Yo Soy. Aldivan Teixeira Torres

Yo Soy - Aldivan Teixeira Torres


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a un amiga.

      Como de costumbre, aprovechan la oportunidad en el vehículo para hacer amistad con otros pasajeros y con el conductor. Todos ellos son buenos conocedores de la zona por hacer ese viaje con frecuencia.

      Desde noticias generales hasta política y religión, los temas son bien discutidos, y todos se ríen. Qué bueno es vivir, tener amigos, charlar y olvidar las preocupaciones por un tiempo. Esto es extremadamente importante para la salud mental de todos.

      Y así, avanzan por la carretera, bajando por la montaña, pasan por el sitio Quince y algún tiempo después llegan al pueblo que se encuentra en el límite entre Arcoverde y Pesqueira. Se bajan cerca de un huerto de anacardos, pagan el pasaje, se despiden, toman el camino y se dirigen a la pequeña aldea.

      Con unos pasos más, llegan a la única calle y avanzan a la derecha hasta llegar al quincuagésimo edificio, una casa estilosa, de 8x4 m, puerta y ventana de cedro, con un pequeño espacio delante. El vidente entonces comienza a golpear y a gritar:

      –¡Lady Eulalia! Estoy aquí!

      Al mismo tiempo se escucha el sonido de pasos y desde el interior de la modesta casa, llega una señora blanca de mediana edad, delgada, bronceada, de 1,65 m de altura. Ella sale con una sonrisa en la cara reconociendo al niño que conoció en otro tiempo, en la estación de autobuses y que le hizo creer que era importante. Qué bueno es eso, piensa para sí misma. Entonces ella dice:

      –Aldivan, ¿estás aquí? ¿Y quiénes son esas personas que están contigo?

      –Sí, soy yo, lady Eulalia. Estos son mis compañeros de aventura. Son Renato, Rafael, Uriel y Rafaela ―dijo el hijo de Dios señalando a cada uno de ellos.

      –Oh, encantada de conoceros. Bienvenidos. ¡Por favor, entrad!

      –Gracias. (Todos)

      Aceptando la invitación, entran a la pequeña casa de mampostería. La casa consta de un único salón, comedor, dormitorio, cocina y baño. En el salón se sienten como en casa en un sofá de cinco plazas y una silla.

      La anfitriona es la primera en hablar:

      –Muy bien, estaba pensando en ti, hijo mío. Cuando nos conocimos por primera vez, tus palabras me hicieron mucho bien. Hoy en día, estoy tranquila, viviendo de mi pensión. De vez en cuando, mis nietos me visitan y cuando eso sucede es una fiesta.

      –Qué bien que pude ayudarte de alguna manera. Traje a esta jovencita aquí (señalando a Rafaela) para que tengáis una charla. Sufre de depresión. (El vidente)

      –Será un placer para mí. ¿Cómo estás Rafaela? (Eulalia)

      –Estoy sobreviviendo, gracias. (Rafaela).

      –La conocimos en la iglesia de la Liberación, en Arcoverde. Ella despertó nuestra atención. (Rafael)

      –¿Por qué?

      –Explícaselo, hermano. (Rafael)

      –Estaba llorando y se sentía perdida. (Uriel)

      –Así que decidimos ayudarla. (Añadió Renato)

      –Eso demuestra la grandeza de vuestros corazones. Os admiro. Pero, ¿podríais explicar la razón de todo esto? (Eulalia)

      –Eso también lo pido yo. (Prosigue Rafaela)

      –Mi padre me llamó a la misión. De alguna manera, estoy ligado a Rafaela y ella a mí. Somos almas hermanas desde el principio y no escatimaré esfuerzos para ayudarla. De cualquier manera, siempre lo hago, lo merezca la persona o no ―explicó el hijo de Dios.

