La espiritualidad puritana y reformada. Joel Beeke
aumente en número, las enriquezca con sus dones, y establezca en ellas buen orden”.278Mediante la oración diaria de que venga el reino de Dios, “nos confesamos siervos e hijos de Dios profundamente comprometidos con su reputación”.279
2. No nos debemos desalentar por la falta de un éxito visible en el esfuerzo evangelizador, sino seguir orando. “Nuestro Señor ejercita la fe de sus hijos no cumpliendo enseguida las cosas que les ha prometido. Y esto debiera aplicarse especialmente al reino de nuestro Señor Jesucristo”, escribe Calvino. “Si Dios deja pasar un día o un año [sin dar fruto], no es para que nos rindamos sino que, entretanto, debemos orar y no dudar de que de cierto oye nuestra voz”.280 Debemos seguir orando, creyendo que “Cristo manifiestamente ejercitará el poder que le es dado para nuestra salvación y para la de todo el mundo”.281
3. Debemos trabajar con diligencia para la extensión del reino de Cristo, sabiendo que nuestro trabajo no será en vano. Nuestra salvación nos obliga a trabajar por la salvación de los demás. Dice Calvino: “Somos llamados por el Señor con esta condición: que, después, todos nos esforcemos por llevar a los demás a la verdad, restaurar a los errantes al camino derecho, tender una mano ayudadora a los caídos, ganar a los que están fuera”.282Además, no es suficiente con que todos estén ocupados con otras formas de servir a Dios. “Nuestro celo debe extenderse aún más allá para traer a otros hombres”. Debemos hacer todo aquello de que seamos capaces para llevar a Dios a todos los hombres sobre la tierra.283
Hay muchas razones por las que debemos evangelizar. Calvino ofrece las siguientes:
• Dios nos manda hacerlo. “Deberíamos recordar que el evangelio es predicado no sólo por el mandato de Cristo, sino también por su instancia y guía”.284
• Dios nos guía por el ejemplo. Al igual que el Dios de gracia, que buscó nuestro favor, debemos tener “las manos tendidas, como Él, hacia los que están fuera” de nosotros.285
• Queremos glorificar a Dios. Los verdaderos cristianos anhelan extender la verdad de Dios por todas partes para que “Dios sea glorificado”.286
• Queremos complacer a Dios. Como escribe Calvino, “es un sacrificio grato a Dios contribuir a la difusión del evangelio”.287 A cinco estudiantes que fueron sentenciados a muerte por predicar en Francia, Calvino escribió: “Viendo que [Dios] emplea vuestra vida en una causa tan digna como es el testimonio del evangelio, no dudéis que le debe ser preciosa”.288
• Tenemos un deber para con Dios. “Es muy justo que trabajemos…para contribuir al progreso del evangelio”, dice Calvino;289“es nuestro deber proclamar la bondad de Dios a toda nación”.290
• Tenemos un deber para con nuestro prójimo pecador. Nuestra compasión para con los pecadores debería intensificarse por el conocimiento de que “no es posible que nadie invoque sinceramente a Dios, excepto aquéllos de quienes su clemencia y bondad es conocida por la predicación del evangelio”.291En consecuencia, todo encuentro con otros seres humanos debería motivarnos a llevarlos al conocimiento de Dios.292
• Le estamos agradecidos a Dios. Aquéllos que están en deuda con la misericordia de Dios están obligados a convertirse, al igual que el salmista, en “pregonero de la gracia de Dios” a todos los hombres.293Si la salvación es posible para mí, gran pecador, también es posible para otros. Debo a Dios esforzarme por la salvación de los demás. Si no lo hago, soy una contradicción. Como dice Calvino: “Nada podría ser más inconsistente respecto a la naturaleza de la fe que aquella pasividad que lleva a un hombre a despreocuparse de sus hermanos y guardar la luz del conocimiento…en su propio seno”.294Debemos, por gratitud, llevar el evangelio a otros que están en apuros, o parecer a Dios ingratos de nuestra salvación.295
