Ética bíblica cristiana. David Clyde Jones
de acuerdo con los criterios de virtud. Las acciones (incluyendo juicios mentales y actitudes) se juzgan según los criterios de obligaciones morales. ¿Cuáles son estos criterios, y cómo llegamos a identificarlos? Esta es la pregunta más importante de la ética. No podemos tomar ninguna decisión ética sin presuponer una respuesta a esta pregunta. Y la respuesta depende de alguna perspectiva filosófica más profunda, de algún enfoque acerca del ser humano y su lugar en el universo.
Desde un enfoque bíblico, la pregunta acerca de los propósitos, las personas, y las prácticas se resume en una sola pregunta: ¿A qué nos está llamando Dios para ser y hacer? Ya que el llamado redentor de Dios no es simplemente una invitación, sino una manifestación de su soberanía y su poder, la pregunta más amplia es: ¿A qué nos está llamando y capacitando Dios, a nosotros su pueblo redimido, para ser y hacer? 3
El llamado efectivo ha sido definido claramente por Anthony Hoekema como “el acto soberano de Dios en que, a través del Espíritu Santo, capacita al oyente a responder al evangelio con arrepentimiento, fe, y obediencia.”4 Al incluir la obediencia en la definición, Hoekema llama nuestra atención al aspecto del llamado efectivo que está orientado a una meta, un concepto que surge frecuentemente en el Nuevo Testamento. Hemos sido llamados a la salvación por la obra santificadora del Espíritu Santo y por la fe en el evangelio, para que podamos compartir la gloria del Señor Jesucristo (2 Tesalonicenses 2.13-14). La meta final de nuestro llamado es la vida eterna (1 Timoteo 6.12), el premio celestial (Filipenses 3.14), el reino de Dios, y la gloria de Dios (1 Tesalonicenses 2.12). Hemos sido llamados a pertenecer a Cristo (Romanos 1.6), y como nuestro llamado nos une con Él en el compañerismo (1 Corintios 1.9), esto significa que somos llamados también a vivir una vida santa (1 Tesalonicenses 4.7) y a seguir Su ejemplo de sufrimiento por causa de justicia (1 Pedro 2.21).
En el llamado efectivo somos unidos con Cristo, y por lo tanto somos llamados también a un estilo de vida distinto en Él, a un estilo de vida hecho posible por la gracia de Dios. El pasaje clásico es Romanos 12.1-2:
“Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.”
La importancia de este pasaje para la ética radica en su énfasis en la voluntad de Dios como la pauta para la vida cristiana. Pero las verdades acerca de la naturaleza humana que presupone Pablo en este mandato no deben ser pasadas por alto.
“Por las misericordias de Dios” apunta al aspecto sentimental de la naturaleza humana. La motivación de nuestra ética debería incluir lo que mora en ese lugar complejo de deseos y sentimientos que la Biblia llama el “corazón”. El alcance de la misericordia de Dios se revela en la cruz, como dijo Pablo anteriormente: “Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.” (Romanos 5.8) Esta es la verdad profunda que nos mueve a responder al llamado de Dios. “Nosotros le amamos a él porque él nos amó primero” (1 Juan 4.19).
La frase “que presentéis vuestros cuerpos” apunta claramente al aspecto volitivo de la naturaleza humana. Este versículo de Pablo se dirige a agentes libres que pueden tomar decisiones morales significativas. Supone que la conducta humana involucra decisiones conscientes para bien o para mal. Tal como Cristo entregó su vida voluntariamente por los pecadores, así los cristianos, vivificados por el Espíritu de Dios, debemos ofrecernos voluntariamente y activamente a Dios como sacrificios de gratitud y alabanza. El mejor comentario sobre la frase “sacrificio vivo” es Hebreos 13.15-16: “Así que, ofrezcamos siempre a Dios, por medio de él, sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que confiesan su nombre. Y de hacer bien y de la ayuda mutua no os olvidéis; porque de tales sacrificios se agrada Dios.”
