El camino. Olanda Angarita
tus sonrisas y la fuerza para ponerte de pie.
Quiero que te subas a tu auto virtual, ese con el que estás haciendo este viaje simbólico y pongas este playlist a todo volumen y te dejes guiar por sus notas, sus ritmos, sus melodías y sus silencios.
Quiero que gastes la voz cantando a todo pulmón y duermas con sus dulces melodías.
Dale play.
CAPÍTULO 1
El duelo como camino de sanación
No cabe la menor duda de que estás vivo. De lo contrario, no estarías leyendo este libro. Tal vez estés de acuerdo conmigo en el hecho de que estar vivo te mantiene la mayor parte del tiempo en movimiento. Te levantas de la cama en las mañanas, vas al trabajo, vuelves, buscas a tus hijos en el colegio, vas al supermercado, llevas a cabo tus rutinas, viajas, te mudas, entre una larga lista de cosas.
Seguro has experimentado, por el simple hecho de estar en movimiento, algún cambio en tu vida. Por ejemplo, un cambio de trabajo, de pareja, de casa, de amigos, de peso o de estado de ánimo. Algunos de estos cambios dependen de ti y otros no, y con estos últimos no puedes hacer nada al respecto.
¿Quién, por ejemplo, tiene el poder de evitar los cambios como los que trae el movimiento constante del planeta? Cambios que te llevan del invierno al verano y te hacen sentir diferentes climas, que te invitan a sentir diferentes estados de ánimo y traen diferentes cosechas de alimentos que cambian tu cuerpo. Cambios que nos da la naturaleza y que nos traen diferentes cielos con distintos colores y posiciones de las estrellas. Cambios que nos alejan o acercan a otros planetas que dicen alterar nuestros estados de ánimo.
Quizá pudiste vivir en carne propia algunos de esos cambios que vinieron con buenas y malas noticias. Tal vez, recibiste cosas buenas, conociste nuevas personas, lugares fantásticos o te enamoraste. Ahora bien, seguro que con el cambio también perdiste a alguien que amabas, dejaste de ver a algún amigo especial, perdiste alguna cosa que guardabas con aprecio o murió alguna mascota o un ser querido que amabas.
Sin embargo, a pesar del sufrimiento, no importa el dolor que se siente al perder. Siempre es mejor llorar por haber amado y perdido, que nunca haber experimentado esta sensación mágica de amar alguna cosa, animal o persona. Son muchas las pérdidas que un ser humano puede vivir en el transcurso de su vida y cada una de ellas tiene un valor único.
Normalmente, la palabra duelo está relacionada solo con la muerte, y esta relación hace que se cierren las puertas de sanación para el resto de las personas que, sin saberlo, también atraviesan un proceso de duelo por otras razones.
Podemos estar viviendo un duelo por muchos motivos. Como te comentaba líneas arriba: si estás vivo, estás en movimiento; y si estás en movimiento, inevitablemente, vivirás cambios en tu vida, y con esos cambios corres el riesgo de perder algo o a alguien que amas.
Mi propósito con este libro es que conozcas cuáles son esos otros motivos por los que podrías estar atravesando un duelo, y que aprendas a transitarlo y no te quedes viviendo en él. La idea es que consigas las herramientas que necesitas para volver a ti, para sentirte mejor, ponerte de pie y tener un mejor punto de vista. Esta mirada debe ser diferente, más constructiva, positiva, llena de agradecimiento y puede que hasta sonrías en el proceso.
Te invito a que le pierdas el miedo a la vida, que la abraces y le des la bienvenida, aunque eso conlleve también aceptar sus pérdidas dolorosas. Decía el dalái lama que las personas que más lloran y más sufren al momento de morir son aquellas que no han vivido a plenitud. Entonces, te pregunto: ¿Estás viviendo a plenitud?
En este libro, más que hablar de la muerte, el sufrimiento y el dolor, quisiera hablar de la vida, de cómo vivir, de cómo aprender a autogestionarnos para disfrutar nuestra vida, aquella que nos sigue quedando después de alguna pérdida. Esa misma vida que dejamos tirada en una esquina, ahogada en llanto como si no valiera la pena seguir adelante.
