Gente de tango. Carlos Federico Torres

Gente de tango - Carlos Federico Torres


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en bandoneones, y los violinistas Emilio Ferrer y Fernando Franco, un quinteto que actuaba en las noches del café Los Andes.

      En 1926, viajó a España, presentándose, primero, en Madrid y luego, en Barcelona, ciudad ésta en la que formó un trío con Juan Bachicha Deambroggio y Mario Melfi, para actuar en el cabaret Alcázar.

      Luego de estas presentaciones regresó a Buenos Aires junto con una delegación de jugadores de Boca Juniors, que había realizado una gira por tierras españolas y con la que se había vinculado durante su estada en Barcelona.

      Sin embargo, ya de vuelta en Buenos Aires, experimentó algunos síntomas de deterioro en su salud que lo indujeron a radicarse las sierras cordobesas, en las que permaneció durante los cuatro años siguientes.

      Recuperado totalmente al cabo de esos años, retornó plenamente a la actividad artística en 1930, formando entonces nuevamente su orquesta con el fin de presentarse en radios y espectáculos teatrales.

      Al año siguiente, partió de gira a Brasil, país en el que permaneció durante ocho meses, prolongando luego su actuación por un lapso similar en Montevideo.

      Nuevamente en Buenos Aires, grabó algunos discos con solos de piano para el sello Brunskick y a partir de entonces su actividad se desarrolló fundamentalmente en el exterior.

      Así, buena parte del resto de su vida privada y profesional transcurrió en América y en Europa. De todos modos, en un fugaz retorno al país en 1937 dirigió una nueva orquesta propia en Buenos Aires, la que si bien tuvo efímera duración, alcanzó a desarrollar grandes espectáculos con dos pianos, junto con Osvaldo Pugliese, quien ya estaba próximo a formar su célebre agrupación.

      La actividad de Pereyra como compositor comenzó en 1916 con el tango El africano, grabado en general en forma instrumental por muchas orquestas, si bien existe una versión de Nelly Omar, en la cual canta los versos escritos por Francisco Lío.

      A ese exitoso tema, le siguieron Los cisnes —tema instrumental grabado por las orquestas de Juan D’Arienzo y de Roberto Firpo—, Gorriones y Viejo coche, estos dos últimos con letra de Celedonio Esteban Flores, registrados en el disco por Ángel Vargas, el primero como cantor de la orquesta de Ángel D’Agostino y el segundo en su etapa de solista, junto a la orquesta dirigida por el pianista Armando Lacava.

      Gorriones había tenido su primera grabación a cargo de Gardel, quien lo llevó al disco el 3 de febrero de 1927, acompañado por las guitarras de José Ricardo y Guillermo Barbieri.

      Otro de sus grandes temas es Pan, en cuya letra, también perteneciente a Celedonio Flores, se refleja crudamente la dura realidad de la clase obrera en los años treinta, siendo considerado por muchos como el primer tango de protesta. La cruda descripción del personaje que para alimentar a su familia se ve obligado a robar no podía por supuesto eludir la censura de esa época, por lo que hubo que esperar hasta comienzos de los años cincuenta para escuchar un registro discográfico del tema. El mismo fue realizado por la orquesta de Horacio Salgán con la voz del Polaco Goyeneche, y a partir de entonces ha sido sumamente difundido, salvo, obviamente, en los períodos de gobierno militar.

      No le fueron en zaga al anterior en cuanto a difusión otras composiciones de Pereyra, como La uruguayita Lucía, en colaboración con el también pianista Daniel López Barreto, del que existen excelentes grabaciones de Ricardo Tanturi con el cantor Enrique Campos y de Roberto Goyeneche, ya en su etapa de solista, acompañado por la orquesta dirigida por Raúl Garello; Madame Ivonne, cuyos versos pertenecen a Enrique Cadícamo, también grabado por el Polaco, en este caso acompañado por la orquesta de Armando Pontier, y por Julio Sosa con el marco de la orquesta dirigida por Leopoldo Federico, versión en la que el Varón del Tango agrega una glosa introductoria impecablemente recitada, y Todavía estás a tiempo —subtitulado Nunca es tarde—, con letra de Celedonio Flores, del que existen versiones discográficas de Francisco Rotundo con la voz de Alfredo del Río y nuevamente de Julio Sosa con la orquesta de Leopoldo Federico.

