Poemario. Maga Nuit
en experiencias vírgenes,
para ser reescritas honestamente.
Cartas
Tengo una caja roja donde guardo las cartas
del pasado; ingenuo y tímido, dulce.
Cuando se usaba el papel,
cuando la vergüenza restringía las palabras;
donde guardo tu conciencia mágica,
la que abandonaste,
la que ataba tus trazos de sinónimos
divagantes, voladores;
tus ideales, a mis ojos.
Caminos
Caminos.
Destinos.
Sentimientos ambiguos que rompen,
que amenazan la estabilidad,
el equilibrio de la búsqueda,
de la dirección,
que nos confunden.
Crecer, paso a paso.
Y ese final inexistente,
ese horizonte
línea imaginaria que no llega.
Angustia
Angustia:
Retumba el eco de tu voz,
tus palabras se vuelven sonidos
molestos y difusos.
Su vago murmullo se torna abstracto,
en los laberintos de la conciencia.
Me pierdo en ellos,
solo veo estos sonidos.
Me encerró en la penosa imagen
de su boca perturbadora.
Ecos que perforan mis sienes
tornándolos insoportables.
Asfixiando mi voz inconclusa.
Se oyen dientes agujereando el silencio,
nuevamente matando la voluntad.
Retumba, ahuyenta.
Sus ojos huecos acentúan
aquellos sonidos en mi cráneo.
Lleno de tierra, gusanos, lombrices.
Que acarician mi memoria.
El grito de la angustia,
deglutido, ahogado, sin destino,
escapa astillando la piel,
brota de hinchazones vanas.
Ojalá se harte de su celda,
aunque destruya su féretro, mi cuerpo,
salga en búsqueda de otro
ser adolescente.
Alondra
¿Cómo hago, melancolía, para escribirte?
¿Cómo hago, dulzura amarga, si me abandonaste,
para arrebatarte palabras que seduzcan
a la alondra que roba mis noches?
Una de aquellas, como infiltrada,
se escabulló entre nosotras,
iluminando senderos celosamente escondidos,
los que antes eran solo nuestros
y ahora son compartidos
Entre tu descuido y el mío
entre la noche y el alba,
migró trayendo soles
de ilusiones olvidadas.
Ay, melancolía, te he dejado
por la alondra que me ilumina
y ya no soy ocaso,
pero tampoco soy día.
Soy tuya, alondra, yo y mi melancolía.
Lo que provocas
El búho que gusta transformarse en alondra.
Ayer era noche, hoy soy día.
Ayer era insomnio, hoy soy dulce ansiedad.
Tú, alondra insidiosa, haces que madrugue.
Instantánea
La fortaleza y seguridad de tu esencia
se desarman hoy
en la instantánea de la fragilidad poética,
que capturó mis ojos al descubrirla.
Al descubrirte.
En ese segundo,
cuando creíste que nadie observaba.
La memoria sensible
La que yace floreciente incluso antes
de la propia conciencia de la existencia.
Desarrolla espinas en alguna flora. La mía.
Llena de aquellas.
Se ha desplegado frente a mis ojos
por algún acontecimiento que la ha fertilizado.
Ahora. Mi horizonte recortado.
Por el capricho de la perspectiva
de mis ojos distraídos.
Pierde y vuelve a recuperar nitidez
conforme mis pasos y mi humor sufren o
ignoran las espinas prominentes
de tu enredadera de mentira.
Que pretende envolver los recuerdos.
Los deseos. Y los anhelos en un mismo
tiempo y espacio.
Soy
Yo soy la pluma,
la mano,
el sentimiento.
Tú
eres esas palabras,
que escapan de mí,
que, en vano,
intentan explicar
esa pluma,
esa mano,
ese sentimiento.
Vacío
El vacío cobró forma humana,
cuando llenaste tu alma de plástico.
Su sustancia invadió mis ojos
y perseguí la frialdad de una que nunca será mía.
Desengañada observo el reflejo gastado
de un tesoro que se volvió insignificante,
pero que alguna vez deseé.
Un papel desconcertante
Un papel desconcertante,
los que aquellos promulgaron,
dentro de su necesidad progenitora,
corona mis párpados
en cascadas invisibles.
Destellos inconclusos,
a causa del ánimo desventurado,
vuelven a su forma
nítida,