Trabajo Social Holístico. Patricia Pavón Rico

Trabajo Social Holístico - Patricia Pavón Rico


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lograr la resolución, transformación o, al menos, el alivio de la situación problemática, y es así como la persona se acerca al Trabajador/a Social en los diversos servicios donde éste se desempeña.

      Como es sabido, la experiencia de enfermedad (o de muchas otras situaciones problemas) no puede entenderse por fuera de la cultura, pues sus manifestaciones son leídas, contextualizadas, narradas e interpretadas en el marco de los sistemas culturales.

      Desde una perspectiva holística, para comprender las etiologías de ciertos estados del Ser, es necesario tener presente que la persona es mucho más que cuerpo biológico -descriptible por la biología- puesto que integra diversas entidades como cuerpo etéreo, espíritu, alma, energía, etc. Nociones que juegan un rol importante en la selección y combinación de medicinas, terapias y servicios, las que involucran prácticas muy diversas en cuanto a sus fundamentos terapéuticos. “De acuerdo con Idoyaga Molina (2002) las elecciones terapéuticas, así como en la combinación de medicinas, revelan la incidencia de factores culturales, socioeconómicos, étnicos, políticos y las identidades religiosas de los enfermos, así como los estilos de pensar (Douglas, 1998) y la calidad de los servicios biomédicos, a los que los diferentes usuarios tienen acceso. Las posibles elecciones de medicinas y terapias se enmarcan en las opciones disponibles en el contexto de un sistema etnomédico lugareño” (Gimenez y Fuentes, 2013). En este sentido, desde la perspectiva de “lo local” tan presente en el Trabajo Social, podría plantearse si la misma contempla todas estas estrategias que las personas crean o “necesitan” incorporar en sus procesos de cambio individual, familiar, social, o si más bien la situación se delinea en función de los recursos disponibles que el trabajador/a social “maneja” o que el dispositivo institucional provee. Aún recuerdo cuando ante la insistencia de Mónica de que fuese yo quien la atendiera, por tiempo indeterminado, mi primer respuesta fue: “pero si necesitás una orientación puntual puedo dártela, no hay problema, yo no tengo consultorio”; y su respuesta fue: “pero yo te voy a necesitar por un tiempo”… Esa comunicación telefónica marcó un antes y un después en mi desarrollo profesional, en tanto aparecieron nuevas preguntas, nuevas demandas y nuevas estrategias de intervención posibles. Por eso y mucho más, a Mónica gracias eternas!!! Así vino la necesidad de investigar, capacitarme en diversas ramas socio-terapéuticas y adentrarme en nuevas formas de construcción del conocimiento.

      De múltiples maneras, esa experiencia de intervención tan diferente fue acompañando el cierre y apertura de espacios de intervención. En el 2012 renuncié a un trabajo “estable” en un Ministerio Nacional, que representaba el mayor ingreso en mi grupo familiar, para generar un proyecto autogestivo. Sentía profundamente que mi tiempo en dicha institución había culminado, que estaba cansada de luchar ante los recurrentes “techos” que me impedían desarrollar estrategias integrales de acompañamiento a las situaciones complejas de las personas. Supe entonces que debía tener espacios diferentes, tiempos de intervención diferentes, y vínculos únicos con cada persona a la que pretendiera ayudar. El proyecto consistió en instalar una consultoría social, que a lo largo de los años fue construyendo lo que hoy es una organización informal denominada Centro Dharma, ubicada en el conurbano bonaerense. Allí realizamos, junto a las personas que transitan por el lugar, lo que he denominado “socio-terapia holística”, más dispositivos grupales diversos que combinan herramientas múltiples que permiten el trabajo con todos los cuerpos: mental, emocional, físico, espiritual. Para mi alegría comparto el andar con varias colegas, muchas de las cuales son ex-alumnas, en un camino de co-visión y co-construcción de nuevos modos de abordaje.

      Para culminar este relato, que intenta compartir una experiencia personal, cabe aclarar que paralelamente a la conformación del espacio autogestivo tuve que formarme en instructorados de Psicodrama, Yoga y Sistema Milderman (este último aún en curso). Al mismo tiempo, y sin considerarlo antagónico, continué mi formación de post-grado en Educación Superior, ya que la docencia universitaria continúa siendo para mí una función apasionante y elegida.