      Otros exitosos temas pertenecientes a Pereyra fueron El as de los ases, también con letra de su asiduo colaborador; el Negro Cele, tango del que existe una recordada grabación de la orquesta de Héctor Varela con el cantor Rodolfo Lesica realizada el 7 de mayo de 1952, y Poema en gris, con versos de Manuel Ferradás Campos, incluido en un disco simple que en 1971 grabó Edmundo Rivero acompañado por la orquesta de Héctor Stamponi.

      Arrullo de bandoneón, Es mejor separarnos, Y te fuiste a París, Cuando llegue otro cariño y Loria son otras de sus composiciones, que aunque menos difundidas que las anteriores, tienen también muy buena factura musical.

      No puede dejar de mencionarse además el tango El Ruiseñor, cuya melodía le pertenece en colaboración con Ángel D’Agostino, con letra de Enrique Cadícamo. Este sentido homenaje a Ángel Vargas escrito poco después del fallecimiento del Ruiseñor, fue grabado por la orquesta de D’Agostino con el cantor Roberto Alvar, el 15 de septiembre de 1959, es decir a sólo poco más de dos meses de ese lamentado deceso.

      Ya de regreso de su eterno peregrinar por el mundo, el Chon falleció en Buenos Aires, el 21 de febrero de 1973, a los 72 años de edad.

      219. Petorossi, Horacio

      Guitarrista y compositor de sólidos conocimientos musicales, nacido en Buenos Aires el 21 de octubre de 1896.

      Su primer apellido era Gemignani, pero él decidió utilizar el de su madre y así, junto con el apodo de el Marqués fue conocido en el ambiente del tango.

      Inició su carrera profesional alrededor del año 1915, acompañando al cantor Francisco Martino, y al año siguiente formó parte del elenco musical de diversas compañías teatrales, como la que bajo la dirección de José González Castillo y encabezada por Elías Alippi, presentaba un espectáculo de arte nativo en el teatro San Martín titulado Juan Moreira. Allí conoció a Gardel y Razzano, quienes entonces integraban el elenco de la compañía y a los que acompañó durante su intervención en la misma.

      Luego de permanecer tres meses con este grupo, pasó al elenco de la compañía de Pepe Podestá, que comenzó a actuar en ese mismo teatro, participando en calidad de acompañante de Ignacio Corsini, primero, y del dúo integrado por Carmen Moreno y Ernestina Ramírez, después, que luego se popularizó con el nombre de Las Porteñas aunque ninguna de las dos integrantes lo era realmente.

      Con posterioridad a esta actuación, Petorossi decidió formar un cuadro criollo al que denominó Los de la leyenda, con cuya compañía salió de gira por el interior del país, realizando también una breve temporada en Chile.

      De regreso a Buenos Aires, formó un sexteto conocido como Alba–Petorossi, que encabezó con la cancionista Emilia Alba, que integrara el elenco del cuadro criollo con el que acababa de regresar de gira. El sexteto debutó en el teatro Nacional en la obra Flor de lis.

      Luego de la disolución de este grupo viajó a Europa con un nuevo conjunto cuya base había encarado y al que denominó Los de la Raza. Formaban parte del mismo la mencionada cancionista, Alfredo Navarrine —con quien con el tiempo compondrían Galleguita—, Mario Melfi, Bachicha Deambroggio y Chapela, compositor del tango Fosforerita.

      El debut se produjo en el teatro Price de España, el 9 de septiembre de 1923, y después de ocho meses de exitosa actuación en distintas ciudades, regresó, en marzo de 1924, a fin de actuar en Chile, retornando a fines de ese año nuevamente a España.

      Luego de una breve estadía en Alemania en octubre de 1925 integrando la troupe del circo Sarracini, se trasladó a París, donde debutó en la Navidad de ese año en el dancing Palermo, cumpliendo una breve temporada, en la que dejó de todos modos un excelente recuerdo.

      Tras realizar una gira por varias ciudades francesas, que se extendió hacia España —donde actuó en Barcelona—, regresó a París, a fin de formar por primera vez su propia orquesta, integrada por algunos músicos compatriotas y otros franceses, con la que se presentó en gran parte del territorio de Francia, como asimismo en España, Italia, Grecia, Rumania y Turquía.

      De su permanencia en Grecia y en España surgieron


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