Truman Capote. Liliane Kerjan
se consideraba a sí mismo un verdadero escritor, como un pianista listo para dar su primer concierto en público. Solo le faltaba hacerse conocer, publicar, vivir de su pluma.
Después de superar la fase de bebedora social, Nina empezó a consumir demasiado licor de durazno y scotch. Sus celos por los éxitos femeninos de Joe, que era, por su parte, muy posesivo, se acentuaron. Tampoco aceptaba demasiado la homosexualidad de su hijo y lo insultaba con violencia. Además, atacaba sus manuscritos. En la casa, a veces había un clima execrable, pero afuera, Truman era feliz y libre, capaz también de grandes raptos de amistad. Su ingenio gustaba mucho entre las jóvenes liberadas de la buena sociedad, de modo que durante la temporada 1942-1943, circuló formando un cuarteto, que pronto fue inseparable, con la extravagante Carol Marcus, hija de un magnate, Oona O’Neill, hija del escritor de teatro Eugene O’Neill, que había ganado el premio Nobel seis años antes, y Gloria Vanderbilt, una heredera que estaba en el candelero. El dueño del Stork Club, orgulloso de recibir a clientes tan distinguidos, para congraciarse con ellos, les regaló los cuatro almuerzos. No fue un detalle menor: el estudiante de dieciocho años tomó conciencia rápidamente de las facilidades que se le otorgaba a una personalidad importante, de los privilegios de la notoriedad. Por el momento, era el bufón que contaba historias, el seductor que sabía recitar los versos de sus poesías, el bailarín que deslumbraba a las bellas debutantes con los pasos de un tango: era un caballero andante y, por supuesto, ellas lo adoraban con fervor. Al mismo tiempo, Truman empezó a medir su poder de seducción: hizo su entrada en el mundo, un mundo que se reconocía en el film de Orson Welles Soberbia, recientemente estrenado en las pantallas de Broadway. Él, que todavía era un figurante al lado de ricas herederas, quería su lugar en el banquete, ser uno de ellos y tener su parte de celebridad. Desde ese momento, su ambición fue más fuerte que nunca y jamás lo abandonaría: escribía desde hacía unos diez años, tenía talento y en un poema de sus años de juventud, “Sand for the Hour Glass”, escrito para el Franklin Literary Magazine, se comparó a sí mismo con un “poderoso cóndor”. ¿Pensó en “El albatros” de Baudelaire? Tal vez leyó en el diccionario la descripción del pájaro: “Especie de gran buitre de América del Sur, que habita en los Andes. El cóndor mide 1 m de largo y por lo menos 3 m de envergadura. Su plumaje es negro azulado, matizado de gris y blanco en las alas. Se lo caza por sus plumas”. ¡Bella premonición! Ave de envergadura, ave de elegante plumaje, ave que planea, ave carnicera: Truman Capote sería todo eso. Y también sería un pájaro cazado.
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