la ayuda a instalarse en su habitación. Que no deshaga las maletas demasiado rápido. Si tengo la menor duda sobre ella, la mando de vuelta en el primer avión sin ningún remordimiento.
– Quiero verla. Siento que trae problemas.
– Deja de jugar a los malos espíritus Achak, sin juegos de palabras. Esta niñera parece estar muy bien, ha sabido enseguida cómo canalizar a mi sobrina, que no es nada fácil, como sabes, y ella se ha apresurado para pasar tiempo con Isabelle, así que cálmate.
Gruño mi desaprobación. Seré el único para opinar frente a esta intrusión en nuestras vidas y lo sabe.
– Guarda tus garras, Achak.
Ni siquiera me había dado cuenta de que se me habían salido espontáneamente. Nunca pierdo el control de mi animal normalmente. Una prueba más de que se trama algo inhabitual.
– Te la voy a presentar para que dejes de preocuparte y después, dedica un poco de tiempo a jugar con tu sobrina.
Mi hermano me deja solo al pie de las escaleras de su casa y aprovecho para entrar. En ese momento, algo me intriga, un aroma que flota en el aire y que no consigo identificar. Mi lince se queda en la superficie, al acecho. Quiere seguir el rastro de ese olor hasta su origen. ¡Extraño! Mi olfato no está hecho para la caza, sólo para reconocer los territorios de la manada. Entonces, ¿por qué mi felino me asegura que el olor es importante, que pertenece al clan?
Todavía estoy en mis reflexiones cuando Tyee vuelve con la mujer más guapa que haya visto nunca. Me quedo sin voz. Está vestida con un simple vaquero de pitillo que realza sus largas piernas y un suéter de cachemira ajustado al pecho. Es preciosa, con su piel pálida, sus grandes ojos marrones inocentes y su largo cabello del mismo color que roza su baja espalda. Me la imagino en mis brazos, el contraste de su cuerpo flexible y claro contra el mío, pasando mis dedos entre sus largos mechones color chocolate mientras hablamos después de habernos unido. ¿Pero que me pasa? Nunca había reaccionado de manera tan violenta frente al sexo opuesto. Y no me faltan conquistas, nada más lejos. Tengo un cuerpo atlético que provoca miradas concupiscentes y sumado a mi posición en el clan, digamos que no me faltan propuestas. Pero siempre son relaciones puramente carnales, mientras que ahora, siento una necesidad diferente, una atracción tanto del alma como del cuerpo.
Me lleva un momento darme cuenta de que Tyee me mira frunciendo el ceño, esperando a que reaccione. Efectivamente, me he quedado inmóvil durante un momento frente a tal belleza. Me aclaro la garganta para volver en mí y evitar de ponerme a babear ante esta diosa bajada del cielo y le tiendo la mano para presentarme:
– Buenos días, soy Achak, el hermano de Tyee.
– Isabelle, dijo tomando mi mano.
Su voz y su piel suave hacen temblar, pero nada comparado a cuando inspiro. Una ola de flores de los campos y de los ríos se apodera de mi nariz. Mi lince, que habitualmente es muy tranquilo, me araña la piel para liberarse. Quiere conocer a esta mujer y frotarse contra ella. Me cuesta mucho contenerlo. La realidad que mi lince me grita en el interior de mi cabeza me golpea con la fuerza de un búfalo.
Esta mujer es la otra mitad de mi alma, la persona a la que voy a amar y venerar hasta el final de mi vida. Es mi pareja, sin ninguna duda. Los cambiantes sentimos este fenómeno sin ninguna ambigüedad en todo nuestro organismo sin tener ningún control sobre ello. Por eso, los espíritus me han dejado en la ignorancia. Para que no tuviera ocasión de huir de mi destino por miedo a lo desconocido o por prejuicios hacia los extranjeros.
Una vez que la conocemos, todo nuestro universo se focaliza en nuestra compañera, es lo más importante para nosotros. No consigo quietarle la vista a Isabelle. Me gustaría devorarla y mi lince me empuja realmente a ello. Además, los espíritus no tenían de qué preocuparse, no tengo ningún miedo, acepto mi futuro con reconocimiento. El destino me ha enviado una verdadera princesa y tengo la intención de tratarla como tal. Todo lo que tengo que hacer es hacerla mía.
El hombre me mira de arriba a abajo como si me fuera a crecer una segunda cabeza y sigue aun agarrándome la mano. No me siento incomoda, a eso ya estoy acostumbrada, ya es directamente vergüenza lo que siento. Tengo ganas de escapar corriendo sin darme la vuelta. Hay una chispa en su mirada difícil de descifrar. Un destello salvaje que me hace pensar en un depredador que identifica su presa. Por muy maravilloso que sea, esta vez soy yo la que lo encuentro raro. Parecía contrariado cuando entré en la habitación con mi jefe, y ahora me examina con sus ojos azules, los mismos que los de su hermano y la niña, probablemente marca de fábrica de esta familia. Me siento al desnudo y odio eso. No me gusta ser el centro de atención. Me trae malos recuerdos.
«– ¿De verdad crees que te queríamos en esta fiesta, Isabelle? Sólo eras la atracción de la noche, el aperitivo para crear ambiente, para divertirnos. Ahora, lárgate de aquí solitaria, no te queremos con nosotros».
Hum, los recuerdos de la única fiesta a la que he ido son horribles. Primero, la multitud me rodeó para burlarse de mí y luego me echó fuera como a una persona ingrata.
Veo los músculos del hombre que tengo delante, enrollados en su camisa azul bien cortada, sus piernas apretadas en su vaquero negro que parecen plantadas en el suelo, su pelo negro que le llega por los hombros y su tez mate, no es posible confundirse sobre sus orígenes amerindios. Su imagen corta el aliento y asusta al mismo tiempo. Se me contrae la tripa por la multitud de sensaciones diferentes y contradictorias. Siento el estrés subir en mí. Es hora de que termine esta conexión visual. Me sudan las manos, mi corazón palpita de pánico y al mismo tiempo, estoy fascinada. Tengo que salir ya de esta habitación, bajo cualquier pretexto. Recupero bruscamente mi mano de un tirón seco y salgo precipitadamente del salón explicando rápidamente que Aiyanna me espera para hacerme una visita guiada de la casa. A salvo en mi habitación, me pregunto de verdad qué acaba de pasar. Nunca me ha prestado atención ningún hombre, y menos aún, mirándome con una chispa de interés y de deseo. Mi reflexión no dura mucho, el pequeño rayo de sol de esta casa me muestra mi nueva habitación. Voy a vivir en el seno de esta familia durante unos años, si todo va bien. Tengo que familiarizarme con el lugar. Además de mi habitación en el piso de arriba, descubro otras cuatro habitaciones, cada una con su cuarto de baño. Todas están decoradas con gusto, en tonos cálidos, y todas tienen amplios ventanales que dejan entrar los rayos de sol, haciendo muy agradable el lugar. La de la enana está justo al lado de la mía, para que sea más práctico. En la planta baja, descubro una gran cocina completamente equipada y abierta al inmenso salón en el que ya no hay nadie. Mejor. Un segundo encuentro con Achak en tan poco tiempo habría sido demasiado para mí.
Todas las aperturas de la casa dan al parque que bordea la casa, cosa en la que no me había fijado antes por lo que me perturbaba la presencia de un cierto amerindio. El chico salió con el señor Pontiac. Los veo hablar juntos a través de las ventanas. El primero