      –Gracias. (Rafaela)

      –Es realmente honorable. ¡Felicitaciones! Dime, compañera, ¿cuánto tiempo hace que te sientes así? (Eulalia)

      –No estoy muy segura. Ya he pasado por muchas crisis, aparentemente por cosas banales. Debo admitir que si no fuera por el hijo de Dios que me rescató, estaría muerta, probablemente saltando de un puente. (Rafaela)

      –No hables así. Eres joven, tienes muchas razones para vivir y tienes mucha suerte. Así que, ¡sonríe! (Eulalia)

      –Es lo que siempre le estamos enfatizando. (Rafael)

      –"De hecho, no es el fin. Veo buenos tiempos, de recogimiento espiritual, de descubrimientos y de felicidad". Palabra de Yahvé. (Uriel)

      –Amén. ¡Ayúdame Señor! (Rafaela)

      –Él está ayudando, amiga mía. ¡Ten fe! (El hijo de Dios)

      –¡Yo lo creo! (Renato)

      –Yo también lo creo. ¡Enséñame! (Rafaela)

      El vidente se pone de pie, se acerca a la joven y le da un gran abrazo. Apoyando la cabeza en el pecho de su señor, hermano y amigo, es consciente de que ningún mal vendrá a ella. Esta creencia la calma, y la emoción del momento la hace llorar.

      El hijo de Dios se agacha y seca delicadamente sus lágrimas. En este momento se promete a sí mismo, a su padre y a todo el universo, que en su reino futuro no habrá lugar para el sufrimiento, el dolor o incluso la muerte. En ella, los humanos estarán completamente felices y adorarán a su padre en el monte Sion. A diferencia de los reinos humanos, habrá igualdad de derechos y las personas no serán prejuzgadas por el color de su piel, raza, religión, elección sexual o cualquier otra razón. Todos serán hijos del mismo padre.

      Cuando se da cuenta de que Rafaela se ha calmado, termina el abrazo y se vuelve a sentar. La anfitriona habla de nuevo:

      –¿Queréis algo de beber o comer?

      –Gracias, lady Eulalia. Nos vamos. ¿No es así, chicos? (El vidente)

      –Sí. (Los otros están de acuerdo)

      –Muchas gracias por la charla y la hospitalidad. (El vidente)

      –De nada, ven de visita cuando quieras. Buena suerte, Rafaela. Que Dios te bendiga. (Eulalia)

      –Gracias, señora, por sus palabras de consuelo. (Rafaela)

      Todos se abrazan y finalmente se despiden. Se dirigen a la puerta y salen a la calle. Después de caminar unos metros, Rafaela se acerca a su amado y le dice:

      –¡Estoy lista! Tócame!

      El hijo de Dios sonríe. Lleva mucho tiempo esperándolo. Delicadamente, se acerca y estira el brazo tocando el vestido de ella. Inmediatamente, ella siente una fuerza misteriosa que la cura y descubre sus secretos más íntimos. "Toma dos":

      "Rafaela siguió creciendo rápidamente: la dulce niña, inteligente e inquisitiva, se convirtió en una muchacha con las mismas cualidades. En la vida familiar mantuvo una buena relación con sus padres, y en la vida social se mantuvo activa, asistiendo a los principales eventos y siendo respetada por sus valores y su forma de ser. En el aspecto intelectual, destacó en su clase, aprobando la escuela primaria y secundaria con honores.

      Sin embargo, ese mal presentimiento permaneció en su interior sólo esperando el momento adecuado para emerger de nuevo. Es un fenómeno recientemente descubierto, pero que existe desde el principio de los tiempos, habiendo obtenido en los últimos tiempos el estatus de enfermedad. Sus síntomas más comunes son: tristeza profunda, sentimiento de culpa, dificultad para dormir y concentrarse, baja autoestima e ideas suicidas. Rafaela Ferreira sintió la mayoría de ellos en su crisis.

      El segundo evento para iniciar de nuevo la enfermedad, fue el examen de admisión a la universidad. Después de un año de intensa preparación, Rafaela realizó varias pruebas en universidades públicas de la capital. Los resultados salieron simultáneamente un mes después, y ella había suspendido todos. Esto le causó una gran conmoción, incluso a pesar de las pocas posibilidades. Deja que te explique: por ser pobre, Rafaela siempre había asistido a escuelas gubernamentales básicas, donde la enseñanza era de un nivel más bajo que en las escuelas privadas. A pesar de que era inteligente, ese hecho era indiscutible. El otro factor importante fue la falta de material de estudio durante la preparación del examen. Sin embargo, con todo en su contra, esperaba algo bueno o un milagro, y el fracaso total fue un shock, aunque era lo más probable.

      A


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