      (por Natalia Chavez)

      Al terminar la secundaria decidí comenzar la carrera de Trabajo Social, cuestión que me venía resonando desde los 15 años de edad. No me fue fácil puesto que entre algunas problemáticas personales, familiares, más la crisis económica y social de aquellos años, todos estos factores colaboraron a que tome la decisión de dejar mis estudios. Esto no resultó bien para mí, porque los años pasaban y sentía un gran vacío, que me llevó a preguntarme ‘qué estaba haciendo con mi vida’... Hasta que tome la decisión de retomar la carrera Lic. en Trabajo Social (UNLaM). Lo hice con mucho entusiasmo porque a partir de ahí mi vida retomaba aquel rumbo que había dejado atrás, pero que nunca había olvidado. En agosto del mismo año comencé a trabajar en un Hospital Materno Infantil, donde tuve la oportunidad de trabajar como administrativa en el Servicio Social. Aquí los caminos se habían sincronizado, porque al retomar la carrera y tener la oportunidad de ser parte de un Servicio Social, sentí que eso era MAGIA PURA, que era la confirmación de que estaba por el camino correcto. Ni hablar de todo lo que pude aprender de quienes hoy son mis colegas y a los/las cuales estoy muy agradecida.

      Ser parte de una institución de tal magnitud dio lugar a un gran aprendizaje, en cuanto a los vínculos y relaciones que pude observar en la misma, algunos eran tóxicos y generaban malestar en el ambiente, las consecuencias que estos traían generalmente tenían que ver con alguna enfermedad física y/o emocional. Aunque sabemos que no es unicausal, que se suman los problemas personales y familiares, el entorno que se generaba muchas veces no ayudaba a superarlos. Mi reflexión hacia este escenario era… “DEBE HABER OTRA MANERA”. Quizás yo estaba poniendo el foco solo en esta problemática, pero era lo que me preocupaba; quería que se genere un ambiente más amigable, donde se priorice al ser humano, se lo valore y respete sea cual fuera su rol en la institución. Igualmente sentía que el universo había conspirado a mi favor porque me había hecho un hermoso grupo de amigas con las cuales nos conteníamos y acompañábamos, con quienes encontrábamos siempre la manera de mejorar nuestro día laboral. Aquí creo que es importante mencionar que hubo un proyecto, del cual fui parte, que se llevó a cabo desde el servicio social para generar un ambiente más favorable y evitar el estrés laboral.

      Lo paradójico fue que, si bien en estos años que trabajé en el hospital aprendí muchísimo, no estaba avanzando en la carrera. Cuando comencé a cursar las prácticas pre-profesionales debía enfocarme de lleno, así que tomé la decisión de dejar esto atrás. Pensaba que debía continuar mi camino por otros rumbos, así que di el salto, confiaba que todo iba a estar bien. Consideré que era momento de hacer como el Águila, ella para poder llegar a vivir 70 años debe decidir pasar por un proceso de transformación, porque en torno a la mitad de su vida sus uñas se vuelven blandas, su pico comienza a estar bastante deteriorado y le resulta difícil volar con sus plumas ya que se han vuelto pesadas, en ese momento el Águila puede dejarse morir o comenzar un Proceso de Transformación para poder renovarse y vivir plenamente lo que le quede de vida. Para iniciar con este proceso comencé por quitarme una a una esas creencias limitantes, pensamientos y relaciones tóxicas que no me dejaban avanzar y enfocarme en mi transformación, busqué material del cual me fui nutriendo, porque había decidido vivir de otra manera, cultivar vínculos sanos, buscar mi equilibrio emocional y decreté que nadie podía detenerme, ni limitarme en alcanzar mis sueños. En ese entonces comencé a escuchar mantras, pintar y dibujar mandalas, aprendí a meditar, y a generar momentos para mi desarrollo personal y profesional.

      Posteriormente, comencé a cursar las prácticas, y eso fue un antes y un después en la carrera, donde logré unir la teoría y el paso por el hospital que también fue parte de mi aprendizaje pre – profesional. Lo que me resonaba todo el tiempo en los primeros niveles de prácticas, era que debíamos darle importancia a nuestros sentires, cuestión que mucho no se hablaba en las materias que había cursado con anterioridad. Tanto en estas materias como en Trabajo Social IV (Teoría sobre T.S. Grupal y Comunitario) tuve el primer acercamiento a autores como Paulo Freire y Fals Borda, los cuales hablan de cuestiones que tienen que ver con la Educación Popular y la Investigación Acción Participativa (IAP). Y sin lugar a dudas sentía que estos autores tocaban la esencia del por qué había elegido ser parte de este camino. Cuestiones que me han aportado mucho en cuanto


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