Calvino nunca asumió que la tarea misionera fuese completada por los apóstoles. En su lugar, enseñó que todo cristiano debe testificar, de palabra y hecho, de la gracia de Dios a todo aquél con quien se encuentre.296La afirmación de Calvino del sacerdocio de todos los creyentes implica la participación de la Iglesia en el ministerio profético, sacerdotal y real de Cristo. Comisiona a los creyentes que confiesen el nombre de Cristo a otros (tarea profética), oren por su salvación (tarea sacerdotal) y los hagan discípulos (tarea real). Ésta es la base para una poderosa actividad evangelizadora por parte de toda la Iglesia viviente, “hasta los confines del mundo”.297
Calvino: Practicante de la Evangelización
Calvino creía que debemos hacer pleno uso de las oportunidades que Dios da así como para evangelizar. “Cuando se presenta una oportunidad para la edificación, deberíamos darnos cuenta de que una puerta nos ha sido abierta por la mano de Dios para que introduzcamos a Cristo en ese lugar, y no deberíamos negarnos a aceptar la generosa invitación que Dios, de este modo, nos da”, escribe.298
Por otro lado, cuando las oportunidades son restringidas y las puertas de la evangelización están cerradas a nuestro testimonio, no deberíamos persistir en intentar hacer lo que no puede hacerse. Antes bien, deberíamos orar y buscar otras oportunidades. “La puerta está cerrada cuando no hay esperanza de éxito. [Entonces], tenemos que tomar un camino diferente en lugar de agotarnos con vanos esfuerzos por atravesarla”, escribe Calvino.299
Las dificultades para testificar no son una excusa para dejar de intentarlo, sin embargo. A aquéllos que sufrían severas restricciones y persecuciones en Francia, Calvino escribió: “Esfuércense todos por atraer y ganar para Jesucristo a los que puedan”.300“Todo hombre debe cumplir con su deber sin rendirse ante ningún impedimento. Al final, nuestro esfuerzo y nuestras obras no fracasarán; obtendrán el éxito que aún no aparece”.301
Examinemos la práctica de Calvino de evangelización en su propia congregación, en su ciudad de Ginebra, en Europa (particularmente en Francia) y en esfuerzos misioneros allende los mares (particularmente en Brasil).
Evangelización en la congregación
Con demasiada frecuencia, hoy en día, pensamos en la evangelización sólo como la obra regeneradora del Espíritu y la consecuente recepción de Cristo del pecador por la fe. En esto, rechazamos el énfasis de Calvino en la conversión como un proceso continuo que afecta a toda la persona.
Para Calvino, la evangelización implicaba una continua llamada autoritaria al creyente a ejercitar la fe y el arrepentimiento en el Cristo crucificado y resucitado. Esta convocatoria es un compromiso de por vida. La evangelización significa presentar a Cristo para que la gente, por el poder del Espíritu, venga a Dios en Cristo. Pero también significa presentar a Cristo para que el creyente sirva a Cristo como Señor en la comunión de su Iglesia y en el mundo. La evangelización demanda edificar a los creyentes en la fe más santa, según los cinco principios de la Reforma: sola Escritura, sola gracia, sola fe, solo Cristo, sola gloria de Dios.
Calvino fue un notable practicante de este tipo de evangelización dentro de su propia congregación. Su evangelización comenzó con la predicación. William Bouwsma escribe: “Predicó regular y frecuentemente sobre: el Antiguo Testamento los días entre semana a las seis de la mañana (a las siete en invierno), cada dos semanas; el Nuevo Testamento los domingos por la mañana; y los Salmos los domingos por la tarde. Durante su vida predicó, con este programa, unos 4.000 sermones tras su regreso a Ginebra: más de 170 sermones al año”. La predicación era tan importante para Calvino que, cuando estaba repasando los logros de su vida en su lecho de muerte, mencionó sus sermones antes que sus escritos.302
La intención de Calvino al predicar era tanto evangelizar como edificar. Predicaba sobre un promedio de cuatro o cinco versículos del Antiguo Testamento y dos o tres versículos del Nuevo Testamento. Consideraba una pequeña porción del texto cada vez, primero explicando el texto y, después, aplicándolo a las vidas de su congregación. Los sermones de Calvino jamás fueron breves en la aplicación; antes bien, la aplicación era a menudo más larga que la exposición en sus sermones. Los predicadores deben ser como padres, escribió,