Deseo que explores y vayas desde el negro de la muerte o el gris oscuro de un divorcio o un despido, al amarillo, azul o rosa de una vida llena de comprensiones y maravillosas oportunidades para volver a ti, para volver a comenzar.
Deseo que cada palabra que leas te devuelva la fuerza que necesitas para seguir caminando, p0ara que recuperes tu brújula, para que recuerdes quién eres en realidad y lo poderoso que eres.
Deseo de todo corazón que estas líneas despierten esa luz que vive en ti y así puedas ver el camino que debes transitar para evolucionar.
CAPÍTULO 2
Motivos por los que podrías estar viviendo un duelo
Los motivos por los que podrías estar atravesando un proceso de duelo, sin siquiera saberlo, son muchos. Voy ir, a lo largo del texto, describiendo los que parecen ser más comunes; sin embargo, cada ser humano es un mundo y por cada persona hay un duelo. Así que quédate atento a todo lo que hablemos aquí y aplícalo a cualquier cambio que cause desequilibrio en tu vida.
El duelo es un proceso interno de adaptación que vivimos después de haber tenido una pérdida. Es el dolor que sentimos a causa de esta pérdida. Es el proceso que realiza el cuerpo para recuperar su equilibrio. Es la adaptación emocional que todos vivimos por los diferentes tipos de pérdidas que podemos experimentar en el transcurso de nuestra vida.
Puedes estar viviendo una experiencia de duelo por la muerte de una mascota, un divorcio o una separación, cuando se termina una amistad muy querida, al mudarte de aquella casa donde tenías tantos recuerdos, al cambiar de colegio (atentos con los pequeños de la casa) o al emigrar de un país a otro o al perder la buena salud a causa de una enfermedad.
Un proceso de duelo también puede comenzar cuando una mañana te das cuenta de que tienes una arruga o una cana más y sientes que estás perdiendo tu juventud. Este duelo es muy común hoy en día, porque vivimos en una sociedad donde parece que ser joven es la puerta de entrada para emprender nuevos proyectos, comenzar nuevas relaciones de pareja, viajar, buscar empleo, entre otras cosas; mientras que esta puerta se cierra para todos aquellos que no tengan cierta edad. Parece, entonces, que para seguir activo y vigente en esta sociedad no te puedes dar el lujo de envejecer.
Tal vez tus pérdidas se relacionen con una etapa que no sabes cómo terminar, como un divorcio o una separación, o una nueva que no sabes cómo empezar, como el síndrome del nido vacío: tus hijos crecen, se van de casa y tú que tienes tantos años siendo madre o padre ya no sabes quién eres sin ellos. Empeora la situación, en algunos casos, cuando además de “perder” a tus hijos te das cuenta de que tu relación de pareja ya no es la misma que antes.
Quizás tu duelo sea profesional: no has podido concretar un proyecto al que le tienes mucha fe, perdiste tu trabajo y en el fondo crees que jamás encontrarás una nueva oportunidad, sientes que estas muy mayor para conseguir otro buen empleo o peor aún sientes que ya no tienes valor en el mercado.
Sí, es una lista larga de pérdidas, y cada duelo está hecho a la medida de cada doliente. Cada duelo es una real pesadilla; por ello, debemos respetar el dolor de cada ser humano y no minimizarlo jamás.
¿Cómo encontrar de nuevo el rumbo después de que hemos perdido lo que creíamos era nuestra ruta a la felicidad y a la plenitud? ¿Cómo volver a ser felices si vivimos con la creencia de que todo lo externo es lo que nos dará la felicidad y la paz que tanto buscamos?
El camino de retorno a nosotros puede ser difícil a veces. Sin embargo, la satisfacción de reencontrarnos, pararnos frente a nosotros mismos y vernos de nuevo a los ojos, percibirnos como sobrevivientes, sentir que ahora somos más fuertes que antes, no tiene precio.
Tú tienes que convertirte en la causa del efecto que quieres experimentar. Como dice el dicho:
“afuera no hay causas, solo efectos”
Comenzamos a entender que el dolor por lo vivido era el mapa hacia nuestro interior, y justo allí dentro es donde nos aguarda nuestra felicidad, paz, armonía y amor propio. Comprendemos de una buena vez que gracias a esa experiencia encontramos ese tesoro tan preciado.
Entendemos que el viejo paradigma