La frase “que es vuestro culto racional” destaca el aspecto racional de la naturaleza humana, que también es importante para la ética. La Nueva Versión Internacional traduce esto como “adoración espiritual” en lugar de “culto racional”, pero la versión de la Reina Valera 1960 y de La Biblia de las Américas (también dice “culto racional”) parece más fiel al original. La palabra que se traduce “culto” es latreia, que se usa en la Septuaginta y siempre significa “servicio divino”, especialmente en relación con los oficios del tabernáculo y del templo. Bajo el nuevo pacto, los creyentes son considerados el templo donde mora Dios por medio del Espíritu. Ya que, según el contexto, la vida entera debería ser consagrada a Dios, parece que “servicio” sería mejor traducción que “culto”. El verbo de la misma raíz, latreuō, se usa normalmente como “servir” en los dos Testamentos (Deuteronomio 10.12; Lucas 1.74-75; Hechos 27.23; Hebreos 9.14).
Aún más importante, el adjetivo “racional” o “espiritual” en el griego es logikos. Aunque la palabra no se usa mucho en la Biblia (solamente aquí y en 1 Pedro 2.2), se usaba frecuentemente en la literatura filosófica con el significado de “usando la razón, intelectual”. No hay evidencia de que Pablo esté usando la palabra de una manera muy distinta. El término que usa normalmente para “espiritual” es pneumatikos, pero aquí dice logikos, “racional”. Este sentido de la palabra encaja bien con este contexto. El servicio cristiano no es mera actividad sin pensar, o simple cumplimiento del deber; involucra la mente también, y no solamente el corazón y la voluntad.
La naturaleza humana es sentimental, volitiva, y racional. También está afectada por la Caída. Por lo tanto, Pablo hace la exhortación doble, “No os conforméis..., sino transformaos...”, para que, siendo renovados por la gracia de Dios, podamos “comprobar” la voluntad de Dios. Es decir, para que podamos asimilar los juicios morales de Dios, haciéndolos nuestros, y poniéndolos en práctica. La “voluntad de Dios” es “buena, agradable, y perfecta”. Cada término tiene un significado ético especial.
“Buena”. Hace mucho tiempo, el profeta Amós mandó a seguir lo que los filósofos llaman el primer principio de la razón práctica: “Buscad lo bueno, y no lo malo...Aborreced el mal, y amad el bien” (Amós 5.14-15; vea también Romanos 12.9, que es casi igual, y Romanos 16.19, “...quiero que seáis sabios para el bien, e ingenuos para el mal.”) “Bueno” es el término más amplio para describir cómo debemos ser y qué debemos hacer. La ética bíblica es distinta, en que identifica lo bueno con la voluntad revelada de Dios. La gran declaración del profeta Miqueas dice: “Oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios” (Miqueas 6.8). Volveremos posteriormente a examinar este versículo con los tres requisitos. Por ahora, solamente notaremos que Dios ha revelado el significado de lo bueno.
“Agradable”. Según Romanos 12.2, la voluntad de Dios también es euarestos, “agradable” o “aceptable”. Las palabras relacionadas con este adjetivo (euaresteō, areskō, y otras) se usan frecuentemente en el Nuevo Testamento para hablar de la conducta moral. Por ejemplo, la bendición al final de Hebreos es típica: “Y el Dios de paz ...os haga aptos en toda obra buena para que hagáis su voluntad, haciendo él en vosotros lo que es agradable delante de él por Jesucristo; al cual sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén” (Hebreos 13.20-21). Al final, lo que realmente vale, según la ética bíblica, es hacer lo que “es agradable delante de él”, tal como lo dice también el Antiguo Testamento (Éxodo 15.26; Deuteronomio 12.28; 1 Reyes 11.38). La pauta que debemos seguir no es una ley impersonal, sino la voluntad personal de nuestro Creador y Redentor.
“Perfecto”. Finalmente, la voluntad de Dios también se describe como “perfecta” o “completa”. La verdadera realización de una persona consiste en conformarse a la voluntad de Dios, que es esencialmente la perfección moral de Dios mismo, pero expresada de tal manera que el ser humano pueda imitarla. Como dice Jesús en el sermón del monte, “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto” (Mateo 5.48). El sacrificio y la negación de sí mismo en la vida cristiana no tienen el propósito de erradicar la personalidad humana, sino erradicar el pecado. La meta de la santificación es la perfección de la naturaleza humana, que ha sido creada a la imagen